domingo, julio 28

El amor es un resorte.

Verano 2013.                 El amor es un resorte.
Nadie lo vence, nadie lo oye, nadie lo palpa y, sin embargo, arma mi mundo, mueve mi voluntad y llena mi corazón.
El amor es un sueño que me cierra los ojos y me abre el alma, es salirse del punto medio y entregarlo todo, es grande, porque no conoce la pobreza de carecer... Tener amor es más fácil que una carrera, aunque se tiene que ejercer toda la vida, es el auténtico oficio sin sueldo, porque si se pierde, la más perjudicada es una misma.
No es una planta que se pueda dejar tranquilamente en una maceta, hay que cultivarle todos los días y, a veces, sacarle de la aridez.
Es un desgaste que nos va consumiendo la vida, es algo tan poderoso que llega a producir milagros tan increíbles, como un hijo.
Hay amores fáciles para el placer, sólo que difíciles para el compromiso, fáciles para la pasión y  difíciles para el deber, fáciles para soñarse, aunque difíciles para vivirse.
Es el libro que más enseña, el ala que más vuela, la cruz que menos pesa y el corazón que más se emociona.
Amor…tan mágico cuando aparece, tan básico cuando se vive, tan anhelado cuando se necesita, y tan triste cuando se despide.
Es el único que resiste la vida en común sin deteriorarse, la presencia continua sin querer desaparecer, y las cosas compartidas sin desear para sí la mejor parte.
Encuentra lo que nadie ha visto, conoce lo que nadie cree, ofrece lo que nadie le exige, y entrega lo que nadie le pide.
El amor no es fuerza de pasión, sino luz de armonía, no es manipular ni aprovechar, sino prestarse y servir, no tiene archivos para el resentimiento; deja libre el espacio para el olvido. No lo guarda todo para sí, mientras más da, más se reproduce.
El amor es, tomar en cuenta a otros, antes que a uno misma.
La vida es ilusión, y el amor un resorte, quien no actúa es como si hubiera nacido muerto, se conforma con ser la sobra de su sombra.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde reflexiono y pienso que el miserable repudia la cima, porque ésta fue hecha para el vuelo, así que despliego mis alas  y vuelo.

Andrea Guadalupe. 

sábado, julio 27

Cualquier parecido, no es coincidencia.

Jul 2013. Cualquier parecido, no es coincidencia.
Lo llamaba hogar y era el castillo de la pureza, se rodeó de sus semejantes y les llamó familia.
Lleno su mente de prejuicios religiosos, y le llamo normas de conductas, tejió su tiempo con ausencias y lo llamó obligaciones.
Se aferró a los celos y lo llamó amor devoto, bebió el jugo de la envidia y lo llamó injusticia.    
 Formó murallas ante su vida  y lo llamó defensa propia, sucumbió a los asaltos del resentimiento y lo llamó escrúpulos,
Garrapateó  maldiciones sobre los recuerdos y lo llamó motivaciones, consumió su vida como se calcina un monte y lo llamó destino.
Se vistió con las galas de la locura y lo llamó discreción, descargó todos sus desdichas  sobre los suyos y lo llamó la mejor de las salidas.
Mojó sus dedos en aquella inmundicia y lo llamó premio, se encerró en vida dentro de un ataúd, y lo llamo penitencia.  
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde reflexiono que la vida es la eliminación de lo que está muerto.

Andrea Guadalupe. 

viernes, julio 26

Un soplo de brisa fresca.

Verano 2013.  Un soplo de brisa fresca.
Tiempo...para descubrir nuevos recodos de la playa, para disfrutar de su brisa, para navegar en sus olas, para escuchar su silencio, para caminar en su orilla, para percibir su horizonte, para saborear sus momentos, para descansar en su arena, para sentir su calor… para ti.
En este placentero y sosegado mar, a veces, surgen repentinamente oleajes, tormentas y... tempestades
Un soplo de brisa fresca, una envolvente sensación de naturalidad.
La más preciosa realidad, la magia más sorprendente, el momento más encantador, la belleza más completa, recrearse en sus sonidos, habitar cada paso sobre la arena, sentir las olas.
Apreciar su espacio, participar en su acción, acompañar su momento.
Eso es, lo que trae el mar... cada día a la playa.
Tiempo... más tiempo.

Andrea Guadalupe. 

jueves, julio 25

¡Hola!

