sábado, octubre 31

Palabras vacías.


Tijuana BC Octubre/009.   Palabras vacías.

 

 

 

Hace ya una eternidad, cuando llego el momento de ocupar un lugar en la vida, la existencia le planteo a Andrea Guadalupe una situación, que era alternativa para todo su tiempo en la tierra.
Ha llegado tu tiempo de ser parte de la humanidad, y debes elegir entre ser mujer biológica o mujer de origen transexual.

Andrea Guadalupe decidió pensarlo, se tomó un minuto de su eternidad y luego convocó a la existencia para comentarle la disposición tomada.

La existencia advirtió a Andrea Guadalupe que luego de pronunciar la elección tomada, en eso se convertiría en ese mismo instante.

Sí, dijo Andrea Guadalupe, ¡Quiero ser mujer transexual!
La existencia con toda su fuerza se dirigió hasta ella diciéndole con un tono bastante agresivo:

 ¡Elegiste mal!... ¡inútil!... ¡Elegiste ser mujer transexual y perderte el privilegio de vivir como cualquier mujer!
 ¡Elegí bien Señora Existencia!... ¡Elegí bien! … De  haber elegido ser como cualquier mujer, sólo me quedaría ser una más; en cambio, siendo mujer trans me queda toda una vida para luchar y ser alguien

Me queda la gracia de levantarme todos los días con el compromiso de ser mejor, puedo hacer mi historia, sin que nadie me regale la novela.

La existencia dejó de resoplar impactada por la ¿sabiduría? de Andrea Guadalupe.

Se quedó callada tan sólo tres segundos de su eternidad y luego, se dirigió a ella diciéndole: he aprendido de tu sabiduría, por esto, como agradecimiento a ti, te concedo el don de ser tan cautivadora y misteriosa como femenina.

Andrea Guadalupe, miro a la existencia fijamente y respondió: ¡Siempre y cuando no pierda mi esencia humana!

Acariciamos el cuerpo con pomadas para cicatrizar las terribles grietas que deja en la piel la humedad constante.

Frotamos  sin piedad las uñas con estropajos y perfumamos el cuerpo con aromas  para enmascarar el tufo a pescado.

Tomamos cocimientos con miel para suavizar las destrozadas cuerdas vocales, sólo que el efecto es poco durable: ningún fomento nos libra del dolor de garganta, de las profundas estrías, del sabor submarino a algas que sobresale sobre cualquier perseverancia y, rendidas, volvemos disciplinadas a nuestra ocupación, como bestias atadas al yugo, como esas personas con las orejas clavadas al banco de trabajo en la fábrica, regresamos a nuestro puesto en esta isla rocosa sin discutir la cualidad de la tarea, doce horas con el agua hasta la cintura, concentradas entre las piedras plagadas de cangrejos, en compañía de los aves, de las azotes de espuma, de la rutinaria pesadilla de las tormentas, del gemido agónico de los ahogados, siempre  con la mirada atenta en cualquier barco que esquiva cerca o hace ondear las velas, y los banderines, llorando en silencio, soñando con subir a bordo y escapar lejos, surcar las aguas con bordados de blanco hacia no importa qué lugar, perderse tierra adentro en un bosque, en un desierto quemado por el sol salvaje, en una escandalosa ciudad, en las espesas laderas de una montaña.

Mientras tanto, la opaca marea baja nos absorbe la vitalidad y sentimos que la piel se va apagando como la de un lagarto que acaba de morir, y ya no es más que un manchón de plata, con largos cabellos apresados en salitre y esa pronunciación de escamas abajo.

Sin embargo, a pesar de todo, aún cantamos con exquisita dulzura, quizá lo hagamos al dictado de primitivos sometimientos, sólo que  cantamos sin parar, aún cautivamos, aún entonamos promesas que cautivarán fatalmente a incautos.

 

Imagina el más profundo de todos  los vacíos.

Un espacio en tu mente donde la nada absoluta sea la dueña de todo, sea la única realidad.

Ahora imagíname a mí, ahí, frente a ti.

Imagina que no estamos más que tú y yo, hemos abierto la caja de Pandora y estamos mirándonos, frente a frente, no intercambiamos palabras, sólo miradas, como los extraños de la noche de Sinatra, miradas cómplices.

 

No nos sentimos culpables, esto es lo que queríamos.

Desnudamos nuestras almas, usamos nuestros ojos curiosos para descubrir las más terribles faltas, tú en mí, yo en ti,  algo que nos sirva de pretexto para decir que no podemos ser una carne, sin embargo, sabemos que no lo hallaremos, fuimos a la misma escuela del engaño.

