domingo, noviembre 29

Otra noche de vigilia.

Tijuana BC Nov /009.    Otra noche de vigilia.

 

 

Era aquella una mujer de edad indefinida, de gesto nostálgico, mirada lejana y manos que tejían historias.

Sembraba los sueños en un pequeño jardín.

No le importaba que fueran de enredadas ilusiones o las pequeñas fantasías de un recién nacido que aún no sabe que inventar, a todos les daba el mismo trato y dedicación.

 

Al llegar la noche, con organizadas rutinas, justo a la hora en que el sol comienza a ser recuerdo, abría la puerta de su pequeño jardín para que los sueños se fueran libres en el aire en busca de un lugar en el que anidarse.  

 

Los observaba irse, noche tras noche seguía su alocado rumbo hasta que el último de ellos se perdía entre la inmensa oscuridad. Era en ese instante cuando una pequeña lágrima recorría su mejilla dibujándole una perla en el rostro que parecía de cristal.

De vuelta a su cama le esperaba otra noche de vigilia, de los sueños que esparcía, ninguno con ella se quería quedar.

Andrea Guadalupe.

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
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Hace un minuto en la eternidad inmensa…

Tijuana BC Nov/009.                      Hace un minuto en la eternidad inmensa…

 

 

Hasta hace un minuto en la eternidad inmensa, era una persona, un ser humano.

Era parte del mundo donde coexisten los olores, los colores, los sonidos, las formas, los sabores, frente a mi existencia mí, se cruzaban las personas, ocurrían los sucesos de forma ordinaria.  

Se apoderaban de mí las emociones, a veces, no siempre, tenía pensamientos.

Luego, se me ocurrió leer libros, y poco a poco elegí, más que el sonido, la palabra que representa la resonancia, más que el color, la palabra que interpreta la tonalidad, más que el olor, la palabra que significa fragancia, más que el sabor y el tacto, las palabras que simbolizan gustos y rozamientos..

No conocí individuos, conocí procesos de palabras estampadas en grisáceo color plomo brillante de la mina de carbón que describen personas; preferí no padecer el miedo, sino transcribir la narración del desasosiego; creí pensar, cuando sólo vinculaba entre sí palabras que describían los pensamientos.

Poco a poco las esencias en mi mundo se fueron supliendo por palabras: el paso del tiempo, por el acontecer de períodos; mi conciencia de existir, por un extenso  espacio de grafito y papel.

Alrededor, construí los muros de libros y al final no sé cómo ellos me digirieron, me asimilaron, me absorbieron vorazmente, tajantes, y sólo trataba con polillas.

Ahora, soy esta.  

He mirado lo que era mi mano y sólo veo unas palabras que dicen antes yo era una persona, un ser humano.

No hay antebrazo, sólo veo otras palabras que dicen: tenía acceso a los colores, a los olores.

Así, en lacónicos vocablos se va agotando mi cuerpo: donde dice que poco a poco los objetos en mi mundo se fueron sustituyendo, es el ombligo; y la conciencia, la razón, son las palabras de este párrafo que dicen ahora soy esto, estas líneas en que me delimito, sólo palabras, sólo grafitos, sólo papeles, yo que era un ser humano, remato aquí, ahora.

Ahora, no soy emociones, no soy ya trastornos, ya  no soy órganos, algo me ha ocurrido, vocablos, nada más que palabras, ahora soy esta. .

Andrea Guadalupe.



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sábado, noviembre 28

Esta loca delirante, continúa existiendo


 

Tijuana BC Nov/009.           Esta loca delirante, continúa existiendo

 

 

 

Deseo que a mis palabras no se las lleve el viento,  quisiera en mi despedida, nombrarte con mi último aliento.

 

Pido a Dios, el no me quedarme si algún día me faltas, que la muerte sólo a mi me lleve.  

 

Deseo que nunca se escuche de mi boca un recuerdo, y que me recuerdes en las noches de invierno

 

A veces siento que tengo más el lápiz entre las uñas que entre los dedos, y su carbón se acumula en mi cabeza mezclándose con recuerdos melancólicos que le proporcionan la viscosidad precisa para impedir que filtre con habilidad de la cabeza a la sangre, de la sangre a la mano, de la mano a el lápiz y, de la mina, al papel que con el tiempo será una presencia amarilla y doblada entre las hojas de un libro.