Verano 2013.
¡Hola! ¿Te marchas? ¿Llegas? ¿Hubo alguna vez, que no estuvieras...aquí?
Un gran silencio, recorre... tu voz.
Tantas cosas que escuchar, tantas cosas que decir, momentos de continuar, por esta charla sin fin.
Entender lo que nos pasa, no se presenta sencillo, es asunto de psiquiatras traducir el contenido.
Aun así, te quiero hablar, de cariño y proximidad, tratando de acompañar, con palabras, este día.
Será tiempo de adentrarse, en nuestras conversaciones, entre olas y palabras  se moverán emociones.
Echa sus anclas el tiempo, a la orilla de este mar están brillando las olas, se pierde en el horizonte el arenal de la playa, entre huellas de gaviotas, otros pasos se entrelazan.
La cálida brisa es suave y va debilitándose el viento, volviéndose transparente agua, aire y pensamiento.
Andrea Guadalupe.

martes, julio 23

Me basta…

Jul 2013. Me basta…
Al principio creía que alguien que me amara llenaría mi soledad.
Que tal vez, llenaría todo lo que me faltaba,  que nunca jamás necesitaría nada.
No entendía el porqué de tantas cosas.
Ahora entiendo muchos.
Me basta con mi soledad, me basta conmigo, por resignada que suene.
Si ese imaginario llenara todo lo que me faltaba, entonces, quizás... Yo perdería mi capacidad de descubrir que soy un ser completo.
Soy libre, al comprender, soy libre al saber que el amor no tiene límites…
Acompaña inclusive en la soledad.
Hay momentos donde es mejor desaparecer, volverse invisible tapándose los ojos.
Y comprendiendo la mariposa que el capullo ahora era incómodo, partió a volar y volando fue feliz.

Andrea Guadalupe. 

lunes, julio 22

Un abrazo

¿Me creerían si les digo que, hoy la nostalgia tocó mi puerta?
¿Me creerían si les digo que esos huecos que había en mi alma se volvieron a abrir?
Y a mi corazón, noches como esta, lo deja árido el recuerdo.
Los pequeños detalles me gustaría meterlos en una urna de cristal como quien atrapa mariposas.
...Días como hoy recuerdo que tengo pasado...
Días como hoy, me pregunto tantas cosas... Quisiera sintetizarlas todas en una palabra, sólo que ninguna es adecuada, entonces simplemente suspiro.
He aprendido en la vida que cada segundo del presente se debe dar con infinito cariño, independientemente de que sea ese momento pasajero.

Un abrazo. Andrea Guadalupe. 

La creación sonreirá...

Jul 2013.  La creación sonreirá...
Algún día podré caminar sin el peso de mi pasado y atraparé en silencio mariposas con mis ojos, la muerte no será más que una metamorfosis y no extrañaré a nadie porque sus alientos rondarán en mi café de cada mañana.
Y habrá un momento en el que no habrá invasiones porque el hombre se reconocerá como ciudadano del mundo, los animales serán compañeros del camino y escribiremos sobre papeles que no impliquen la muerte de miles de árboles.
Ese día no tan lejano los amantes no regalarán rosas muertas y la palabra amante, significará precisamente, quien da sin miedo, quien se entrega, quien crea lo que es.
Llegará un momento donde l@s practicantes de cualquier culto, comerán con quienes transmigramos de género y el concepto de familia será algo enlazado por el corazón y no los genitales.
Donde, como expresa la novena sinfonía escucharemos a nuestr@s herman@s, y ya no habrá perros en la calle, mucho menos seres humanos y las calles serán de colores, como el arcoíris, el sentido de vida estará ligado a cada persona y no a la necesidad de comer, las ciudades serán un lugar de encuentro y no de desencuentro.
Y cuando se escuche el llanto en la ciudad, caerán lágrimas de sol e iluminarán el universo... Las estrellas no estarán lejos, conoceremos la galaxia desde un expreso al espacio exterior.
Conoceremos otros lugares del universo y amaremos con un corazón sin fronteros.
La luna podrá ser pisada y no se clavarán banderas, dejaremos ahí, lo mejor de nuestro corazón.
El suicidio será una opción tan absurda como la guerra, porque el ser humano es hermoso, divino y sagrado.
Los sacerdotes hablarán sobre amor y se avergonzarán de la segregación; La vida será concebida como algo que merece ser vivido con alegría.
El ser humano escuchará a su corazón, los diluvios serán de sonrisas y los seres del planeta habremos aprendido que el amor es vida, nos salva de la muerte.
Algún día, nos mezclaremos en un abrazo tan profundo y sincero, en un beso tan tibio y tan leve que las rosas del desierto aclamaran el nombre de Dios.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde ese día no tan lejano...Seremos felices de maneras tan infinitas, que la creación sonreirá...  Andrea Guadalupe. 

sábado, julio 20

Cara a cara.