 

Imagina que descubres algo, un poco de ternura, pasión descansando, e incluso alegría en mis ojos.

Yo imaginaré que encuentro voluntad, fidelidad y ambición en los tuyos.

Tú pretendes lo que mis ojos tienen y yo, lo que hay en los tuyos.

Sólo que no nos engañamos, tú no puedes soportar lo mío ni yo lo tuyo.

Sabemos que nuestra condena es la eterna separación.

 

Imprime más velocidad, más movimiento a tu ensueño, imagina que nos acercamos cada vez más, nos licuamos en un cálido abrazo, formamos uno solo por un momento.

En ese preciso instante llenamos el vacío de amor, de color, de olor, de flores silvestres, mejoramos nuestro propio paraíso.

 

Por último, imagina que nos volvemos a separar, que se vuelve a instalar la nada entre tú y yo.

Vuelve a acelerar tu imaginación y observa cómo se repite este ciclo.

Recuerda las mareas que vimos a la luz de la luna mientras hacíamos el amor en otro sueño, sólo que cada vez hay más distancia entre nuestras almas.

 

Ahora despierta e imagina que todo fue un sueño y dime qué ves; unos ojos frente  a ti, ansiando conocerte, buscando la parte que me falta.

Dime qué sientes,  que te mueres por fundirte en estos ojos que te observan, que examinan tu ser…

 

Desperté con una dulce melodía y sentí que sabía quién era.

La mitad de algo que raras veces se complementa, que dura menos que un orgasmo y sabe parecido, sólo que está procesado a separarse siempre con la miel en los labios.

 

 Caminabas lentamente, sin prisas, yo te seguía en silencio, esperando a que dijeras algo que no era lo que pensabas.

 Me preguntaba que rondaba por tu cabeza, en que pensabas todo el tiempo.

 

Una tímida sonrisa se dibuja en mis labios al ver como mirabas con disimulo para ver si aún estaba ahí.

Te alejabas cada vez que me acercaba, el silencio nos hacía compañía, ni tu decías lo que yo quería oír, ni yo te decía lo que tú querías oír.

Tal vez era mejor así, palabras vacías se escuchaban en la nada.

 

No sé cuando cambió todo ni siquiera cuando empezó, ya no hay nada que decir, aunque la distancia haga acto de presencia sé que te seguiré, aunque no digas nada yo te escucharé, no me preguntes por qué.

Quizá no te llegue a entender sólo que cuando me encuentres, me mires a tu lado, me verás caminando a tu lado y algún día tal vez nos encontremos frente a frente.

 

¿Me quieres? , quise saber mientras me encogía sobre tu vientre.

Claro, respondiste casi de inmediato., Nadie podrá ocupar nunca tu lugar, e inmediatamente me dedicaste una amplia sonrisa, sólo que esta no fue devuelta.

 

¿Qué pasa?  Preguntaste, arrugando el gesto.

¿Cuál es mi lugar?  Pregunte, entonces: ¿En tu corazón, o entre tus piernas?

Andrea Guadalupe.

 


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domingo, octubre 18

Voces del silencio.


 

Tijuana BC Octubre 009.  Voces del silencio.

 

El silencio...Ese suave y cálido, a veces, compañero.

El silencio...Esa paz de cuando sobran las palabras

El silencio...Que le sigue a una mentira

El silencio...Ese tremendo sonido que nos golpea con su indiferencia.

Quizás te pierdas entre todos mis laberintos... Vivo construyendo muros y más muros todos los días.

Porque me encontraste con demasiadas batallas y no puedo, por momentos, gozarte, todavía.

Quizá nunca comprendas del todo mis palabras... Siento que están violadas de sentido porque se gastaron en ilusiones que no fueron... y no puedo, por momentos decirte, todavía.

Quizá nunca conozcas todos mis secretos... Porque guardo esos recuerdos en un abismo insuperable, que sólo se quiebra con tu sonrisa.

Quizá nunca me desnudes totalmente.

Aunque puedas desgarrarme en cada abrazo, o en una mirada, y convertirme en un pedazo de tu corazón.

Quizá nunca averigües qué hay detrás de mis silencios... Es que están colmados de memoria, y necesitan de su espacio, para no morirse en mí.

Y aún así tu presencia me conmueve, tu mirada me desata, y puedo acatar con mis raíces.

Hasta tu dulzura... que me muestra lo sublime de un amanecer

 

Mi intuición, que se cierra para no ver tanto dolor... Que no alcanza para ver el mar.

Y mi otro sentido que ve más adentro que tu cara, y que tu cuerpo... Que puede traducir tus palabras, y tus silencios.

Ese, que puede apreciar tu latido, aún cuando no estés.