Es en esos momento, que siento una necesidad infinita de encadenar palabras para llenar las hojas que me desafían con su inmaculado insultante, y me encuentro, con que mi pequeño bolso, donde guardo los pocos vocablos que recolecté en mi existencia y con los que me voy defendiendo cuando el carbón  se desliza y el papel que insulta, está, prácticamente vacío.

A partir de hoy, en esos momentos atormentados sólo escribiré una frase: Esta loca delirante, continúa existiendo, esta loca delirante, continúa existiendo, esta loca delirante, continúa existiendo.  Andrea Guadalupe.

Busco la palabra adecuada; meto la cabeza en el bolso y lo revuelvo una y otra vez apartando palabras que se me antojan vacías.

Una de ellas, sin embargo, me ha llamado la atención y la he rescatado: "locura delirante"

Evidentemente, la locura delirante es algo con lo que me gusta delimitarme; es más, me produce cierta vanidad pensar que, en mi condición de trastornada, mi paleta de colores es algo más rica que la de los equilibrados, que suelen ser personajes grises.

Es una pena, no tener la capacidad de adornar mis colores con exquisitos rebuscamientos de formas esdrújulas que me permitan  definirlos con la claridad necesaria.

Vuelvo a meter la cabeza en el bolso y busco de nuevo.

Encuentro en el fondo un agujero por el que parece que ha escapado una palabra llana y que ahora se abriga bajo mi mesa.

La alzo con cuidado y descubro en ella la luz que me falta.

Es mi palabra preferida, la que siempre me amarra a puerto cuando se acerca el temporal.

Es la palabra que más siento cuando la pronuncio: "Existencia"

He encontrado la habilidad para tranquilizar mi angustia cuando el lápiz me llame sin hablarme, uniendo simplemente mi existencia a mi locura delirante.

Lo etéreo de mi malestar no encuentra su doble físico en el escrito.


                                              Andrea Guadalupe.

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viernes, noviembre 27

Historia Urbana.

Tijuana BC Nov/009. Historia Urbana.

 

 

Ella llego cuando atardecía.

Sentadas al frente de la casa, Martha y yo, conversábamos en esas horas muertas de la tarde entre sorbos de café y suspiros, señales de que la platica avanzaba hacia su final.

El tema que habíamos aterrizado tras un laberinto de asuntos, era el video de la cantante colombiana que se mueve excitada, cual fiera enjaulada, con esas medias de lycra Spandex color carne.

¡Todo un acontecimiento de dialogo vespertino!

La primera vez que la mire, me dio la impresión de ser una criatura silvestre, como herida de una pierna y que busca refugio en cualquier caverna pequeña y pobre.

Del brazo se desprendía su hija, como prolongación de ella misma, de apenas cinco años, y con una mirada aun más desgarradora que la propia madre.

Ofreció sus servicios de limpieza, brindó su ayuda, sin regateos accedí gustosa pues la casa tenia fácil, más de tres semanas que no la limpiaba a fondo.

Desde esa tarde, llegaban los fines de semana muy puntual, con la niña pegada a la falda.

Su recorrido habitual iniciaba por la recamara de José Ángel, mi hijo, continuaba con la mía y el baño, la sala, el comedor y jardín, le daba alegría a todo el contorno.

Silbaba mientras regaba las plantas y explicaba su hija detalles de su trabajo como para distraerla y que no fuera a romper algún adorno.

En poco tiempo se fueron haciendo las dos indispensables en mi rutina de los sábados.

Danzaban entre el polvo brillante, iban y venían como dueñas del espacio.

Se retiraban cuando casi oscurecía dejando la casa solitaria, vacía, en silencio, y yo comenzaba a extrañarlas con una confusión que duraba la semana.

Un día llego sola, con la cabeza baja y de inmediato me atreví a preguntar por su hija.

No la pudo traer porque días antes decidió cambiar de domicilio.

Su marido le había levantado la mano una vez más, sólo que ahora, cuando el maldito se le aproximo peligrosamente con una linterna en la mano, la niña quiso defenderla y recibió de lleno el golpe en plena cara.