Jul 2013.  Cara a cara.
Mis pies, extremidades de mi armazón, han reunido en su currículo, tanto escalón y mugre, tanta vivencia y avenida, remontando y viniendo por los manifiestos de la vida, que me expusieron sin rodeos el futuro.
En su piel que trepa sin protestar y avanza sin gemir, he saboreado al suelo, igual que mis sentidos sensoriales saborean el café.
Mármoles, autopistas, caminos de tierra, declives, llanuras y cerros, todos han caído bajo mis  pies, reclutadores de heridas y besos.
Limpios a veces, son una caricia que roza la lluvia, otras, son la garra del gato que pierde a su presa.
Siempre han estado  conmigo.
Desde la breve estatura de la infancia, sostuvieron mi niñez de bitácora y lápiz con la que pisé algunos de los lomos del mundo.
Mis pies, exploradores obstinados, sin otra vocación declarada que la de ser inquietos caminantes.
Ahí, en la infancia, fueron las falanges sedientas de ese zapato milenario que es un charco. Hundir los pies en un charco para saberse merecedora del océano.
Esa victoria solo la conocen los  pies, ellos saben lo que ignoran las manos.
Escuchan el rumor del mundo, huelen la insolencia de la escoria de la tierra.
Dialogan con las hierbas y los insectos, berrean la sinfonía del barro, e informan de las caries de los mosaicos.
La mano escribe, toca, sostiene el alimento, en cambio los pies, son un testigo directo.
Al encerrarlos en los zapatos o las zapatillas, son pies ciegos, y olvidamos que provienen de la arena y las sendas, que debemos desnudarlos para presentarles al camino y el ladrillo, más que al tacón y al cuero.
Es necesario desnudarlos para que le cuenten a los ojos sobre la soledad de la llanura y la humedad de la bosque.
Con los pies, nos describimos completas, cada fisura relata algún sacrificio o algún milagro.
Son cazadores de presentimientos, porque al corazón se le engaña con facilidad con sólo mojarlo en un vino de poesías y palabras al oído, en cambio, los pies, reconocen al traidor detrás del santo.  
Ellos, pueden estar cara a cara con una víbora e intercambiar indecencias, mientras la mano, arriba, levanta dinosaurios de pánico.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde, con los pies, he dibujado catedrales,  he besado, y me he enterado que la vida, tiene un interminable rostro de camino.

Andrea Guadalupe. 

jueves, julio 18

El ocaso en un mar de ensueño.

Jul. 2013.          El ocaso en un mar de ensueño.

Gracias, gracias por leerme...Parezco una niña con vestido nuevo, sé que esta es una vía de escape para salir al mundo y aquí estoy, dando a luz algo que he escrito y que ahora, tomando una gran bocanada de aire, tus ojos le dan vida. 
Sueño, que mis palabras vean el mundo, la luz, que vivan antes de morir un día.
Mis manos y ojos, temblaban sobre el papel húmedo de sal.
La tinta besa la superficie limando asperezas con tiernas palabras, aunque, ninguna de ellas aplaca el amargo dolor.
Después de inútiles intentos, de giros y vueltas, de fuerza tan débil y furia tan fuerte, luchando y amando, perdiendo y ganando, la noche perdida y el sueño rondando; una noche en vela y una breve nota ocuparon la carta que tanto importaba: el amor real, es querer el bien de quién tanto amamos.
La separación puede ser tregua, puede ser condena o puede ser espera, a veces solo una, a veces todas ellas y tal vez ninguna si se desespera, aunque, siempre y por siempre, una cosa es cierta: la distancia es ausencia
El hilo se hacía más largo y más fino perdiéndose en la distancia.
Una extraña niebla diluía las formas y las anteriormente familiares facciones.
La necesidad que estimulaba a momentos, a momentos se dormía.
El vacío sobresalía a sus anchas y la sed se hacía intensa.
Beber las lágrimas no saciaba.
Conserve silencio y seguí la senda gris del monótono vivir.
Un día la vida me pidió rendir cuentas; el hilo estaba roto y la magia encerrada en una celda de indecisiones.
Admití la derrota y pensé que tal vez aquel no era el camino.
Mire a un cielo y al otro, y comprendí, el laberinto siempre lleva al mismo sitio, no hay mucha variación a pesar de la engañosa complicación de los días.
La nieve y el agua no son lo mismo.
Igual que el hambre o la ira transforman al hombre, el frío transforma al agua.
La nieve es el agua con rabia, es el agua con hambre, es más fría, más fuerte, más mala.
Cuando cae con delicadeza sobre los campos, parece frágil y amable, sólo que esconde en su blanca envoltura un peligroso secreto, que expone cuando menos lo esperamos.
La nieve con ser tan blanca tiene el alma negra.
Elegí aquel restaurante, la cena era perfecta, el ambiente, la iluminación, todo invitaba al romance, y ahora sin duda, ella me estaba mirando a mí: su posición erguida, su leve giro de cabeza, su velada sonrisa…
Traté de espantarla disimuladamente con la servilleta para que no estropeara el momento.
Sólo que…sin duda era de esas cucarachas que no atienden a razones.
La botella me miró fijamente y me preguntó: ¿De qué estoy rellena?
De un perfume, suave, floral, insinuante, le contesté.
Ya notaba yo cierto romanticismo en mi esencia… Respondió… y volvió a callar para siempre.
Noté un leve ruido a mis espaldas y no quise mirar, algo rozó mi hombro y apenas tuve valor para temblar.
Un toque en mi brazo y seguía sin poder moverme.
La oscuridad sugería no tomar la decisión mientras el miedo invitaba a huir.
Cerré los ojos y supliqué por que desapareciera y reuní el valor para mirar, no había nada.
En realidad nunca hay nada, aunque el hecho de que no seas paranoica, no significa que no andan tras de ti.
He traído durante todo el día, una idea en la cabeza, han sido vueltas y más vueltas tratando de darle forma, de encontrar como plasmarla, buscando un respiro en el que capturarla por siempre, sólo que no encuentro el momento adecuado.
Llego a casa y me recuesto en el sillón,  respiro hondo.
Ahora que quiero prestarle atención, es ella la que se ha cansado de esperar y se ha marchado a inspirar la mente inquieta de alguna otra con más tiempo que yo.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, tierra donde admiro el ocaso en un mar de ensueño.
Andrea Guadalupe. 