Una percepción que te extraña hoy y te olvida mañana.

Que desnuda sin querer, y sin embargo, calla.

Esta "consecuencia maldito" a la que no le alcanzan las imágenes, porque siempre galopa más allá.

Este sentido, que no se equivoca y lo lamenta.

 

...el tiempo, a veces, se nos va escurriendo, como estos relojes de Dalí... Y junto con el tiempo a veces, se derriten nuestros sueños, y nuestros desvelos.

Él sí que no se detiene ante nada, ni nadie.

Algunas veces, como en la pintura, se vuelve pegajoso, cuando las esperas, o las esperanzas, se nos hacen eternas, lo sentimos viscoso, insoportable.

 Otras, es tan veloz como la intensidad del momento más sublime.

El reloj vuelve atrás cuando una canción nos recuerda el pasado, ése que olvidamos.  

Puede volver adonde se le antoje... y hacernos tambalear... o volver a soñar.

Sólo que él es el eterno, ¿Nosotras?...No.

 

Tu silencio me grita, me ahuyenta, me quema, intenta decirme demasiado, me niego a escucharlo porque aunque nada me diga, desesperadamente quiero oírle, es todo lo que ahora de ti me queda.

Lo acepto aunque me rehusé a resignarme a esa distancia que te amarra las manos y los labios.

Necesito tenerte siempre de algún modo, he inventado mil formas para esto, donde he medido el espacio y el tiempo de forma que solo mi paciencia conoce, aunque  te confieso, mi creatividad ahora está al límite.

Te siento aquí en la falta de palabras, con la ausencia de tu cuerpo, con tu presencia sin estar, con tus apariciones mágicas sin llamarte, con tu sonrisa en mi recuerdo.

Tu silencio tiene estos ecos que retumban en las paredes de la casa de mi recuerdo, esa que he tenido que construir con columnas de nostalgia y melancolía.

Espero que esas paredes soporten, porque nada me daría mas tristeza que escuchar al olvido pronunciando la última palabra.

Tu silencio me enseña lo que no sabia ya había aprendido, me confirma sospechas de como siento y revelan ese toque de misterio que siempre tuviste y que me enloquece, solo que hasta ahora lo declaro.

No quiero seguir en compañía de estos gritos silenciados que amenazan con dejarme sorda el alma.

Si terminas con tu silencio, terminarán estos ecos que tanto me aturden.

Andrea Guadalupe.

 

 

 

 

 


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sábado, octubre 17

Así te soñé hijo mío

Tijuana BC Octubre/009.  Así te soñé hijo mío

 

Hijo:

Así quería que jugaras, hijo, a la tarde, en la plaza un día cualquiera.

Así quería que rieras, hijo, olvidándote si había sol o estaba oscuro.

Así quería que cantaras, hijo, sin tener idea de las letras, los tonos, o los acordes...

Así quería quererte, mimarte, dormirte, observarte, sonreír con tus ocurrencias.

Quería tener miedo, no asfixiarte, sí abrigarte, sin presiones, sin prisiones.

Escucharte desde mis ojos.

Quería saberte feliz, dejarte llorar.

No preocuparme, sí ocuparme de tus pasos, acompañarte y soltarte.

Para que vivieras, rieras, y caminaras en paz.

Así te soñé hijo mío.

Yo, ¿puedo caminar en paz?

Andrea Guadalupe.



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Tijuana BC Octubre/009. Lo siento, de verdad lo siento.


Tijuana BC Octubre/009.    Lo siento, de verdad lo siento.

 

Son ellos., los que están ahí, dentro de sí mismos, tras los muros.

 

Los que no pudieron resistir la malquerencia, la desconfianza, la traición...

Porque ellos no aprendieron a desconfiar, no podían transar, porque las tripas se les revolvían dentro.

Querían otro mundo...No, otra gente, no, otra forma de ser gente, de decirse, de amarse, de contarse...

Y no pudieron resistir la soledad inmensa que dejan los contactos fugaces, las palabras vacías de sentido, los oídos que no escuchan, las palabras que no se quieren escuchar.

 Y nosotras, las que estamos "de este lado", y lo podemos resistir... o decimos que lo podemos resistir... ¿estamos menos locas?

Estamos locas, si.

 Cuando nos enteramos que mueran personas casi a nuestro lado sin prestar la mínima atención.

Cuando permitimos los suicidios cotidianos, los nuestros y aquellos silenciosos de los que se quedaron sin sueños. 

Los que se suceden minuto a minuto, alargando los dolores, haciendo pergaminos de las pieles, y del corazón, rocas.