La mujer ofendida ya no pudo resistir más y a la mañana siguiente, a escondidas y con miedo, agarro sus pocos trapos y se fue a vivir con una de sus clientas.

Le aconsejé levantar una demanda, la visita con una trabajadora social, sólo que ya estaba harta de que nunca le habían hecho caso, así como las autoridades o su familia, y por eso, también me entere apenas ese día, seguía con su marido pensando que quizá, pidiéndole a Dios, habría un cambio, no en el amor, sino en respeto.

Nada le funcionaba, él siempre de holgazán, robándose el dinero que ella conseguía en su empleo, lastimándola, no solo con voces, sino con golpes frente a la niña.

¿Por qué no vas con las autoridades a contar tu caso?

Algo te dirán, que hacer, yo misma te acompaño.

No creo en esas gentes, repeló.

Cuando les pedí ayuda, me dijeron que ocupaban pruebas, que necesita llegar amoratada, con una costilla rota o con un diente flojo para que pudieran creerme y hacer algo.

Si revisaran a la niña, dirán que se cayó por traviesa, dirán cualquier cosa.

Esa tarde no quise que se quedara, le pague lo de la jornada y le pedí que se fuera al lado de su hija.

Quedamos en que la esperaba la próxima semana como siempre.

Pasaron varios sábados vacíos, varias semanas, no volvió con su hija.

Pregunte por la señora de la limpieza en donde imaginaba que podrían darme alguna razón, nunca más las volví a ver, nunca volví a saber de ellas.

A veces, salgo de la casa imaginándome que veré de repente sus figuras bajando de la calafia con rumbo a la unida habitacional.

En ocasiones, me quedo con la mirada fija largo rato, allá, a lo lejos.

Después de un tiempo inútil, cierro la puerta tras de mi e imagino el revoloteo de dos inquietas golondrinas que suben, bajan, que nunca se detienen.

Andrea Guadalupe. 


                                              Andrea Guadalupe.

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Las acciones reflejan quienes somos.


 

Tijuana BC Nov /009.    Las acciones reflejan quienes somos.

 

 

 

Vivir una vida ocultando, hablando a las espaldas y no de frente, no nos ayuda a crecer.

¿Qué vamos a hacer?

Hay muchas distorsiones de pensamiento que nos llevan a conflictos.

A veces, un hermano es más enemigo de otro que cualquier personaje.

¿A que me refiero?

Las acciones reflejan quienes somos.

He visto que cuando no les gusta, en vez de enfrentarlo, lo evitan.

Evitar no es una forma de accionar de gente con honestidad.

Por esto propongo la comunicación como un arte, lo cual exige que esto que esta se alcance en términos de virtud.

La virtud y el arte guardan una relación intima, porque el virtuoso es un artista y el artista es un virtuoso, así que aprender a comunicarse es una labor artística que trasciende lo científico o lo lógico que esto pueda tener en la psicología o teoría de la comunicación.

Además es una virtud en tanto que es algo que se alcanza de manera difícil e insistente con trabajo pesado, acompañado de paciencia y gratitud, cuando lo que esta en juego es hacer la unidad emocional y no sólo el interés personal.

Como cuando se tiene que ser políticamente correctos al comunicarse en el trabajo para conservarlo, lo cual muchas veces, significa ser hipócrita.

Un abrazo grande.   Andrea Guadalupe.

 

 

                                              Andrea Guadalupe.

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miércoles, noviembre 25

Pensamientos íntimos.

Tijuana BC Nov/009.  Pensamientos íntimos.
Mira mis ojos, te los dejo encendidos para tus miedos.
Nuestros sueños son palabras, escondidas en los silencios.

Me encuentro sin ti, paseando suspiros por callejones

Limpio mis sueños, para poder mirarte ya sin lágrimas

En las ausencias se funden las miradas y las caricias sueñan.

Madrugada fiel al calor de mi cama, siempre regresas.

Noches oscuras, largos son los caminos que recorremos.

Abro mi mano, libero mis caricias sobre tu cuerpo.

Soledad fría, fragilidad de sombra en tus respuestas.

Somos soledad que camina entre las sombras de sus silencios.

En la distancia, somos  amantes que abrazados, destilan sueños.

