lunes, diciembre 27

Por derecho de comunidad…



Diciembre 2010.  Por derecho de comunidad…

A pesar de haber nacido en el Estado de Veracruz, cerca de la ciudad y puerto, deje todo atrás y vine a radicar a Tijuana Baja California.

Aquí he podido aprender y comprender el influjo de la frontera, elemento esencial tanto como el árido entorno, que representa el tono del lugar que es percibido a través de los modismos e inflexiones del lenguaje, como mezcla de idiomas en su búsqueda de hacerse entender en ambos lados de la línea, aunque también como silencio, introspección frente a la naturaleza desnuda y deslumbrante que engaña a los sentidos.

Su influjo fronterizo se sitúa en un espacio diferente al resto del país, es una aridoamerica que funciona como espacio abierto, diverso, poli cromático, que sirve de punto de referencia, que, desde estas soledades elabora un sermón de profeta en el desierto, sólo que igualmente complejo en su carga de memorias, en sus visiones bajo el sol diurno del verano y sus noches invernales que congelan el animo.

Aquí, he aprendido a desarrollar una narrativa fronteriza como representante del proceso hibrido, es decir una crónica de la migración, de una sociedad que no es tradicional ni moderna, sino una mezcla de modos de vida, de actitudes y objetos reciclados, olvidando de esta manera que mi narración es un dialogo permanente con las circunstancias de mi vida, de la que he aprendido reglas y rupturas, conversación de quien escribe con sus fantasmas, creando así, un manifiesto sobre la realidad y un imaginario que puede reforzar o criticar su propio entorno.

En mi narrativa describo y descubro la frontera, más urbana que el desierto, porque el espacio urbano permite inventariar zonas, actitudes, modos de vida, metamorfosis que colman de experiencias la practica de la escritura, destacando su historia, su tradición, creando así un territorio de una leyenda colectiva.  

Presentando la frontera como espejo, que sirve para comparar lo que queremos ser y lo que realmente somos.

Una narrativa donde una y otra vez, entre líneas o en forma literal, marco los rasgos del ser fronterizo, lo cual se asume como enseñanza de la historia y lo social, rasgos que se han confeccionado en este espacio, en esta franja donde lo más terrible y lo más maravilloso, puede suceder a la vista de todo el mundo.

Narrativa que reclama lo que le pertenece, sus contradicciones, sus paradojas, que se sitúa entre realidades imaginarias, que se alimenta de la frontera y el desierto, de lo local y lo global, de lo antiguo y lo moderno, de lo urbano y lo rural, de lo latinoamericano y lo anglosajón, de lo aislado y lo progresivo, de lo nómada y lo sedentario, de lo propio y lo ajeno.  

Narrativa que apenas empieza a contar lo que somos, lo que queremos ser.

Geografía de palabras, donde lugar e historias son discursos no excluyentes, en donde la frontera se traza como vida en marcha, como tiempo para soñar.

Un espacio donde residimos migrantes y nativos por igual, tierra de nadie, que es de cada uno de nosotros por derecho de imaginación, de expresión, por derecho de comunidad.

Desde Tijuana BC, alfa y omega de la patria, mi rincón existencial.

Andrea Guadalupe.  

                                             

El amor no existe…


Diciembre 2010.   El amor no existe…

Baila el viento un vals con la hojarasca, ahora que los arboles se quedan desnudos, como sin vida, recuerdo el movimiento de las olas en sus copas.

De la memoria extraigo mi amante mar y encuentro ahí el repetitivo eco horizontal de sus orillas.

Cierro los ojos e imagino su grandeza, el resplandor gris y la espuma en un insaciable debate, y al abrirlos, miro la hermosa danza de los arboles, el parpadeo oro y sepia.

El flujo y reflujo de la muerte y la vida, el sufrimiento y el consuelo, el poder y la clemencia, el tiempo y la eternidad…

Así como la vertiginosa agua del torrente no vuelve atrás, ni se detiene jamás, porque las que vienen atrás incitan a las que van delante, así también la cadena de acontecimientos, observa la rotación perpetua del destino, cuya primera ley es mantenerse fiel a sus resoluciones.

Ahora con el paso del tiempo y el paso de los años, en equilibrio y sin la hipocresía recurrente del querer quedar bien, o en seguir las normas sociales, sin los oscuros tapujos del miedo o las afiladas púas del prejuicio, mi ser, tiende a confiar en la entrega, en el cariño, y el bien estar que me provoca, se convierte en fortaleza.

Porque encuentro que la confusión tiene sus raíces en el auto castigo, en una enigmática necesidad de lastimarnos.

Ordinario y recurrente el dolor nos hace sentir con vida, sólo que rechaza considerar que el placer, sea únicamente la felicidad del estrés, que después busca alivio en una copa, cigarros, pastillas, drogas, piercing, un látigo imaginario…o en un amor torcido.