Día tras día, hasta que, agotados, se rinden y ya no sienten más.

Cuando no le tememos a esa muerte cotidiana y rutinaria.

A la idiotez de la vida pasando entre semáforos interminables y noches de humo y alcohol... Cuando no podemos o nos olvidamos cómo es dar, recibir, pedir.

Cuando nos queremos salvar solas.

Cuando nos habituamos a agredir "civilizadamente" y nos agredimos con modelos sin contenido.

Cuando preferimos morir antes que enfrentar cada amanecer.

Y así, nos arrojamos al vacío.... Cuando no sabemos encontrarnos en los ojos de otra.

Del amor de una mirada tierna, una caricia dulce, de una espera certera.

Hablo del amor al sol y de las manos abiertas, y limpias.

¿Casi maternal? y a veces tan carnal

Hablo del sereno respirar de dos sueños acompasados, del despertar acompañado.

De ventilar al sol la tolerancia al no tan semejante, de no dejar escapar día a día las delicias y deberes que nos ofrece el banquete de la vida. 

Cuando no comprendemos que no se trata de vivir, sino de habitar poéticamente la existencia.

Lo siento, de verdad lo siento.

Es todo lo que tengo...Andrea Guadalupe.

 


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domingo, octubre 11

Palabras como, mamá, papá, oso, pala, perro, esperanza,…

Tijuana BC Octubre/009.     Palabras como, mamá, papá, oso, pala, perro, esperanza,…

 

Con los aires frescos que arrastra el otoño, llegaron arrastrándose una infinidad de letras sueltas, venidas de no se sabe donde.

Sobre las casas, en los pavimentos cuarteados, en las copas ralas de los árboles, en los techos de los vehículos, iban cayendo como hojas secas las consonantes y las vocales olorosas a imprenta.

El Cerro Colorado completo, donde las antenas les hacen cosquillas a los aviones que preparan su aterrizaje, hasta la parte más baja de su falda, se torno de un color lustroso y acerado por las miles de letras ya caídas.  

En la presa Abelardo L Rodríguez, naufragaban los enamorados diptongos sólo separados por diéresis, comas y comillas.

En Playas de Tijuana, La Plaza de Toros era un atractivo que aprovechaba los aires provenientes que traían otras letras en autenticas parvadas.

En la Unidad Villas de Baja California, florecían vocablos fantásticos, como las voces atragantadas en la garganta de una muda.

Pararon las actividades laborales, y no hubo despidos en las fábricas.

La gente ya no tenía prisas para ir al otro lado, pues se divertían observando en fenómeno.

Desaparecieron las paginas de de la nota roja de los periódicos pues las rotativas no se daban abasto con la crónica diaria del extraño suceso, y además la gente estaba entretenida y se olvidaron las agresiones al prójimo.  

Fue cuando se les dio la tarea a los chiquillos de componer palabras que resultaran comprensibles tanto para entretenerlos como para encontrarle un sentido a todo aquello.

Y ellos empezaron a componer frases con las letras grandes, pequeñas, cursivas, negritas, que caían sobre sus hombros, que se atoraban en sus cabellos, o bien, reposaban en las banquetas.

Se armaron palabras como, mamá, papá, oso, pala, perro, esperanza, navidad, corazón, felicidad…  

La limpia municipal comenzó a barrerlas hasta hacer montoncitos mientras los pequeños las unían como en un gran crucigrama que salía a la calle, que saltaba por encima de los topes y se entroncaba en el boulevard, y de ahí, hasta el libramiento.

Tijuana llego a ser la ciudad más letrada de la humanidad.

Entonces fue que se escucho un extraño tronido, un chillido chocante, un vaho caliente que hizo remover el gigante tablero que miles de manos habían construido sobre las avenidas de la localidad, y se dejaron formar unas palabras terribles : Ráfagas, encobijado, disparos, criminales, decapitados, secuestro, drogas, allanamiento, tortura, victima, delincuencia,…

Las palabras hilvanadas unas tras otras, llegaron a demostrar que todo había sido una repentina imagen idealizada de una ciudadana común y corriente que llego a pensar en la capacidad transformadora de la lectura en esta ciudad dominada por la entupida violencia y formada con los mejores sueños de muchos bien intencionados, sólo que sobre un frágil equilibrio.

Andrea Guadalupe.



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Las musas eligen cuando nacer y cuando morir.

Tijuana BC Octubre009.    Las musas eligen cuando nacer y cuando morir.

Si se callara Mercedes Sosa, se callaría la vida, era la noticia que no queríamos escuchar, luego de saber que fue hospitalizada el día 18 de Sep.