miércoles, julio 17

Una sonrisa irónica...

Jul. 2013.                     Una sonrisa irónica...
Le miré, me miró,  sonreí y sonrió.
Yo sabía que no podía ser real, sabía que hacia un tiempo ya, había dejado esté mundo.
¿Eres un fantasma?, No, soy un recuerdo.
Volvió a sonreír, esta vez sin ganas, y desapareció en el olvido.
Me levanté del suelo sacudiéndome la ropa.
Miré a mí alrededor y vi una silueta que se acercaba con prudencia.
Le reconocí entre las nubes de polvo que dejaba tras de sí el pick up que se alejaba, era mi padre.
Ups, si tú habías muerto... ¿cómo...?, Dije entre sorprendida y emocionada
Sí, hija, llevo esperándote años...
Y nos fuimos, ahí donde aguardaban el resto de mis ancestros, a seguir esperando...
Sujeto como puedo un tronco a la deriva, siento que mi alma se hunde en el fondo de la vida, y justo en ese momento en que mi aliento se apaga, un golpe de mar me eleva a la superficie clara, y en la cresta de la ola, respiro a fondo y sonrío, y siento mi alma viva, un segundo todavía devorando ese aire.
La mar me vuelve a devorar, ahora floto a la deriva, subo y bajo sin destino, los pulmones que me estallan y el corazón malherido.
Cuando creo ver la orilla, una corriente me arrastra, devolviéndome a lo incierto de una marea encrespada, jugando con mi indolencia, matándome a bocanadas, y solo pido a la vida, que me deje en buena playa.
Oh, gran maestro, tú que has vivido mil vidas y viajado por mil tierras; tú que has pisado desiertos y valles y has vivido en la ciudad de los inmortales, respóndeme a esta pregunta que me asfixia y me perturba hasta no dejarme dormir por las noches ni disfrutar de los días: En el amor, ¿quién es más fuerte, el corazón o el cerebro?
Hija mía, no he vivido mil vidas ni he viajado por mil tierras, no he pisoteado más desiertos que cualquier viajero, tampoco, he conocido a más inmortales que al viento y a la montaña.
Aun así, he vivido muchos años y he conocido a los seres humanos, y te diré que en el amor, cuando vence el corazón, el que pierde es el cerebro, sólo que, cuando vence el cerebro, ambos  salen perdiendo.
Dicen que aquella noche se volvieron a escuchar los lamentos de aquel viejo maestro, rasgando la quietud de la luna en el desierto.
Satanás, te tengo una pregunta: ¿Por qué Dios te convirtió en lo que eres?
Te contaré un secreto: Fui yo quién convirtió a Dios en lo que es.
No todos aquellos peces se conocían desde pequeños, algunos tan solo de vista, otros eran familia lejana, se encontraban ahí, también, los que hacían comentarios graciosos, mientras que otros intentaban únicamente sacar provecho del resto.
Sin duda habían caído en una red social.
Vi cómo se acercaba mirando para otro lado, como si no viniese hacia mí.
Noté como se sentaba a mi lado con una sonrisa entre sarcástica y tímida.
Con todo el dolor de mi alma, mirándole cara a cara, sólo pude decirle: Hola, aburrimiento.
Hay mañanas en las que me despierto y no me levanto, aunque las peores son aquellas en las que me levanto y no me despierto.
Me duele el alma...te la vendo.
No, no compro almas dolidas.
Alíviala entonces...
No puedo, sería competencia desleal.
Mugre  Satanás...
Empiezo a teclear sin saber cómo acabará esto, una idea, un pensamiento, una coma más y punto.
Mientras tanto acudo a la ortografía para poner otro punto y aparte.
Me rebelo enojada ante la huidiza capacidad de las ideas para esquivar mis ansias de crear, hoy no es el día, mañana quizás, tres puntos y lo dejo en el aire...
En mi infancia, quería crecer para entender el mundo, luego me hice adolescente y luché porque el mundo me entendiese a mí.
Ahora, el mundo y yo no nos hablamos.
De entre todos las aprendices, aquella era la más inquieta y curiosa.