En un suspiro la noche detenida, sueña susurros.

Para soñarte necesito el silencio de las palabras.

El cielo llora sobre nuestros silencios en los recuerdos.

Andrea Guadalupe.



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Media docena de hermosas mariposas gigantes.

 

Tijuana BC Nov/009.                        Media docena de hermosas mariposas gigantes.

Sesenta y ocho grados de alcohol perfumado a manzana se deslizan por mi garganta, me prenden el esófago y caen violentos en el estómago.
El infierno no huele a azufre, sino a licor.
El  bar, taberna si se califica con extrema compasión, es tenebroso y desprende un tufo, el que envuelve a las almas que se acodan en la barra.
Me agrada esta decadencia que lo contamina todo.
Cierro los ojos, no quiero verme reflejada en el espejo que tengo enfrente.
Nadie me ha oído quejarme, ni cuando mi madre se fugó dejándome abandonada a los cuatro años; ni cuando mi padre, borracho de sufrimiento y alcohol, desahogaba su fracaso en mí con su cinturón de cuero.
No me quejé cuando a causa de un castigo mi cadera se quebró.
No probé quejarme cuando descubrí que el único sentimiento que despertaba era lástima, ni me quejaría luego, cuando mi vida, privada de cariño y de un trabajo digno, se convirtió en lo que es ahora.
A oscuras sueño, mi mente vuela suelta por lejanos parajes, por otros mundos, sólo que con la luz la realidad se vuelve cruel e insoportable.
Soy una virtuosa dotada de una aguda penetración, dibujo con palabras,  retratos de lo que veo al pasar, paisajes conocidos o inventados, siempre a lápiz, sin una gota de color.

 A veces la inspiración me llega incontrolable, y garrapateo sobre cualquier superficie adecuada para ser manchada, paredes, manteles, servilletas, camisas...
Es un latigazo en el espíritu que me reclama a escribir hasta que mi mano queda agotada, y los dedos se agarrotan, y el alma se me queda seca.
Entonces bebo para recuperar mi equilibrio, copas y más copas de licor.
Contemplo mi mano entumida y me siento virtuosa, creadora, aunque mis obras sólo reflejen panorámicas del infierno visto desde mi rincón de marginación y esté casi siempre delirante, de tanto en tanto, me siento artista.
El suelo se mueve con su oleaje inacabable bajo mis pies.
¡Oh! Amor, Cuántas veces te he soñado cómplice de viaje por este océano árido.
No sabes que te amo, me ha faltado valor para confesarte mi afecto hasta hace un rato, estaba demasiado sobria para que tú lo interpretaras como una muestra de mi humor abrasivo.
Me has mirado a los ojos con dulzura y me has sonreído.
Y yo te he seguido igual que un perro vagabundo seguiría a los límites de la tierra a la mano que se ha atrevido a acariciarlo.
Me ha costado advertir que era un juego, tenías que demostrarme que no soy una mujer, sólo, sólo soy un turbador refrito de humanidad atrapada a una masa inerte.
Te has reído de mis lágrimas, te has burlado de mí, me has dejado tendida en ese lecho, espectador de mi humillación.
 La puerta se ha cerrado tras de ti y yo he continuado llorando como una estúpida ilusa.
No esperaba mucho de ti, habría bastado un roce de tu piel para arrancarme del lodo.
Les has contado a todos mi vergüenza, ya no me queda dignidad ni orgullo, no has podido robarme nada porque nada tengo, salvo esta sed insaciable de inconsciencia.
El quinto vaso entra dulcemente por mi boca y me produce vómitos de amargura.
Regreso a mis dominios, al negro infierno al que viajo confundiendo delirio y realidad.
Mi vientre se abomba, crece, crece, crece, revienta.
He parido unas larvas bestiales y enormes que reptan por mi cuerpo deforme y me devoran insaciables.
No noto sus dentelladas arrancándome pedazos de carne, aunque sé que me consumen a grandes bocados, que lamen mis huesos convertidos en simple carroña. Luego las veo metamorfosearse en mariposas gigantes, con tres pares de alas formidables, rojas, naranjas, rosas, maravillosas.
Vuelan, revolotean alrededor de mi cadáver putrefacto.
Son unas mariposas hermosas, resplandecientes, elegantes.
Sus alas agitan el aire y producen música.
Yo las he creado, son hijas mías, he sido capaz de engendrar algo bello, algo que quienes ven, admirarán.
Soy quien engendro media docena de hermosas mariposas gigantes.
Andrea Guadalupe.