Finalmente, la Señora Mercedes Sosa, la más grande Artista de la Música Popular Latinoamericana, nos ha dejado.

Nos cedió al mundo su voz y sentimiento, con las que trasmitía la letra de compositores como León Gieco, Violeta Parra, Silvio Rodríguez, y otros más.

Por todo el mundo, ahora de luto por su partida, la cantora compartía sus canciones, aun con mis pies cansados, con ellos anduve ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, diría en: Gracias a la vida, Violeta Parra.  

Pasó la Señora Mercedes Sosa la vida, cantando al sol como la cigarra, como lo atestiguara en el tema: Como la cigarra de Maria Elena Walsh.

Las musas eligen cuando nacer y cuando morir, pues M Sosa murió justo el día en que V Parra nació, el 04 de octubre, sólo que de 1917.

Yo no canto por cantar, dejo en claro M Sosa, desde un principio, allá por 1966, advertía en uno de sus discos la principal precursora de la nueva canción latinoamericana.

Su obra trascendió en el tiempo y el espacio, gracias a sus interpretaciones que hoy son himnos: Sólo le pido a Dios, Alfonsina y el mar, Como la cigarra, Si se calla el cantor, Canción de todos,  Señora y obviamente, Gracias a la vida.

Tema que en la voz de M Sosa adquiría otra dimensión.

Mercedes como Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra, tesoro sustancial de las raíces de los andes, tesoro de nuestro patrimonio sin tiempo.

Bien aventurada es Mercedes Sosa. Aseguro el compositor y cantante Silvio Rodríguez.

Si bien es cierto que: Su pequeña huella no vuelve más: Alfonsina y el mar, Mercedes Sosa deja un enorme legado musical.

Dentro de su basta obra, hay un tema en el cual la artista manifestó su visión de muerte en: Zamba para no morir, cantaría: Mi razón no pide piedad, se dispone a partir.

No me asusta la muerte ritual, sólo dormir.

Descanse en paz la gran Mercedes Sosa. Andrea Gpe.

 

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

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sábado, octubre 10

Narraciones que nunca finalizaré:


 

 

 

Tijuana BC Octubre/009.      Narraciones que nunca finalizaré:

 

En el convento complacían a la anciana monja como a una santa, adulación que ofendía su modestia.

¡Ustedes van acabar por convertirme en una leyenda! rezongaba.

Inútil. Sus compañeras escuchando esas ejemplares protestas, la admiraban aún más; y unas novicias se dispusieron a festejarle los cien años, convencidas de que su salud era otra prueba de que Dios la estaba favoreciendo.

Llegó el día del cumpleaños.

En ese amanecer la anciana hermana se despertó con una extraña sensación: dientes nuevos crecían en las encías desiertas; de la cofia se derramaba una negra cabellera; los ojos volvían a ver un mundo diáfano; la piel se estiró, fresca, suave; el cuerpo recobró las curvas de sus diecisiete años…

Temerosa que este rejuvenecimiento fuera interpretado como un milagro de santos, la monja se escapó del convento y con sagrados contoneos se marchó ha recorrer el mundo.

 

 

Andrea Guadalupe caminaba como cada día hacia el trabajo.

Las miradas de aquellas personas le atravesaban indiferentes y soberbias.

Sólo que a ella no le importaban, guardaba un secreto que ni sus más cercanos conocían.

Llovía... Tras su defensa de alambres y tela podía observar unas luces alternos al fondo de la calle, se reflejaban en los edificios y producían sombras rectas y móviles.

Tontos, volvió a pensar.

No entendía aquellas miradas, no llegaba a decidir si eran fruto de su imaginación o si realmente el odio anidaba en ellas.

Algunas veces se le había cruzado por la mente un incómodo pensamiento: "Quizás sean cosas mías, tal vez sólo están enfadados, han dormido mal, sus mujeres les engañan, no son felices o sus trabajos son una basura", y estas ideas desaparecían tan rápido como el agua sucia que se escapa por las cloacas.

 

Llovía y las sombras intermitentes de azul y rojo se hacían cada vez más cercanas.

Pensó en correr, lo pensó de veras.

Comenzó a sentir un sudor frío bajándole por la espalda y el filo del presentimiento ya cortaba hondo en sus ojos cafés.

Andrea Guadalupe comprendió demasiado tarde que iban a por ella, " Cubriéndose con su sombrilla destartalado intentó cambiar de acera para caminar por la siguiente calle en otra dirección, sólo que ya era demasiado tarde.

Dos manos como tenazas le aferraban por detrás y, sin saber cómo, se encontró esposada y en el suelo.

A duras penas, temblando de horror, pudo observar la expresión de odio homo fóbico que asomaba como un insulto furioso por la abertura del pasamontañas de los agentes policíacos que la detuvieron.  