No puedo permitir que la entrega, el cariño y mi equilibrio emocional se derrumben, cuando veo como se deshacen mis expectativas.

Exigente como idiotamente aprendí a ser, no quiero ver que la existencia tiene que ver más conmigo misma y mucho menos con la vida de quien nos rodea.

Dejar atrás una vida insignificante, apagada, triste y oscura, es salir de una existencia opaca, es sobre todo alimentar las carencias emocionales con caricias y abrazos, palabras dulces, como las que recibíamos en el tibio seno materno, el amor no existe, existen sólo los actos de amor.

Identificando la fuente de dolor y actuando sobre ella, así, nada se convierte en auto destructiva frustración, respetuosos actos de hipocresía o malestar existencial.

Estoy convencida de que no existen seres fracasados si cuentan con amistades.

Y que sólo una mujer extraordinaria puede devolverle la belleza del ángel de la niñez a la humanidad.

No soy una persona fácil, aunque a veces se me suele asociar con quienes si lo son.

Habitante común y corriente, como cualquiera, paseo mis penas y culpas cuidando siempre que no abonen más el ambiente enrarecido, alejándome siempre de los sitios donde la perra maldad hace de las suyas.

No pretendo molestar al mundo, es más, ni siquiera llevarle la contraria.

Sólo soy una mujer ordinaria, con deudas, amores perdidos, ropa por planchar, que también sabe que la magia de la literatura nos salva del basurero donde se anuncian a los cuatro vientos, los evangelios del consumo.

Lastimosos apostolados del consumismo voraz que generan la degradación, la drogadicción, y la prostitución.

Sin ser una persona dura, aunque tampoco me considero una nena delicada, me dan nauseas observar los crueles y sangrientas ejecuciones de civiles, sobre todo de niños y adolescentes en nombre del conflicto bélico, sin descartar los estúpidos daños colaterales que suman los ¨Ejércitos¨, incluyendo el mexicano en su guerra perdida contra el narco trafico.

Mientras los políticos sigan predicando sus mentiras superfluas, los sacerdotes enseñando que la vida esta en otra parte, y los educadores imponiendo su lastimosa injuria pedagógica, los latigazos del ultraje terminaran por hacer creer que la felicidad esta ligada íntimamente a la depredación consumista y por lo mismo, a la normalidad de las guerras, con sus intereses, xenofobias y materias primas involucradas.

No pretendo molestar al mundo, es más, ni siquiera llevarle la contraria, sólo sucede que después de haber sobrevivido a sus agravios y seducciones, ahora sé que detrás de esa apariencia cómoda, consoladora, crediticia y casi maternal, que nos venden caro la modernidad, se esconde un asesino que ya hace tiempo dejo de ser silencioso, para pasar a ser insolente, irrespetuoso, egoísta, cruel, que, además, no hastiado de tanta sangre que consume, sonríe como un santo y en la primera oportunidad es capaz de inventarse pesadillas, para luego, hacerlas realidad…por no decir que sacrifica a quienes componemos la sociedad, justificándose en sus avaricias económicas, para así garantizarse una vejez de poderío y pedofilia.  

No soy una escritora difícil,  aunque a veces se me suele asociar con textos que si lo son.

Tengo en la mano una taza de café, el ambiente se encuentra aderezado con el delicado influjo de esa refinada estridencia del terso silencio del agua nieve.

Armonía que revela el mutismo luminiscente de esa sinfonía en blanco, que a lo largo de mi existencia invariablemente me transporta a mis sueños, convirtiéndolos en tibio invierno para beberlos lentamente, embriagándome de luz y volver al éxtasis del amor primero y recuperar el paraíso perdido, porque sé que el oficio de la nieve arder: Agua nieve, Agua ardiente.

Delicado abrigo de calor, noche buena en el invierno, paseo alegre dentro de mi casa rodante, la bondad de la narrativa se convierte en el único pasaporte para sobrevivir.

Pasando las hojas en las horas, dejando atrás las letras para que los ojos descansen en el espíritu de la palabra escrita, donde los argumentos se vuelven palabras dulces: Sentada junto a la ventana, buscando purificar los sentimientos de inocencia y sencillez que busco con pasión, y creo risueña que podría sentirme en paz en este mundo.

Enlisto, recordándoles a quienes padecen de amnesia, que falsear, deformar, desvirtuar, es una arma de uso habitual, simular a sentir una cosa, pensar otra y decir una más, que nada tiene que ver con las anteriores.

Como quienes llaman prudencia a su miedo.

Como quienes callan cuando debían hablar.

Como quienes creen que es mejor la servil conducta de obedecer, antes que reflexionar en la orden.

Como quienes domestican su obediencia mientras satanizan la rebeldía.

