miércoles, mayo 25

Un grito en mitad de la noche


Un grito en la mitad de la noche.

No se puede retrasar la decisión de comprometernos con la comunidad, es preciso arriesgarse asumiendo un compromiso porque el fundamento de una esperanza surgirá en medio del mismo.
Algunas se desaniman, sólo que no estamos en condiciones de detenernos y aguardar a que se aclare el horizonte.
Todo lo contrario:Tengo la convicción de que debemos penetrar en la noche y, como centinelas, permanecer en guardia por aquellas que están solas y sufren el horror ocasionado por este sistema que es mundial y perverso.
Un grito en la mitad de la noche puede bastar para recordarnos que estamos vivas, y que de ninguna manera pensamos entregarnos.
Esta es la fuerza de las personas comprometidas, con independencia de su edad, de su nacionalidad o de su estatus social.
Porque, debemos recuperarnos como humanidad.
Tenemos el deber de resistir, de ser cómplices de la vida aún en su suciedad y su miseria.
¡Ser cómplices con la vida!
Y no por esperar nada a cambio, premio o satisfacción, sino por una exigencia de justicia social, que nos fuerza a ser coherentes con nosotr@s mismas en la plenitud de la relación humana que radica en la comunión con la otra.
Que nunca podrá ser objeto para alcanzar fin alguno, ya que la otra es y será siempre un fin en sí mismo. Nos debemos a nosotras mismas un gesto absoluto de confianza en la vida y de compromiso con la otra.
Así lograremos trazar un puente sobre el abismo.
Es una decisión la que en este momento nos debe abrasar el alma.

Los puentes sostienen las orillas para permitir que los ríos fluyan libremente.
También para acercar a las gentes y facilitar su reencuentro, pues esa es la característica de las personas que se encuentran antes de haberse conocido.
Todas nos buscamos sin saberlo.
Y el camino, consiste en ahondar en el propio corazón porque eso significa ahondar en el corazón de todos los seres humanos.
Es necesario que nada extraño nos ocurra fuera de lo que nos pertenece desde largo tiempo.
Ese es el desafío de la libertad que da sentido a un vivir con dignidad, recuperar nuestras señas de identidad para llegar a ser nosotras mismos.
Para que nadie ni nada nos vivan ni nos ordenen ni nos enajenen.
Ser nosotras mismas asumiendo los riesgos para poder gritar con mansedumbre:Yo sé quien soy, y confieso que he vivido.
Si mañana no es más que una hipótesis, ni nadie nos tiene que mandar: ¿Qué esperamos para sabernos en el camino, que es meta e interrogación a la vez?
Porque el amor no es un depósito, sino un flujo; no es un estanque, sino una corriente.
El amor sólo existe en movimiento y se genera saliendo, no al acumularlo dentro de uno misma.
En las organizaciones humanitarias, surgidas en el seno de la sociedad civil, el voluntariado es una de las hebras fundamentales en una trama que requiere medios materiales para poder llevar a cabo sus tareas.
En ese tejido del dolor, de la injusticia y de la soledad es preciso avivar la esperanza con la proyección de nuestros anhelos.
Porque la prueba de que otro mundo es posible está en que somos capaces de concebirlo.
Como todas las conquistas de los seres humanos que, en su día, fueron calificadas de utópicas cuando sólo se trataba de verdades prematuras.
Hay muchas personas que admiran la labor del voluntariado y que quisieran participar en la respuesta al desafío.
Gracias. Andrea Guadalupe. 

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