jueves, mayo 26

Amiga mía...




Amiga mía...
Confieso que a veces descuido las peticiones. 
Situación que me hace sentirme mal, aunque también me hace sentirme bien. 
Mal porque el descuido es descuido; bien, porque es una señal de que soy de la tierra. 
De ambos sentimientos, brotará hoy mi palabra, puente que se tiende hasta a ti, hasta lo tuyo.
Entre otras cosas, el camino nos ha dejado sabiduría. 
Ya no somos las de ayer, nuestra cubierta manifiesta la marca del tiempo, nuestro interior contiene más plenitud. 
Cada paso –llámalo conflicto o descanso, adversidad o facilidad, no sólo nos ha marcado, sino que también ha sido como un martillazo de escultor: Parece que perdemos en cada golpe,sólo que...gracias a ese golpe va surgiendo la criatura de la vida, la imagen de quien en el interior somos.
Nos hemos levantado. 
Si caminábamos o volábamos  nos decían: “Te puedes caer“. 
Y es cierto: nos hemos caído muchas veces… muchas veces. 
Nada habría sucedido de quedarnos quietas. 
El amor a la vida incluye el desdén a la muerte. 
Por una serie de muertes de nosotras mismas –gracias a ellas, ¿cuántas vidas hemos conocido?
Vivir, más que una empresa o una obsesión, ha venido a ser una vocación.  
Nacimos para la vida, y gracias a Dios, la hemos conocido… la estamos conociendo. 
Creemos en la vida en la medida en que la hacemos crecer. 
Creemos  en la medida en que la prolongamos.
Además, somos no para nosotras, sino para la comunidad, con la comunidad, desde la comunidad.  
Si somos honestas, entonces la alianza debe ser fiel, humilde y atenta. Pon tu confianza en el amor a lo Sencillo, en el Dios de reconciliación  en el Dios del silencio y de la palabra.
 Porque sin El, no podemos. 
Recuerda:Después de haber cumplido nuestra tarea, solamente digamos:Hemos hecho lo que teníamos que hacer.
                                  Andrea Guadalupe.






 

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