Como quienes exigen que respeten su ignorancia.

Como quienes se arropan en la indigencia, porque tienen frio en la dignidad.  

Como quienes establecen la miseria y luego reparten los panes.

Como quienes disminuyen a los otros para verse más altos.

Como quienes mienten con el convencimiento de la verdad para establecer una mentira publica.

Como quienes fabrican abrigos y necesitan el invierno para poder vender.

Como quienes fabrican armas y hacen la guerra para tener mercado.

Como quienes inventan necesidades para alcanzar el éxito.

Como quienes construyen y destruye para obtener ganancias.

Como quienes hablan con idiotas para sentirse inteligente.

Como quienes confunden el sexo con el corazón.

Como quienes hacen soportable su infierno.

Como quienes son felices haciendo infelices a quienes les rodean.

Como quienes prometen sabiendo que no cumplirán.

Como los policías y soldados que avivan las pasiones para alimentarse de ellas.

Como quienes…

El lenguaje ha sido corrompido, prostituido, para que las mentiras suenen como verdades y así, una no tenga la capacidad de comprender la realidad.

No teniendo nada valioso que decir, perdido ya el espíritu de la nobleza a causa de su sacrificio por lo materia medido en ganancias y pérdidas, la cascara de la verdad, la encubre con su brillo en la premeditada mentira.

Llegan a mi mente las palabras: Sólo se desesperanzan las esperanzadas, sólo se desilusionan las ilusionadas.  

Documentar los ánimos en estas condiciones sociales, donde no se sabe en que parte se encuentra la verdad que resume del albañal de mentiras, puede ser sólo algo favorable al mantenimiento de la confusión.

A la enorme, desconcertante, degradante y obtusa confusión.

Hace tiempo, solía repetirme: Soy libre, si, sólo que únicamente cuando puedo mostrar mis debilidades sin que las utilicen para darme en la cabeza con un hacha.

Ahora que los esfuerzos se encuentran en el punto de seguir así o cambiar, de continuar en el laberinto de lo perjudicial o abordar la existencia como una oportunidad favorable, la palabra crisis significa cambio, debo tomar la invitación a la verdad, a la vez que me armo de valor y nobleza.

Es evidente, las cosas están mal, tus cosas, mis cosas, las cosas de todos.

La clase empresarial, la creyente, la política, la magisterial, la clase amaestrada por la anterior, la primera clase, la clase sin clase. ¡Todos!

Y no es necesario asomar los cuernos por la ventana, echar una mirada alrededor para que el desconcierto existencial de la realidad se estrelle contra nosotros.

Sola, desinflada, cojeando, insistente, avanza con sus lodosas ruedas de dramas.

Nos ha alcanzado el cinismo, se nos ha puesto de frente la contingencia y, así, como la realidad en marcha, nos ha rebasado la catástrofe.

¿Cómo estaremos de los triglicéridos del sedentarismo para que esto nos suceda?

Puentes caídos, calles navegables, carreteras destruidas, vados infranqueables, micro casas, utensilios hechos para desintegrarse, como las piezas de los carros o de los refrigeradores, el pago de la luz y el agua que se multiplican, el salario que no alcanza, las políticas abusivas, funcionarios que no funcionan, servicios que no sirven, engaños educativos, la juventud en baba, los adultos repitiendo sus estupideces, el mundo en una queja estereofónica.

Entre esto y aquello, el desenfado alcohólico, el cumplimiento toxico de los días, la neurosis social buscando y encontrando su fuga.

Abro el periódico, leo los acontecimientos que como un huracán trasquilan la esperanza, desatornillan y arrastra a la corrupción al más jodido.

¿Es esta la aceptación sin restricciones de la podredumbre de nuestra condición humana?

Podría decir que si, aunque digo que no.

Y, aunque algún despistado diga que tampoco es para cortarse las venas.

No debe ser el ser humano, por más que quiera, por más que pueda, ponerse al servicio de la mentira, el auto engaño y la crueldad.

No se si estoy enfadada, dudo entre las dudas, he visto escrito en el viento una alternativa. 

Las luciérnagas se han arrancado sus alas para viajar en mis zapatos.

Mi piel se ha vuelto resbaladiza, mi mente ha aprendido a esquivarse.

Se rumorea que ha nacido el amor, la libertad de aquellas palabras que no saldrán a la luz brindan por su secreta sinceridad.

La música me besa los labios, inmóvil controlo la efervescencia de mis venas, quiero comprarme el vestido de ese maniquí, justo ese, en esa talla.

Soy un capricho del destino, al releerme descubro que por fin he tocado fondo.

Desde BC, Un cálido abrazo  que en este clima, es envidiado, anhelado, buscado, deseado en este rincón existencial. 

Andrea Guadalupe.   