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martes, noviembre 24

Micro relatos para iniciar semana.


Tijuana BC Nov/009.    Un lunes negro.

Micro relatos para iniciar semana.

 

Aquella novicia se encontraba fumando un cigarrillo a escondidas al abrigo cómplice que ofrecía un hueco en la selvática buganvilla que viste de verde y malva la pared que se alza entre el último huerto del convento y la capilla, en el precioso momento en que el nuevo confesor, que había salido a estirar sus vigorosas  piernas bajo la luna llena, la sorprendía y un soplo de brisa fresca se levantaba estremeciendo los almendros en flor. 

 El joven sacerdote se acercó aún más a la muchacha, que sufría accesos de tos ocasionada por el humo del tabaco.

 Quítese ese mal hábito, hermana, y verá que no tarda en sentirse mucho mejor.

 Ayúdeme usted a quitármelo, dijo ella en un susurro mientras dos calderas liberaban la presión producida por su calor.

 Dicen que la luna sonreía cuando, al encontrarlos practicando las posiciones sexuales recomendadas por el Kama Sutra, la Madre Superiora se desvaneció.

 

Con la expansión de la onda sonora también llegó un intenso olor a metano.

Ella no dijo nada, tenía la boca llena y una lengua explosiva entre las piernas

 

Bien sabia yo que aquél iba a ser un lunes negro, quería  deshacerme de él en cuanto antes, así que busqué una farmacia donde pudieran facilitarme una de esas pastillas  del día siguiente.

Hace un rato que la he tomado, la trague con una taza de café caliente y desperté en este cuarto frío y extraño.

He perdido mucho pelo, se me han caído los dientes y mi cuerpo, frágil y marchito, tarda siglos en responder.

Sobre una alacena he encontrado una urna con el nombre de mi pareja en la base, está llena de polvo, alguien debería limpiar este lugar con mayor frecuencia, hay roña por todas partes, y la momia que reposa en la cama de al lado huele como si se le hayan cagado encima.

Iba a salir a formular una queja sólo que ha llegado esta enfermera anunciando que un señor de canas y con bigote ha venido a visitarme.

Dice que es mi hijo y se llama José Ángel.

Cuando he preguntado qué día es hoy, han respondido que martes.

Por eso yo sigo insistiendo en que me suministren una píldora del día antes, que llegar aquí tan de prisa ha sido un error por mi parte, que quiero volver.

Dios mío, cómo hago para volver.

Andrea Guadalupe.

 


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lunes, noviembre 23

Historias de Oct/ Nov.

 Tijuana BC Nov/009.    Historias de Oct/ Nov.

 

He estado fuera, ya estoy otra vez en mi rutina, en el rito, en el hábito.

He vuelto a mi mesa llena de asuntos por resolver, a los saludos de compromiso, a las explicaciones absurdas, a los comentarios innecesarios, al cansancio que llama otra vez a mi puerta.

Tengo que sacar tiempo para escribir y escaparme... tal vez a caminar  en las playas del pacifico,  porque deben saber que en mi ya lejana infancia, me regalaron una litografía  en la que había un atardecer en la playa, con el sol moribundo en un baño de sangre en el mar, las barcas seguras en puerto, y las siluetas de gaviotas en el cielo regresando a su refugio.

Mi padre me dijo que aquello era en el Pacifico,  Yo me quedé mirando el grabado  y lo guardé entre mis ilusiones y recuerdos.

Han pasado tres vidas y todavía la guardo  con  una carta de amor.

Cuando sueño con huir siempre imagino con hacerlo a las playas del Pacifico, a ese paraíso idílico.

 

 

Jann volverás, lo sé bien, será el día menos pensado, en cualquier año, volverás, lo sé. 

