lunes, mayo 30

Arena del mar.

Arena del mar.
El ambiente empieza a enfriar, el aire cálido se va con la tarde, a la distancia en el horizonte, el cielo recorre la gama de colores del naranja al rojo intenso, teniendo como fondo un azul que se pierde entre claro y oscuro.
El sol se sumerge en el verde azulado del mar, los reflejos de su luz aparentan un baño de sangre entre el romper de las olas, mientras apresuradas las sombras avanzan despidiendo al día que se niega a morir.
El aire cambia y con el los sonidos que llegan, las luces se adivinan a el este, mientras más al este alcanza la vista, más se aprecian las luces en movimiento de la ciudad.
¿Cuantas veces había llegado hasta aquí ?
Realmente no lo sabia, aunque era tan solo cuestión de minutos el momento mágico, lo sentía tan suyo, tan intimo, que hasta esta vez no le había pedido a nadie que le acompañara.
Lo consideraba tan suyo, tan su refugio, tan propio como sus pensamientos, que nunca gozaba el compartirlo.
Por un momento se lamento no tener a la mano su inseparable cámara para hacer eterno el momento.
A pesar de haber saboreado este momento maravilloso tan irrepetible, a pesar de pasado aquí un sin numero de ocasiones, siempre el mismo camino, invariablemente diferente.
Ocurría que el verano era el mejor momento para recorrer en su motocicleta el camino que llevaba hasta la ensenada.
El aire parecía jugar con su cabello, los mechones de color castaño claro bailaban en su rostro, mientras que el sentimiento que nacía en la boca de su estomago , luchando por salir, abriéndose paso a través de un quejido en la garganta y en forma de lagrimas en los ojos .
El aire ya era frió, la oscuridad total, de su maquina como ella le llamaba, surgía música, suave y lenta, como las lagrimas que en ese momento bañaban su rostro, mientras el aire respetuoso de su dolor, disminuido, dejo de jugar con su cabello, y el mar, testigo confidente del dolor que bañaba su alma, sentía con su rumor, del movimiento de olas, hacer llegar sentimientos de consuelo y cobijo, envolviéndola entre olores salobres y yodo, tan propios del mar.
La decisión estaba tomada, sin lagrimas, con el alma vacía, sin mirar atrás, en la mochila solo sueños, ropa y documentos.
Dicen que los sueños no pesan, se equivocan, mal manejados doblan la espalda, amargan la vida.
La carretera es el camino, sin dar la impresión de huir, sin esa mirada y actitud de quien busca.
Tan solo una mascara que entre lagrimas sonríe.
Devorando kilómetros, un aire sucio, cálido, lastima la cara, el ruido monótono del motor.
La mente juega y los recuerdos aparecen.
El hogar, la madre, la infancia, juegos, el sabor de la comida de ella, dormir en sus brazos, el aroma de ella, las palabras, su tono de voz, sus manos tejiendo el cabello, su amor tejiendo una vida.
Unas luces que deslumbran, los sentidos se agudizan, se actúa sin pensar.
¿ Que le pasa a ese tipo,?
Cambio de luces, dirección, velocidad, más velocidad, impacto...
He dejado de sentir el aire sucio, sólo siento frió.
La maquina se desplaza silenciosa, no escucho su motor, siento un gran peso en el pecho que me impide respirar.
No quiero recordarla, duele, mis labios están dolidos...
¿Por qué ? ¿Por qué ?, Acaso mi amor no era suficiente?
Quiero mover la mano, los dedos, no puedo, he sentido deseos de golpearte, ¿ qué te falto a mi lado ?
Un nudo en la garganta me impide gritar, quiero llorar y no puedo.
La cubres con tu cuerpo, no es bonita, su risa de burla, la manera de abrazarte, no soporto, no puedo correr, no puedo moverme.
Baila tu semblante, surgen mil rostros, de quien son las voces.
No te vayas, yo te amo.
Siento frió, mi madre está aquí, con esa mirada que solo le conocí antes de morir, me tiende sus brazos las voces se pierden con las sombras, sólo está luz, suave, cálida, tu nombre y tu rostro se desvanece , una paz acariciante me llena de ternura, siento tus manos, acaricias mi rostro, me cierras los ojos, toman mis manos....desaparece el dolor.
Andrea Guadalupe.


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