                                              



domingo, noviembre 28

A través de ustedes…


Noviembre 2010.  A través de ustedes…

 

He leído con atención sus comentarios, me han hecho ruborizar, soñar, sonreír, y hasta soltar más de una lagrima, al igual que una gran pregunta…

  En mi alma de mujer que escribe por catarsis, ¿qué arrastro?   

Acarreo todas las preguntas, en espera de todas las respuestas.    

Cargo, por decirte algo, la caricia feliz en la mejilla de mi muñeca de trapo, y el recuerdo imborrable que me obsequió la luna de octubre, así como la taza de café que compartí con una noche sin sueño.  

Traigo el instante en que vuela el colibrí de la ilusión y que es el momento eterno de la tibieza de Dios.

Cargo, en un collar de lágrimas alegres y en mi pulsera de diamantes tristes, el salto precipitado de un relámpago que se alimenta, de flor en flor, hasta llegar al sol.

Por eso tengo entreabierto el corazón por un poema y llevo así, resplandeciente, la dignidad elogiada de la humanidad.

Cargo el tiempo como un descubrimiento, cuando alguien me espera, además de la ternura en la conversación de quienes me rodean.

Llevo todas las carencias del Misal y los aretes de tulipanes  plata  que me regalaron un  día  y la fe como un armario divino que se reparte y otras curaciones de la belleza. 

Llevo en la piel el canto húmedo de mis hermanas las sirenas, con las cuales soñó Homero en su travesía por las estrellas. 

En la mano una taza de café,  y un abrazo en el alma  que despierta con tersas caricias sus alas de mariposa.

El recuerdo en la mente  que me recuerda que a todas, el amor nos hizo, es decir la eterna fidelidad de ser hijas de otras hijas.

Y  una sonrisa de alegría que se regenera en cada entrega...

 Llevo, eso llevo… o debería llevar en el alma, una niña, cuando…después de todas las adolescencias de la vida…observo a través de ustedes,  en lo que se ha transformado mi existencia.

Desde BC, donde sus comentarios me han hecho ruborizar, soñar, sonreír, y hasta soltar más de una lagrima en mi rincón existencial. Andrea Guadalupe. 

                                              

 


martes, noviembre 23

Por no saber contar hasta diez.


 

Noviembre 2010.     

Pido razones al sueño por hacer que me levante al amanecer.

Y al agua fría de esta mañana por humedecerme el alma hasta los huesos.

Pido explicaciones al tiempo por obedecer los pronósticos de lluvia.

Y a mi mano tibia por calentar con la plancha la ropa que uso bajo el abrigo.

Pido explicaciones al café con galletas por creerse desayuno.

Y disculpas a la prisa por hacerme salir de prisa.  

Pido razones a la gravedad por el peso de mis pecados que se carga mi existencia.

Y a los charcos por ser un obstáculo que hay que sortear.

Y a la idea de que mientras menos use el pick up, y más los músculos, mejor me mantengo.

Pido justificaciones al chofer que tambalea tardíamente el colectivo, a los semáforos por no sincronizar mi caminar.

Pido disculpas, en general, por el camino que me lleva a mi centro de labores.

Y razones a mis compañeros que se presentan a sus trabajos, por fingir un malhumor contra el clima, contra los patrones, contra la rutina, que se les está haciendo carácter.

Y a los administradores que hacen valer con sus actos sus ideas.

Y a los jefes que los atienden porque los entienden.

Y al sistema laboral que los escucha porque les va a hacer caso.

Pido disculpas por este desplante, por las ofensas que dispersa la verdad.

Y pido justificaciones por ser tan verdadera, y también por a veces no dar con ninguna.

Pido, si aun la humildad guarda algún favor para mí, mil justificaciones por no saber contar hasta diez.

Desde BC, con tardes lluviosas y fríos días sin sol, caminando solitaria con rumbo a mi rincón existencial. Andrea Guadalupe.


                  

 
 


domingo, noviembre 21

¿Sabes amor?



      

 

Noviembre 2010.   ¿Sabes amor?

 

A pesar de la eternidad, en esta vida todo dura demasiado poco.

Y ahora que somos como un cigarro que le quema los dedos a Dios, debería dejar por un momento los recuerdos y las reflexiones para contarte lo que me haces sentir.

Cuando pasé a tu lado la experiencia de conocer tu mundo, al despedirnos, en la voz quebrada al sepáranos, yo escuchaba  el mar…

Paradas en el andén, recordarás que cerré los ojos, y nos despedimos con un beso que hasta hoy, ha servido para salvar a mi corazón humano.

En el ir y venir de este tiempo, las olas han me murmurado: "Desandarás lo andado y lo volverás a recorrer la danza de tus pasos".

Hay poemas que no necesitan el pecado de estar tristes.