Y ese día reapareceré a tu lado, mirándote a los ojos, como si no te hayas marchado jamás, y  te contaré  historias de gentes que no conoces y de las calles que nunca hemos paseado y luego  te preguntaré si me haz extrañado, y sonreirás sin responderme y yo entenderé que sí, aunque jamás lo hayas hecho, aunque nunca me lo digas.


Entonces sentada frente a ti, volveré a contarte las mismas cosas de siempre; me hablarás de tus perpetuas búsquedas que siempre te alejan de mí, de los fríos amaneceres en tu soledad compartida, de las  interminables noches azules bañadas de estrellas que en silencio camine a tu lado.

 

Yo te hablaré, sin pudor alguno, de mi amor por ti y tú me hablarás de la vida y mencionarás, estoy segura, las estrellas que según tú aún iluminan mis ojos y por no callarnos terminaremos  divagando sobre los motivos que nos separaron, que ya casi tenemos olvidados, y por fin nos pondremos de acuerdo al celebrar,  que  la libertad es el más grande de los dones que al hombre el cielo ha dado.

  

Y ese día, por lo que digan tus palabras y las mías, por lo que expresen nuestros silencios y nuestras miradas, entenderemos que, a pesar de todo, son tantas las cosas que nos unen,  que tendremos la clara sensación de no haber desperdiciado la vida, y de saber que formamos parte de una perfecta y solitaria devoción.

 

 

La  habitación apenas estaba iluminada por el fulgor de la luna, se movió despacio para no despertarla,  el cuerpo de ella parecía más hermoso en la media luz. 

 

La amaba y aceptaba de buena gana las migajas de amor que le regalaba cuando se despedían  los calores del verano y se anunciaba el otoño  y ella se sentía vulnerable y vacía.  

Entonces era cuando reclamaba los besos,  las caricias y la pasión que había ido acumulando en los largos meses de alejamiento y desdén...

 

Se levantó despacio y se acercó al ventanal, en el cielo una hermosa y redonda luna iluminaba la noche; suspiró y recordó que el clima agradable agonizaba y que el frío traería junto a la rutina, otra vez, la indeferencia y la ausencia.

 

Miró la luna y luego la miró a ella, la curva de sus nalgas le salvó de la tristeza y pensó que no servía de nada lamentarse,  cuando a este octubre todavía le quedaban un par de horas de luna llena.

Se abrigó a su lado, la acarició y la amó hasta la aurora... y sin apenas darse cuenta amaneció en noviembre.

 

Tarde en llegar a su vida, sólo que cuando lo hice, le abrió las puertas de par en par, le recibí con mis mejores veladas y con el alma como recién estrenada.

 

Los rumores corrieron como la pólvora, aunque la única certeza que fueron capaces de probar, es que me había vuelto la sonrisa al rostro y un brillo especial a la mirada.  

 

¡No te atrevas a contestarme!, dijo él, levantando la voz y el dedo índice.

 

Y ella no lo hizo, recogió su ropa, contuvo las lágrimas  y se  marchó sintiéndose infinitamente ridícula

Le miró en silencio durante unos segundos que parecieron siglos,  se dio la vuelta y empezó a retirarse.

 

Y él se quedó allí, inmóvil, esperando una respuesta que no merece nunca.  

 

 

Lo veo cada tarde en el café después de la comida, siempre está solo, sentado en la mesa del  rincón, con su café sin empezar y el cenicero atiborrado de cigarrillos apagados a medio fumar.

Se  pasa el tiempo dibujando circunferencias con su cigarro en el fondo del cenicero, con la mirada concentrada en el movimiento de su mano.

Algunas veces  se para, saca un lápiz del bolsillo, escribe algo en una  servilleta de papel,  mira al techo como intentando encontrar la palabra adecuada, otras veces niega con la cabeza y tacha con rabia lo ya escrito, cuando termina dobla la servilleta  con cuidado  y la guarda en  su valija de piel.

Hoy lo he visto con aire triste, preocupado,  hablando con la empleada, nervioso, suspiraba por haber perdido la cartera:

Había escrito mi vida en esos papeles y los he perdido.

Lo peor es que ya no recuerdo lo que decían, ya no recuerdo lo que  soñé, sólo que lo había escrito.

 

 

 

Andrea Guadalupe.