Una tarde paseando junto al maestro en su habitual meditación, se detuvo pensativa, dejando en evidencia que una idea rondaba su cabeza.
El maestro se acercó a su altura y despojándose de su ceremonial capucha le exhortó a contarle el motivo de su preocupación.
Ella preguntó entonces: Maestro, ¿Qué puede hacer a una mujer más grande de lo que ya es?
El maestro no tardó mucho en contestarle: Un gran corazón puede hacer a una mujer más grande.
Sólo que, la discípula, era más curiosa de lo que imaginaba, y trató de llegar más lejos, preguntando: Sí, aunque, dígame: ¿Qué puede hacerla más grande si ya tiene un gran corazón?
El maestro pensó un instante, no demasiado, menos del tiempo que tarda en caer una hoja desde la copa de un árbol, y contestó: Después de un gran corazón, una mujer puede hacerse más grande con una gran inteligencia.
Y aunque, afirmó, no estaba aún satisfecha y siguió preguntando: Y después de esas dos cosas: ¿Qué haría que una mujer aún más grande?
El maestro necesitó meditar unos segundos, no más de lo que tarda el trueno en manifestar al relámpago en la montaña lejana, y al fin contestó: La tercera cosa que puede hacer a la mujer más grande, es la sabiduría.
El maestro se sintió satisfecho y no esperó una nueva pregunta, sólo que la alumna, aún no veía colmada su necesidad de saber, y volvió a preguntar: Si maestro, aunque: ¿Qué podría hacer que una mujer, aun teniendo todo lo que dices, fuese aún más grande?
El maestro la miró con una expresión que no había adoptado en años de pacífica meditación y  armonía, por un momento el trueno en la montaña temió por su superioridad como el sonido más fuerte del valle, sólo que el maestro reflexionó, respiró como solo lo sabe hacer un maestro entrenado en las más ancestrales artes y contestó con calma: Si una mujer se ha hecho grande mediante su gran corazón, luego más grande con su inteligencia y finalmente ha vuelto a ser más grande a través de una gran sabiduría, la única forma de ser aún más grande es usar tacones.
Ella, nunca olvidó aquella lección.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde la vida me sonreía, y yo era feliz…hasta que descubrí que se trataba de una sonrisa irónica... Andrea Guadalupe. 

sábado, julio 13

Ese último beso, oscuro y húmedo como mi ropa.

Jul. 2013.     Ese último beso, oscuro y húmedo como mi ropa.

Cuando el cielo reventó, me refugié en ese oportuno portal quebrado de oscuridad.
Me sobresaltaste con aquel: "¿aún llueve?", y pude vislumbrar tu figura húmeda, el pelo revuelto de agua, viento y noche.
Pudiste comprobar cómo el agua resbalaba por mi cara, y alargaste un pañuelo que, de tan mojado, me hizo reír.
Nos sentamos contentas a aguardar en compañía a que despejara; desgranaste entonces una conversación triste y apasionada.
Mientras hablabas de antiguas novias, de tu falta de trabajo y de los coqueteos con la droga, no evadí el contacto de tu mano con la mía; poco a poco nos fuimos entendiendo y no pude negar ese suave beso que hundió lentamente mi cabeza en la pared.
El amanecer se abrió paso por el quicio e iluminó tu sonrisa.
Te despediste pidiéndome el monedero y guardándolo en tu bolsillo.
El detalle de la navaja era innecesario: te di todo sin oponerme, incluido ese último beso, oscuro y húmedo como mi ropa.
El amor no paga alquiler y, en ocasiones, cuando estalla la tormenta, esconde sus remiendos en la húmeda tristeza de los atrios.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde oculto el oído en una caracola que presumida y orgullosa de su cuerpo calcificado se deja mecer por el oleaje del Pacifico, que, impregna de olor a brisa marina y retoza sin conciencia entre gruesos granos de arena su vestimenta coloreada.