Hay poemas que ponen versos a la liviandad.

Hay poemas que son como fotografías, ecos de luz que hacen de la oscuridad algo resplandeciente…

Algún día, cuando me convoquen a declarar mis actos, presuntuosa diré: "Si estuve a su lado, es porque me abrió la puerta".

Te estoy agradecida, mi recompensa en tu abrazo se encuentra intacta, pues guarda la contextura de los amuletos de la juventud, Morrison, Serrat, Zorba, en el desahogo inmenso de tutear la dicha y le atribuye un sentido transparente a la existencia.

¿Sabes amor? Como los espejos, el mundo está lleno gente.

A unos, la televisión, que ya no refleja la realidad, sino que la crea, los hace visibles; a otros, los más invisibles, el robo o el crimen les regala rastro o rostro, según sus restos o sus arrestos.

Medito y digo…Tiempo postmoderno, vivimos un largo eco de imágenes.

Lejos del origen, cercanas al final, la simulación y la copia se multiplican.

Incapaz de analizar, ahora sólo puedo repetir…Los espejos están llenos de gente.

Los invisibles nos ven, los olvidados nos recuerdan, cuando nos vemos, los vemos.

Cuando nos vamos, ¿se van?".

Cada día, leyendo los diarios, viéndonos en televisión, asistimos a una revelación y a una ocultación.

Tanto los diarios, como la refracción, cualidad que tienen ciertos cristales de "duplicar" las imágenes de los objeto de la televisión, nos enseñan por lo que dicen y no dicen, por lo que callan o cantan, por la tinta que aprovechan y por la  luz que desaprovechan. 

La existencia es una paradoja andante, la contradicción le mueve las piernas.

Quizá por eso sus silencios dicen más que sus palabras y con frecuencia sus palabras revelan, mintiendo, la verdad.

Tengo, ante mis ojos, tus palabras, en mis manos que acarician y acariciando escriben, recibo y leo,  y lo que leo es fuente de alegría de lo que fluye y fondo de lo que no se cuenta… y cuenta cómo se cuenta la novela que forjas en mi vida con esa música que siempre nos lleva lejos, echaremos a navegar de nuevo nuestros sueños al horizonte.

Desde BC, con días  nublados, con sus tardes plenas de melancolías, brumosas y tristes sin ruido y sin sol, con las nubes en calma, recuerdos y sueños en giros confusos invaden el alma en mi rincón existencial. Andrea Guadalupe.

                                       

sábado, noviembre 20

Cuando los recuerdos acuden a mi mente,


Nov.2010.       Cuando los recuerdos acuden a mi mente,

 

De mañana, la niebla asciende del mar por los acantilados.

Sube, blanca y algodonada, al encuentro de sus hermanas las nubes, colmadas de sueños de húmedos pastos y ballenas.

Y más tarde, las lluvias que mojan, chubascos que esparcen esos sueños.

Entonces las grandes brumas ansiosas se espesan en el cielo cargado de saber, y mis ojos que no pierden de vista el océano Pacifico desde lo alto de las rocas tan sólo ven una mística blancura, como si el borde del acantilado fuese el límite de toda la tierra, y las campanas de las boyas tañesen libremente en el éter irreal.

Los peñascos se elevan con arrogancia, altos y curiosos, mirador sobre balcón, hasta el de Salsipuedes, que se recorta en el horizonte como una nube gris y helada por el viento. Desolado, sobresale una punta en el espacio ilimitado, ya que la costa tuerce bruscamente allí donde desemboca la playa de Saldamano,  después de dejar atrás el medio camino.

Las gentes marineras del puerto, miran hacia ese acantilado como miran otros hacia la estrella polar, forma parte del firmamento, y, en verdad, también desaparece cuando la niebla oculta las estrellas o el sol, sienten cariño por algunos acantilados…

Desde esta tarde fría y de bruma, veo en mi soledad al atardecer, cuando se abren las puertas a los recuerdos, repetidos y nunca los mismos.

Aparece ese momento en que la sangre siente como caduca el resultado, y una no canta lo perdido, reclama lo olvidado.

Y no lloro, es el humo del abandono el que hace saltar las lágrimas.

Voy caminando al lado de mi padre, pues iremos esta tarde a la función de cine.

Nos rodea un silencio que nos cierra la boca y mueve con alegría los ojos.

Con alegría por llegar a la densa oscuridad de la sala, nadie respira  para no desencantar el milagro de proyección.

El Cine Reforma, con sus interiores rococó, es con el cine Isabel, lo más elegante de la ciudad.

Ahí, en esa iglesia de sombras y rayo divino, es una fiesta y nosotros sus fieles oficiantes. El amarillo olor de las palomitas y los sorbetes rituales de la soda y sus hielitos dan la bienvenida.