Esta vez sí era odio, sin duda era odio...

 

Andrea Guadalupe fue detenida el lunes por la noche a escasos metros de mi casa acusada de transgredir el bando policiaco del buen ciudadano, la moral y las buenas costumbres.   

Quizá una de esas miradas anónimas que contemplaba todos los días era la mía.

 

Ninguno de los planes con que aquel ingrato hijo intentó asesinar a su madre había dado resultado.

Otros planes más arriesgados tenían el problema de que ocasionalmente la policía podría descubrir al culpable.

Una mañana de invierno, terminó de imaginar el plan definitivo.

Fue al puente y se lanzó.

Su cadáver fue recuperado en la ribera, cien metros hacia abajo, a los dos días.

El plan era perfecto.

Una semana más tarde su madre moría de tristeza.

 

Se oyó un trueno atronador y la anciana, sentada en la mecedora de mimbre con la cabeza echada hacia atrás, salió de su somnolencia con el rostro desquiciado. Conocía muy bien aquel sonido y la potente luz que lo antecedía.

El mismo que cincuenta años antes se había encargado de arrancarle de los brazos a su pequeño hijo haciéndolo volar por los aires como una paloma púrpura, el mismo que la había dejado casi sin familia, sin hogar y sin sueños.

El mismo.

Hay cosas que no se olvidan, aunque el mundo gire y en cada vuelta trate de borrar sus errores.

Hay recuerdos que se instalan en la mente como parásitos que van sorbiendo la razón hasta acabar con ella.

Intentó levantarse, sólo que ya no era aquella mujer joven de hace años.

Ni siquiera la madre coraje que sacó adelante a la única hija que le quedó viva, que trabajó en el campo, en la fábrica.

Ahora era un conjunto de huesos rígidos cubiertos por una piel antigua y castigada, unos ojos opacos y una mente con demencia senil.

Ésa era ahora.

Una vieja triste a la que trasladaban cada mañana desde la cama a la mecedora y cada tarde desde la mecedora a la cama.

Se oyó un nuevo trueno, una nueva detonación, y la mujer, inmóvil desde hacía tres años, se agarró a los brazos de la mecedora y se puso en pie.

El miedo es valiente, avanzó unos pasos y tomándose de los muebles logró salir de la habitación.

Grotesca e insegura como un payaso ebrio.

Tenía que proteger a su nieta: "¡Todos al suelo! ¡Las manos sobre la cabeza!", la mente se le llenó de gritos, de frases emitidas por voces desconocidas.

Consiguió alcanzar el dormitorio de Paula, no estaba.

Quizás ella ya se hubiera escondido.

Sí, seguro que se habría escondido, ella era una muchacha lista.

Otro trueno terrible la obligó a doblar las rodillas, fosilizadas a golpe de años y sufrimiento.

Arrastrándose como soldado en el campo de batalla consiguió esconderse debajo de la cama.

Ahí, a oscuras, con las manos sobre la nuca y el corazón rebotando contra el suelo, notó que le faltaba el aire.

Ahí, entre cuatro patas de madera se le acabó el oxígeno que almacenaba en los pulmones y su cuerpo volvió a agarrotarse.

Esta vez para siempre.

Cinco minutos más tarde se abría la puerta de la casa y una voz excitada comenzaba a flotar en el ambiente.

¡Abuela, vengo hecha una sopa!

No te puedes imaginar la tormenta que se ha soltado, me ha tomado sin paraguas en la calle... ¡Abuela, abuela!… ¿Abuela?

 

Y se vistieron para la misa de doce.

Provocativas, sensuales, con buen gusto.

Como si no supieran que para incitar a los vecinos no necesitaban ropa llamativa.  

Al caminar por la plaza tomadas de la mano, algunas personas tiraban habladas.

Ellas cruzaron serenas, sin hacer gestos, como si atravesaran, sin saberlo, un criadero de víboras.

Los eternos clientes del café, murmuraban a sus espaldas, las mujeres comentaban su maquillaje y su desfachatez

Llegaron hasta la puerta de la iglesia que tenían prohibido pisar y ante la multitud de fieles se besaron, como cada domingo.

Después volvieron satisfechas a su hogar.

 

Tú no te das cuenta, sólo que te pasas las noches mordiendo la sábana, como si al masticarla desgarraras el sueño que quieres.

Anhelas, sudas, tragas saliva como si ésta fuera un jarabe dulzón que te diera voz; quisieras contar lo que sientes, lo que oyes, por eso muerdes la sábana.

Sin voz, sin oídos, testigo siempre mudo.