Andrea Guadalupe. 

viernes, julio 12

Una vida sin sueños.

Jul. 2013.    Una vida sin sueños.

Nada era lo que parecía, nada, y lo que era peor, ahora sabía que no poseía la clave para descifrar la verdadera esencia de las cosas.
Había descubierto que toda su vida había estado equivocada y no se había dado cuenta hasta esa misma tarde, la verdad la había asaltado con la crudeza de lo impensado y le había encajado una herida mortal.
Había muerto, y nadie parecía haberlo advertido, con una sonrisa en los labios, su corazón y su alma se habían partido en dos, y con una sonrisa en los labios, había tenido que sostener su cuerpo que se desmoronaba.
En medio de las bienvenidas, de las despedidas, de las risas y los lloriqueos, sobre el frío suelo, apenas recordaba nada.
¿Cómo podía recordar, si estaba muerta?
Porque tenía que estar muerta, no había otra explicación a la ausencia de dolor, no sentía absolutamente nada, ni angustia, ni celos, ni tristeza.
Tan sólo pensaba que nada era lo que parecía, podía apreciar un mundo que sólo tenía existencia real en su pensamiento, podía ver, oír, tocar, oler, aunque, todo era un truco de su imaginación, el verdadero mundo, el que los demás parecían distinguir, se escapaba a su conocimiento.
Su percepción la había traicionado y se había quedado sola, abandonada en medio de un mundo extraño, ajeno, frío y desconocido, ahora lo sabía, como siempre, demasiado tarde.
Miró por la ventana, seguía lloviznando y algunas gotas de agua se adherían al cristal por algún  principio de la naturaleza que unía amorosamente el agua y el vidrio en una ceremonia de encuentro entre el frío y el calor.
Dejó deslizar la mirada a través de ellas y comprobó que todo lo que observaba, la calle, los edificios, los árboles, se distorsionaba ante sus ojos, eran, otra ilusión, otro sueño.
Su propio mundo también estaba distorsionado y las emociones y situaciones se habían curvado y deformado hasta formar una maraña de recuerdos vacíos y sin sentido, absurdamente retenidos en su memoria.
¿Cuál era la visión verdadera?
¿La carretera combada de manera infinita?, o ¿el cuadriculado mundo donde todo estaba colocado donde debía estarlo?
Apartó las gotas con una mano y miró hacia la calle, los árboles habían dejado de estar verdes, algunos ya habían comenzado a perder sus hojas., indicio de que llegaba el momento en que ya no tendrían que esforzarse por respirar, ni por crecer, sólo tendrían que descansar en un dulce letargo, para cuando llegue el invierno, y les encuentre desnudos y secos.
Parecerán muertos; aunque no, no como ella, que creía estar viva y estaba muerta.
¡Qué engaño tan finamente entretejido! Podía vivir toda una vida sin notar la trampa y morirse con la certeza de que poseía la luz del conocimiento.
Miraba hacia fuera, hacia el exterior de las cosas, porque no quería mirar hacia el interior, su mundo interior, cristalizado y frágil, que se había quebrado con su llegada, con la llegada del ser que amaba.
Desde que su pareja se había marchado, buscando un horizonte difuso y neblinoso, había estado anhelando su regreso día tras día.