Entre risas y tropiezos tomamos por asalto las butacas.

Mi padre, tipo serio y  mal encajado a la vida, comparte esta toma merecida.

Y, como un sueño colectivo, la función transcurre.

Es como viajar en el tren o en el autobús y ver en familia el mismo paisaje... No lo sé, quizá no sea así.

Y como truco de principios de siglo, se incinera la película dando la señal para la rechifla y el alboroto, el arguende y el insulto; algunas gargantas sueltan el clásico: Cacaro…

Así reinicia la película en el reino de la oscuridad.  

Al final, después de expulsar los demonios en bendita solidaridad, espacioso y desolado queda el  templo que cobijó por unas horas en sus tibias sombras al gentío del barrio y sus  arrebatos de dioses famélicos. 

Tal vez todo esto viene a mi mente porque a veces los recuerdos que flotan en las brumas de las tardes frías, me suenan a lluvia, y me hacen mirarme un poquito dentro, a través del cristal…

Desde BC, mi alma es una lámpara que se apagó y aún está caliente en mi rincón existencial.

Andrea Guadalupe.

 

 

 


                                                    

 
 


viernes, noviembre 19

El tiempo todo lo destroza, todo lo deshace.


 Noviembre 2010.  El tiempo todo lo destroza, todo lo deshace.

 

 

Iba caminando por la calle, como si fuera la senda de mi vida, esa vereda mal tratada por las lluvias y las raíces de los árboles, cuando dos niños, inocentes retoños de un futuro prometedor, me dijeron, sin intentos de ofender: Hola Doña…

¿Será por eso que me enojé, no, es mucho más.

Favor de abstenerse de llamarme exagerada, porque es verdad, abrieron una herida difícil de sanar.

Ayer noté que el cajero del supermercado me miraba y me hablaba de tú a tú con confianza.  

Antes, hubiese pensado que le gustaba.

Ahora, solo puedo pensar que me está mirando un hombre con una vida por demás irónica,  pues todo el pelo que  le faltaba en la cabeza, le sobresalía por la nariz y orejas.

Llegue a imaginar que si juntara en una bolsita todo lo que se cortara de las orejas y nariz, podría taparse la prominente calvicie.

Si bien la edad no nos restringe de nada, en ocasiones, destilo olor a naftalina, y mi Rexona si me abandona.

Ya no es lo mismo, el tiempo pasa, me estoy poniendo vieja, dejo de escribir, me duelen los dedos.

Me pregunto si será artritis…

Realmente han pasado años, sólo que el tiempo es engañoso, pues depende de algo que no puedo explicar del todo.

A veces lo siento como algo que apenas acabara de ocurrir hace una semana, como cuando en mi juventud, iba de regreso a casa y recorría los mismos lugares donde acostumbrábamos encontrarnos.

tengo la sensación de que en realidad han sido muchos años los que han pasado entre hoy y aquel lejano pasado; tal vez una vida entera.

Me parece no ser la misma, me parece estar distante, tener recuerdos de otra vida, de otro entonces, recuerdos que me pertenecían aunque hace mucho han  dejado de ser míos.

Me asaltan imágenes de un ayer distante, o de un ayer que parece no tan distante, y quiero correr hacia su encuentro, como si todo fuera tal y como entonces solía ser, como si no hubieran pasado ya infinidad de momentos,…infinidad de años.

Alguien me dijo que el tiempo todo lo destroza, todo lo deshace.

Eso fue hace unas tardes, una tarde que salí del trabajo caminando y buscaba un colectivo que me llevara cerca de mi casa rodante, pues se me había hecho tarde.

Un hombre me paró y me contó la historia más triste del mundo.

Me entretuvo mucho, no me atrevía a irme porque tal vez mi sola presencia, o el hecho de que alguien lo escuchara le brindaba algún tipo de consuelo.

Y por más pequeño que éste sea, un consuelo nunca debe negársele a nadie.

Me preguntó si no sabía dónde estaba la planta procesadora de atún, y le dije en qué dirección se encontraba, aunque que aún estaba muy lejos, tal vez a un día de camino.

Su apariencia era humilde y su acento extranjero, sólo que no me daba desconfianza, comenzó a decirme la razón de su búsqueda, un poco desalentado después de saber que aún le quedaba un largo camino por recorrer: era un indocumentado de Centroamérica que había tratado de llegar a los EE UU, nada más que lo detuvieron en la frontera y le quitaron todo lo que tenía.

No sé cómo fue a llegar a esta parte del estado, sólo que por conocer de la pesca, le dijeron que tal vez podría encontrar algo de trabajo en la planta procesadora.

Así caminó hasta llegar a aquella esquina donde me encontraba.

Había pasado por mucho: su familia se moría de hambre muy lejos de ahí, y él mismo se moría de desesperanza sentado junto a mí; no sé qué lo mantenía vivo ni caminando.