 

 


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domingo, noviembre 22

Dios no quiera…

Tijuana BC Nov/009.   Dios no quiera…

 

Hola, entro por unos minutos a visitarlos,  para tomar  algo de leña con que alimentar el fuego del cariño, el verdadero hogar, el del corazón, donde sólo yo puedo entrar dentro de mí, donde yo soy yo, donde reside mi auténtica realidad

Lugar intemporal, donde el alma se alimenta, donde la plenitud es real… plenitud que se siente en el corazón y su ausencia la llora el corazón.

Las comodidades hacen más fácil la permanencia en este lugar aunque no son la felicidad.

He estado fuera, en la calle, las circunstancias me han obligado a caminar entre las ventiscas y el frío de este noviembre en Tijuana BC,  sólo que llego la hora de regresar.

Me he desprendido de la ropa húmeda que me entume y cansa, me rodea un suave y tierno calor reconfortante, agradable y reparador.   

Es el cariño que me rodea, está un poco apagado, solo quedan unas brasas, no importa, lo avivare.

Añadiré de esta leña nueva y soplaré poco a poco sobre estas brasas armonizando mi soplo con mi respiración y poco a poco las brasas se van avivando y aparece de nuevo una llama cada vez más poderosa y el calor se va sintiendo y comienza la danza del cariño calido, cambiante, nuevo, la luz se hace más intensa, se oye el crujir de la madera en combustión… toda la habitación se llena de vida, de presencia, de animación

Es una grata sensación, cariño que no pregunta ¿dónde has estado?, ni, ¿de dónde vienes?, ni ¿que has hecho?

Es su naturaleza; tú te acercas y sientes su calor, su luz, no pone condiciones, en su proximidad  sientes "entusiasmo".

Es otro mundo, no se puede comparar.

El calor es una sensación que no tiene nada que ver…Por supuesto que el mundo de fuera sería mucho más acogedor con un poco de cariño.

Yo se que afuera, son malos tiempos, es un mundo muy frío humanamente hablando; los corazones están helados, el mundo es muy incompatible.

Es duro subsistir porque hay mucha gente perdida que un día, abandonó el  hogar de su corazón, se perdieron y poco a poco su humanidad se fue enfriando.

Tuvimos que abrigarnos con nuestros egoísmos, arroparnos con nuestros logros, defender nuestro terreno creando nuestras propiedades…

En mi corazón puedo desnudar mi alma, sólo que afuera desnuda no duraría ni un minuto, me congelaría.

Existen fracciones muy afortunadas donde la vida es fácil; otros son muy miserables, llenos de pobreza y necesidades…sólo que donde quiera que mire veo unicamente seres humanos como yo.

Y entiendo la frase "¿como puede estar el pez sediento dentro del río?", cuando veo a gente verdaderamente triste.

Y si hablamos de este mundo pequeño que soy yo, les confesaré que puedo vivir hacia afuera como un ser humano más, compartiendo lo cambiante de este mundo; consciente cada segundo de qué es lo que verdaderamente esta pasando en mi corazón y vigilando para que la llama del ser no se apague ni un segundo, porque es ahí donde está la verdadera razón del ser. .

Y Dios no quiera que tenga la oportunidad de comprobarlo, pues pienso que la sensación que aporta el calor de un cariño es la misma en una humilde hoguera, debajo de un puente, que la de una chimenea lujosa en un palacio.
En mi próxima salida dejaré el fuego con la suficiente leña, para que cuando vuelva siga encendido.

Me abrigaré todo lo que sea necesario, saldré a la intemperie y con una sonrisa caminaré por las calles de mis obligaciones en un helado día de noviembre, esperando que quizá un día sea primavera.
Y me sentiré feliz por saber donde está mi corazón, por poder descansar cada día en él.

Y sentiré una inmensa gratitud por quien me enseñó a encender su fuego.

Y si se me hace tarde por entretenerme demasiado en los inconvenientes de estás calles heladas, no me importará si cuando llego hasta ustedes, el fuego del recuerdo está en las últimas, porque volveré a encenderlo y la casa volverá a hacerse acogedora.

Dios no quiera que me pierda vagando a la deriva como  pobre indigente que olvidó donde está su hogar y me quede entumecida hasta que llegue la primavera.

 



                                              Andrea Guadalupe.

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