jueves, mayo 26

Con los mismos derechos, incluido el de soñar.

Con los mismos derechos, incluido el de soñar.

Pocos países se libran del cáncer primitivo que supone el mal trato y el abuso a mujeres y hombres: les, gay, tv, trans y bisexuales.
En las sociedades modernas todavía los partidos políticos, sociales, escolares, laborales, médicos y legales, siguen ignorándonos.
Aun la mentalidad colectiva no asume con comodidad que una persona tenga los suficientes derechos y madurez para ser algo más que monstruos del imaginario colectivo.
El marco legal para la mayoría de las sociedades no esta preparado para frenar los abusos físicos y psicológicos a que estamos sometidas.
Las agresiones se siguen considerando un pasaje domestico, incluso al rebelarnos, el entorno parece mirarnos con ojos de reproche.
Globalmente como parte del colectivo, tenemos menos acceso a la educación y a le mercado laboral, como consecuencia, la mayoría de los casos, es de soledad, depresión, frustración, y ansiedad.
Nos lleva a una situación económica precaria.
Agresión de género llevada al extremo.
Corremos el peligro de considerar que solo con medidas policíacas y con la exigencia del respeto a los derechos humanos más elementales los problemas de género pasaran a la historia.
Puntas de iceberg que nos impulsa para no sacrificar a las generaciones actuales de integrantes en espera de un futuro más justo.
Hoy necesitamos medidas urgentes, sólo que esas no puedan opacar la verdadera base social e histórica del problema.
Existe una desigualdad injusta.
Ante esta realidad hay que plantear estrategias que incluyan un trabajo educativo, a largo plazo.
Hay que revisar propuestas religiosas que condicionan la ética, y los comportamientos de grupos sociales.
Será fundamental promover formas de independencia económica y sobre todo, es necesario un cambio de conciencia en el que los conceptos de mujeres y hombres: les, gay, tv, trans, bisexuales y biológicos   sean complementarios de una misma realidad humana.
Hombres y mujeres tenemos la obligación de crear un mundo de ciudadanos equivalentes.
Igualmente ante la ley, y con los mismos derechos, incluido el de soñar.
Andrea Guadalupe


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