Me pidió algunas monedas para comprarse un pan, porque hacía dos días que no comía nada. Le di lo poco que traía, ojalá le pudiera haber dado más; me acababa de gastar diez veces lo que le di en algo estúpido, y me sentí muy mal por eso.

Me dio las gracias más sinceras que en mi vida he escuchado, con una muy tenue sonrisa y unos ojos enrojecidos, jamás me han dado las gracias así.

El tipo se moría de hambre, de cansancio, tal vez hasta de desesperación, sabía que no podría pagarme lo que le acababa de dar, así que era una vergüenza extra, y aún así fue lo suficientemente cortés para agradecerme lo poco que ayudé.

Mientras se retiraba echó una última mirada al largo horizonte delante de él, escondido entre una multitud de barcas en el mar y gaviotas en el horizonte, y me dijo: "el tiempo todo lo manda a la mierda".

Ahora, sentada en la misma esquina, aunque esperando otro colectivo  por aquellos rumbos, me dio por pensar lo mismo.

Me fui a encontrar con mi destino.

Había concretado con él una cita desde hace tiempo, y ayer pensando en ello no pude dormir.

Me desperté temprano, me alisté y salí a la calle dispuesta a presentar mis trabajos de narrativa y pelear un lugar.

Llevaba una falda larga de mezclilla, una blusa de algodón, una chamarra abrigadora, y tenis viejos.

Así caminé lo que me pareció una eternidad hasta que llegué al lugar indicado a la hora pactada.

Había más gente ahí, gente con la misma inquietud que traigo desde hace muchos años.

Me fui a encontrar con mi destino, con miedo a que me haya dejado atrás.

Quise verlo de cara, tomar el valor que todos estos años nunca tuve para hacerle frente y así lo hice.

Quise verlo una última vez para ver si aún me quedaba, para ponérmelo como un guante y ver si mi mano aún se amoldaba a él o ver si había cambiado... y cambié.

Como era de esperarse mi destino no me quedaba más, no me esperó ni me perdonó todas esas malas decisiones que me hicieron perderle de vista desde aquella vez cuando, sin darme cuenta, tomé un camino diferente al suyo.

Comprobé que eso ya no era para mí, que el maldito tiempo me había dejado atrás y que ya nada se podía hacer.

Regresé derrotada, con mis cuadernos bajo el brazo, sólo que satisfecha con la pelea.

No lloré, porque esta vez no me quedé de brazos cruzados sino fui tras él.

Comprendí que no soy la primera ni la última infeliz que se ha quedado sin dirección.

Ahora no tengo idea de a dónde ir, aunque al menos tengo idea de a dónde no puedo ir, suena extraño, sólo que hay algo tranquilizante en todo el asunto.

Celebro mi derrota con una taza de café amargo en la mano y las estrellas sobre mi cabeza.

Hoy llovió desde la madrugada.

A mitad de la tarde la lluvia cesó de súbito, por completo, y comenzó a hacer un frío hermoso, salí del trabajo y me fui caminando como siempre.

Al principio me calaba el frío, aunque después el mismo ritmo de mis pasos me hizo sentir calor, ahí estaba, caminando cabizbaja, a ratos acelerando el paso, a ratos tomándome mi tiempo.

De repente sacaba las manos y me las ponía a la boca para soplar aire caliente; a ratos miraba el paisaje, y veía lentamente al día despedirse y a la noche nacer entre brumas marinas, la tarde estaba gris, las calles estaban solas, y yo también.

 

Llegué a mi casa rodante muy acalorada, abrí la ventana  y eso bastó para que en segundos volviera a sentir el dulce frío invadir todo el ambiente.

Siento que el aire me quiere decir algo, que quiere hablar conmigo y sus palabras son ese frío tan delicioso y pienso que rara es la vida: tan impredecible, tan inquietante, sólo que tan sutil que ni notas lo que el tiempo ha hecho contigo… ¿Cómo será mi vida dentro de una semana? ¿O dentro de un mes?

No quiero pensar dentro de un año, pues ahí sí que me entra el miedo.

Cuesta tanto acostumbrarse a las cosas que cuando te las arrancan de súbito te duele.

Y cuesta tanto comenzar desde cero… Como me dice mi hijo; "Levantarse del piso duele" aunque no lo dijo con el significado que le doy, sino más bien literalmente.

De repente la tarde se nubló.

Veo la luz caer cautelosamente en el horizonte marino, en la mañana hacía un día tan soleado, tan hermoso.

Tantas ilusiones tenía para hoy, que hasta decidí tomarme la tarde para pensar y repensar, ponerme al corriente con las lecturas que tanto me gustan y que las demás obligaciones me privan, y reponer algo de sueño atrasado.