Viviendo indiferente la vida de los otros.

¿Qué vas contar? si no te enteras de nada.

Sólo retazos, retazos; retazos que en la noche, cuando la casa calla, reconstruyes en tu sueño y muerdes, masticas la sábana.

Sin embargo, tampoco el sueño es tuyo, es de ellos.

Tú querías venir a la ciudad, progresar, soñabas, hoy no sabes para qué.

Tú cumples con tu trabajo, no tienes amigas porque sabes que son como tú, con vida prestada para los domingos o el día de descanso en que los otros quieren que vivas tu propia vida.

Por eso, aunque no te das cuenta, masticas la sábana por las noches.

Aquí las paredes tienen oídos.

Escuchas todas las noches un zumbido tenaz, sordo.

Tu cuarto no es grande, por eso los sonidos se quedan pegados a las paredes.

Al principio pensaste que el zumbido pertenecía al viento que se colaba por las rendijas de la puerta, sólo que al despertar tenías los oídos inflamados.

Recuerdas el remedio de tu madre y cortas unas ramitas de ruda, las hueles.

Te sientes aliviada, el picante olor de la ruda te penetra, te sumerges en otro sueño, el tuyo, el que has olvidado, y el zumbido permanece, retumba dentro de ti.

Te asustas, piensas que estas loca, y de repente el sonido disminuye, se apaga, se pierde entre los rumores de la calle que también se despierta al sol.

Entonces peinas tus cabellos, te sientas en la cama y por un instante te sabes bella.

Renace la sonrisa en tu rostro y quieres gritar lo que sabes, tienes miedo.

Te zumban de nuevo los oídos.

Quisieras huir, no pensar, quedarte quieta mirando cómo la marea se mece al ritmo de tu respiración.

Sola en tu costa, en tu arena.

Comparando tu piel al sol; a ese sol que te labra.

No hay zumbidos, sólo el murmullo caliente de la playa… Quisieras refrescarte la garganta y dormir… Dormir sin soñar.

Así como el peñasco: quieto, solo; que no se molesta cuando la furia de las olas chocan; ni cuando la espuma le rodea y acaricia.

Qué lejos… que lejos te sientes y que sola.

Por eso muerdes la sábana en las noches.

Te dejaste envolver y ahora tienes miedo, tiemblas, te hierve la sangre…los muslos.

Te dijo palabras extrañas, te adormecías, te dejaste llevar por el sonido de su voz, por sus manos…Te dijo que eras bella.

Recoges tus cosas, te marchas sin decir nada.

No quieres explicar… pedir…. Quieres llevarte sus manos en tu piel; su voz entre tus cabellos.

Ya no morderás la sábana por las noches, morderás al mar

Dirás que fuiste amada y que a tu amante se lo tragó el mar cuando nadaba… nadaba.

Te abandonarás en la brisa, te perderás bajo el sol cuando nadie te vea.

Y tal vez volverás a soñar con la roca… Y la arena… Y la semejanza… Remontas la noche… tus recuerdos… Callas…Te duermes…

Andrea Guadalupe.


                                              Andrea Guadalupe.

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                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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domingo, octubre 4

Palabras gritadas en silencio,

Tijuana BC  Oct/009.    Palabras gritadas en silencio,

 

 

Si nos escucharan hablar.

Si escucharan lo que llevamos tanto tiempo gritando,

Lo que queremos decir,

Las urgencias de los hospitales estarían trastornadas por infartos.

Frente a ti halle mi verdad, en un amor que nació callado, en miradas pacientes y ocultas
Buscándose siempre en rincones, de una caricia muda inexistente, de palabras gritadas en silencio,
de un beso contenido y diluido en un suspiro, de acariciarte sin rozarte por temor a sentirte,
del miedo actuar y amar sin razón, del deseo diseminado por el interior del alma.
De necesitarte y desearte cada día en un ahogo, de morir cada noche por tu ausencia y
amanecer húmeda en tu recuerdo.
Del calor acumulado entre nuestros cuerpos, del amor disfrazado en amistad, de confesarme con mi corazón.
De permitirme decirle al miedo adiós, de confesar que halle el amor en otra mujer…

Andrea Guadalupe.
 

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
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Treinta monedas


Tijuana BC Octubre009.            Treinta monedas

 

El joyero estuvo mostrando a la señora unos collares, anillos y hasta un surtido de relojes. Ella torcía el semblante dando a entender una y otra vez que no era lo que andaba buscando. Desalentado se encogió de hombros, parecía que esta venta no iba a cuajar.

Entonces la clienta le explicó que era para un regalo y que en realidad no quería gastar mucho.