Noche tras noche soñaba que había vuelto, o que nunca se había ido, sueños llenos de ternura, bañados en la dulzura incomparable de un amor que no había tenido tiempo de florecer y que había permanecido latente, sueños inflamados de pasión en los que por fin se entregaban y derretían la barrera del miedo, porque siempre habían tenido miedo a dar el primer paso en la búsqueda del amor genuino, miedo a la desilusión, miedo al fracaso, miedo a perder la libertad, miedo a decepcionar al otro, miedo a mostrar la cara oculta de sus lunas interiores.
Recordaba cómo una noche, en medio de la multitud que abarrotaba calles, se habían encontrado y se había acercado a ella, con una anhelante y bella sonrisa. 
Ella había sentido sus hombros, su pecho, sus caderas, sus muslos en una cercanía casi dolorosa, y sus labios, sus labios sobre su oído, susurrándole con aquella voz  que quería dormir con ella.
¡Cómo se había derretido al oír aquel susurro pronunciado como si fuera un deseo largamente ahogado!  El corazón acelerado, la respiración jadeante, su cabello, tan cerca, rozándole el rostro... Deseaba responder, deseaba hacer algún movimiento que demostrara su mismo anhelo, y no pudo, el miedo la dejó paralizada, rígida, helada en el interior de un volcán, ella, que deseaba dejar fluir su cuerpo derretido, que deseaba dejarse llevar por el torbellino que la devoraba, sintió pánico y sólo mostró su helada coraza.
Su intenso deseo la atemorizó y salió huyendo, después, sólo pudo soñar para saciar el hambre de su presencia y recordar cada pequeño instante que habían compartido y que atesoraba en su memoria como perlas del pasado.
Había anhelado tanto su regreso... Le había imaginado, le había soñado de mil formas diferentes, había modelado la misma escena con los dedos de su pensamiento cuando las barreras del miedo desaparecían y era capaz de aceptar el amor con una intensidad casi hiriente, cuando las cadenas de sus defensas cedían y dejaban de lastimar su hermético corazón, cuando su mente era liberada y podía navegar en el mar del sueño.
Entonces, volvía de su exilio, libre de los temores que habían ahogado sus deseos, y en su reencuentro no existía más que un beso, el beso que nunca se habían dado, el beso que uniría sus vidas más profundamente que cualquier lazo.
Un beso, mudo, que diría todo lo que no se habían dicho antes, un beso de vida con el que moriría, por fin, el miedo.
Así debería haber sido... si su visión del mundo hubiera sido cierta, si su intuición hubiera sido certera, así debería haber sido, y no como ocurrió, fue suficiente mirarle a los ojos buscando el reflejo de su anhelo; porque en ellos estaba la verdad que había sido incapaz de confesar, en sus ojos, que no podían sostener su mirada curiosa, ella leyó las líneas mortíferas y envenenadas, en ellos encontró la solución al enigma del que no había querido tener consciencia.
Había olvidado todo, había enterrado su amor y su miedo hacia ella bajo la losa del olvido, nada tenía significado porque había entregado su amor a alguien que no era ella.
Ella lo supo con mirar a sus ojos y en ese instante se rompió en pedazos y murió.
El resto únicamente confirmó su muerte, el frío abrazo, todo el dolor concentrado en ese fragmento de tiempo contenido y después... nada.
Vacío de sensaciones, ausencia de sentimientos.
Se había quebrado el espejo de los sueños y éstos se habían volatilizado, dispersándose en el aire inmóvil de una tarde de verano.
Por eso estaba muerta.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde descubro que, una vida sin sueños, es la muerte.