Un pequeño respiro dentro de este vaivén de pesadumbre.

Y no tengo energías para ese momento de introspección donde investigo muy dentro de mí lo que sé que debo escribir, y cómo lo debo escribir.

¿De dónde viene la inspiración? ¿Acaso existe tal cosa?

Mi vida entera parece una secuencia de triviales días sin fin ni finalidad.

Estoy llegando al fondo de la espiral descendente, y pronto tendré que decidir qué perder.

La tarde se nubló de repente y yo la vi nublarse desde mi rincón existencial.

El claroscuro que se dibuja se volvió más etéreo mientras el reloj marcaba las 5pm, hasta que de repente ya no hubo más luz.

Espero que mañana salga el sol porque me muero de frío, y que pase lo que tenga que pasar, que venga lo que tenga que venir.

Mis conclusiones: La existencia es ese tiempo que todos tenemos.

Es como un lienzo, sobre el cual vamos pintando nuestra vida: el pasado ya lo pintamos; el presente lo estamos pintando; y el futuro lo pintaremos sobre la marcha, aunque podemos trazar con lápiz lo que queremos pintar.

¿De qué se trata la vida? De decidir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado, de decidir qué pintar...

Me encuentro en mi casa rodante escribiendo este relato navideño, casi sin ideas, con mi inseparable café, una que otra galleta de chocolate y el frio  dándome en la cara.

 …Y quiero que me traigas dignidad, dijo en voz alta, escribiendo en una hoja, mirando a su padre, con ojos de ocho años recién cumplidos, esperanzada.

¿Eso vas a pedir en esta Navidad?

¿Por qué no le pides algo que haya en una juguetería, por ejemplo?

Sugirió esperando una respuesta positiva.

Eso me lo puedes comprar tú papá, finalizó, matando sus oportunidades.

Bueno,  pide algo que sus duendes puedan fabricar, insistió.

¡Está bien!, le voy a pedir un hermanito, expresó ingenuamente.

Hija,  eso lo puedo conseguir yo, dijo riéndose a medida que se iba dando cuenta que ese chiste, entre sus compañeros de trabajo a la hora del lonche, sería el furor del turno, aunque no para contarlo delante de su niñita.

Quiero decir, tosió, yo se lo pedí a Santa Claus, dijo, esperando arreglar el daño ya hecho.

Mejor le pido dignidad para ti, papá, resaltó mirándolo con esos mismos ojos de ocho años recién cumplidos, sólo que con ojeadas de desprecio, a medida que se le llenaban de lágrimas.

Desde BC, viendo la luz caer cautelosamente en el horizonte marino de mi rincón existencial.  Andrea Guadalupe.


                                               



jueves, noviembre 18

Desde BC y sus maravillas naturales


Noviembre de 2010.      Desde BC y sus maravillas naturales

 

Cuando se viaja por tierra hasta Tijuana desde el interior del país, uno de los paisajes que más asombra por su imponencia, es la Sierra de Juárez, en su porción conocida como la Rumorosa, al recorrer la sinuosa carretera que asciende desde aproximadamente 3 metros bajo el nivel del mar en Laguna Salada, hasta más de 1000 metros de altitud, preguntándonos: ¿Cuál será el origen de esta montaña, su paisaje de rocas desnudas y grandes precipicios?

Entorno montañés tupido de árboles, donde se aprecia que el viento al pasar entre las ramas de los pinos, se transforma en un delicioso rumor musical.

Este fue el motivo por el que se bautizo a la serranía: La Rumorosa.

Es la punta norte de la columna vertebral montañosa de nuestra entidad, zona intermedia, fronteriza entre dos regiones de Baja California, el desierto y la sierra.

Desde ahí, se pueden ver el valle de Mexicali en su desértica grandeza, y de de ella, podemos comenzar el viaje al interior de la península, rumbo a sus praderas, bosques, viñedos, y el clima del mediterráneo.

Aunque la sierra de la Rumorosa no es sólo una zona geográfica, una simple articulación entre dos ecosistemas.

Quienes la conocemos, sabemos que es una serie de montañas de roca desnuda, cuya belleza a seducido y ha sido descrita como un paisaje apocalíptico, como el hogar de dioses ancestrales.

Pienso que la Rumorosa, es una de las siete maravillas naturales de Baja California, junto con el Valle de los gigantes, la Bufadora, la Sierra de San Pedro Mártir, la Laguna Salada, las islas del mar de Cortes, y el paso de la ballena gris por las aguas del Pacifico.

La Rumorosa, nos revela lo que somos, a partir del propio paisaje, nos define como seres humanos en nuestro poblado, lleno de prodigios naturales, que nos precisan como sociedad.

Desde BC y sus maravillas naturales, en mi rincón existencial. Andrea Guadalupe.