El vendedor le preguntó de cuanto disponía.

Ella le enseñó un billete de diez y otro de veinte.

Sonrieron, tenía una manta llena de crucifijos relucientes, en un instante se decidió: "Este". La mujer se marchó contenta y el hombre quedó satisfecho, una vez más lo había conseguido; acababa de vender a Jesús el Cristo, por treinta monedas.

Andrea Guadalupe. .


                                              Andrea Guadalupe.

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sábado, octubre 3

Una semana de vida.

Tijuana BC Octubre/009.   Una semana de vida.

 

 

Necesito salir, estar ausente, desaparecer, caminar sin sombra, correr y caerme.

Escribir sin palabras, levantarme, volar sin alas, gritar que me muero.

Hablar sin boca, escupir fuego, reír sin carcajada, llorar nostalgias.

Toser sin aliento,  respirar pasión, vivir sin vida, mirarte a los ojos.

Encontrar sin buscar, volver a vivir

Son las horas en que la noche deja de ser confusión para iniciar el amanecer.

Estoy en la cama, con los ojos abiertos mirando al techo, sin poder serenarme, de repente suena mi teléfono.

¿Sí?

¿Es usted Andrea Guadalupe? Pregunta alguien al otro lado con voz ronca y desgastada.

 Sí, soy yo, ¿quién eres?

Y es entonces cuando te das cuenta de que tu vida cambia completamente por una llamada de teléfono.

Antes no has vivido, sólo has soñado vivir.

Soy la muerte.

¿Cómo? Pregunto extrañada.

Debo de notificarte, dice pausadamente y entrecortado, de que, te queda una semana de vida.

¿Perdón? Pregunto confundida.

Dentro de 7 días usted morirá, contesta.

 No entiendo. Digo extrañada.

No te hemos pedido que lo entiendas, sólo debes saber, que dentro de 7 días dejaras de existir.

¿Por qué?

Sabes algo que no tendrías que saber.

La cuenta empieza, ya.

Disfruta de tu última semana de vida.

Me quedo callada, sin decir nada, pensativo.

Escucho como echa el humo de su cigarrillo por la boca y rebota en el auricular llegando hasta mi oído.

Cuelga el teléfono.

Sólo siete días de vida.

Me levanto de la cama, tomo una hoja de papel y lápiz, escribo:

Cosas que debo hacer antes de morir:

1- Decirles a quienes viven en mi pensamiento y corazón lo mucho que les quiero, besarles y abrazarles cada segundo de mi última semana.

2- No olvidar jamás lo que fueron para mí, y decirles que sin ellos yo no sería quien soy.

3-.- Saludar a todas las personas que veo por la calle y desearles los buenos días.

4- Escribir la poesía más bonita del mundo y tatuármela en el pecho, mientras grito que algún día quise ser escritora.

5- Escribir en un cuaderno todo aquello que sólo yo pueda leer, y nombrarme mi mejor lectora.

6- Pedir perdón a quien he echo daño.

7- Regalar todas mis cosas al vagabundo de la calle que siempre me pide dinero y que yo nunca le doy.

8- Bailar una noche entera con la música que amo a medio volumen.

9- Rociarme pintura de todos los colores por el cuerpo.

10- Confesar todos mis secretos. TODOS.

11- Escribirle una carta de puño y letra a cada uno de mis amores pasados.

12- Romper en partes mi reloj de pulso y dejar de contar el tiempo.

13- Comprar y regalarle los chocolates rellenos de cerezas con licor a mi hermana Eva y mandárselos a su casa.

14-  Decirle a todo el mundo lo que pienso, sin importarme absolutamente nada.

15- Dormir un día entero

16- Y por último, besarte, aunque sea sólo una vez y tú te apartes.

 

Vuelve a sonar mi teléfono:

¿Sí? Pregunto aturdida mientras lo tomo.

Perdona te hemos confundido, no debes morir hasta el 2015 de suicidio.

Suspiro aliviada.

Perdona las molestias, me dice

Oye, disculpa, ¿Moriré suicidándome?

Sí, a este paso sí., contesta en voz baja.

Dejo el teléfono sobre mi mesa, y releo lo que he escrito.

Después, arrugo la hoja y la lanzo a la basura.

Una voz dentro de mí me dice:

 

"Si vivieras cada semana como si fuera la última de tu vida tendrías la paz que buscas.

Y disfrutarías de la vida que algo o alguien te ha regalado y que continuamente no sabes valorar.

Dejarías de sentirte vacía, llena de preguntas sin respuesta, y tus pasos comenzarían a tener sentido."

Andrea Guadalupe.



                                              Andrea Guadalupe.

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