Andrea Guadalupe. 

miércoles, julio 10

Recuérdalo, recuérdate.

Jul. 2013                   Recuérdalo, recuérdate.

Andrea, sé bien que tienes miedo y que no tienes la práctica que se requiere para escribirte una carta a ti misma…Sólo que… tienes que hacerlo hoy que recuerdas.
Hoy que es espantoso, aunque con muchas posibilidades de que con el paso del tiempo, tu reflejo dejara de serte conocido.
Hoy, tienes en mente a tu padre y la carta que le escribió a tu madre antes de morir, en donde relata a principios de enero del 2003, pocos días antes de su muerte, que necesitaba a su compañera de toda una vida, porque ya se le olvidaban las cosas.
Y recuerdas a tu madre,  ella sentada en una esquina, la dejaron ahí, junto a la ventana para que mire al exterior, sola, como un mueble obsoleto o un estorbo.
Todavía conserva en su rostro la mirada dulce de la niña que fue, la piel de la cara se mantiene tersa, pura, suave, en cambio la piel de sus manos y de sus brazos se han convertido en algo tan frágil como un papiro.
Dicen que no habla, no es cierto, dicen que habla sola o que le habla al aire y no es cierto: ella le habla algún ser de su pasado alojado en su memoria, que ha olvidado el presente y se ha refugiado en los días de ayer.
¿Cuándo se rompió su vida?
¿Cuándo se rompió su memoria?
Nadie escucha, ella solo habla de los días de ayer.
Ella está más a gusto, estancada en esa realidad que se quedó inmaculada y detenida entre su infancia y su última juventud madura.
Ella, habla de niños con las rodillas destrozadas, de hambre, de muñecas de cartón...
Dicen que no habla y no es cierto, su memoria ha escogido su tiempo porque tal vez no le gustaba lo que estaban viendo sus ojos o tal vez para que siga existiendo el mundo, algunos seres deben dejar de recordar los días de hoy, para dejar espacio a los recuerdos jóvenes.
Quizás el Universo sólo tenga un una capacidad limitada de memoria, y sea indispensable que haya gente como ella que olviden, quizás en el Universo se inventaron los libros donde se escriben y se cuentan historias con ese mismo fin: el de dejar memoria libre para que el resto pueda seguir con sus vidas y pensar que el Alzheimer es una enfermedad caprichosa.
Aunque, ella sigue siendo la mujer de siempre: no es un estorbo, ella es una mujer a la que a veces se le enciende una luz y reconoce un rostro, recuerda un nombre o formula una pregunta sincera y coherente.
¿Quién sabe?
Y está, es una carta a tu reflejo, un intento desesperado por evitar lo inevitable, por evitar que te borres a ti misma por completo.
Cuando te mires al espejo, y encuentres unos ojos descaradamente soñadores, grandes, de color café, que se los debes a tu padre.
Ojos con una mirada que retaron a tus superiores y lloraron de felicidad, frustración y tristeza cada vez que la vida les dio oportunidad.
Tu nariz jamás te gustó, eso puedes olvidarlo.
Tus labios los mordías para darles color, no eras muy entusiasta con los labiales.
Solían ser la parte más expresiva y menos controlable del rostro, tan incontrolable como las palabras que pronunciaban.
Fueron muchas, por cierto, era poco lo que dejabas de decir.
Tu cabello significó tu primer campo de batalla, una guerra que sin duda alguna él ganó.
Pocas veces te has sentido tan libre como el día en que aceptaste su soberanía y entendiste que estar siempre despeinada no era malo, era divertido, y que una cabellera con personalidad propia era un misterio que te sorprendería cada mañana de tu vida.
Tus orejas no te preocuparon hasta que leíste que es de las partes del cuerpo que nunca cesa de crecer.
Entonces, sufriste por una Andrea anciana y las orejas con las que tendría que lidiar.
Entrar en detalles sobre tu cuerpo sería extenderme más de lo que me atrevo a esperar que seas capaz de leer.
Confórmate con saber que tu carácter no habría sabido qué hacer con más encanto o altura.
Lo sentías como un regalo, una facilidad, un dilema menos.
Te procuró admiración al igual que respeto y se mantuvo estable a través del tiempo.
Todo lo que tu mente no supo hacer.
Te gustaban mucho tus manos, abraza ese sentimiento, respíralo, procésalo, antes de que empieces a levantarlas a la altura de tus ojos, a mirarlas con extrañeza.
Al parecer esperando una razón, algo, lo que sea, que las justifique.
Olvidarás, está claro, escrito y sellado: Los nombres, las calles, los libros.
Olvidarás lo que te gustaba y lo que no, olvidarás los quienes, los grandes y los pequeños quienes.
Al amor de tu vida, al olor de tu padre al abrazarte, aunque nada de eso se compara siquiera con la falta de olvidarte a ti.
Tú, que ya te habías perdido alguna vez entre obsesiones y melancolías; tú, que contra el mundo lograste recuperarte a ti misma; tú, que dejaste de temerle a casi todo, sólo que nunca a la posibilidad de perderte nuevamente; tú, estás aquí, hoy, frente al olvido, y a lo único que no me resigno es a que olvides que te amas.
Andrea Guadalupe, lo hiciste, conseguiste ser de las pocas personas que después de ver lo más feo de sí misma, se perdonó y se amó profunda y totalmente.
De todos tus éxitos, ese es el mayor.
Recuérdalo, recuérdate.
Andrea Guadalupe. 

sábado, julio 6

Tu imagen al otro lado del espejo…

Tu imagen al otro lado del espejo…
Hoy, cuando apenas me levantaba y lavaba la cara por la mañana, me hablo la imagen al otro lado del espejo: Hola Andrea, ¿Me conoces?
Soy la que ves cuando te miras en los espejos.  
Hasta ahora siempre he permanecido callada, repitiendo tus movimientos al milímetro.
Tengo muy dominada la técnica y cada vez me resulta más fácil, excepto cuando cierras los ojos, claro que, entonces no me ves y me permito tomarme ciertas libertades.  
Conociéndote sé que entras en una especie de viaje astral, en el que intentas aislarte de todo aquello que no te gusta del mundo en el que vives, que es justo el inverso al mío.
Porque, yo, soy la que ves cuando te miras al espejo, ya sabes, esa sombra que la gente ve algunas noches de luna llena dando vueltas por la ciudad.
Te gusta imaginar que tu vida se compone de una secuencia de breves momentos, mientras que yo, soy tu otro yo, la de la mirada perdida en otros mundos y la media sonrisa, que se vuelve mueca o mohín, según los atardeceres que acuden a tu ventana.
Soy la actriz de esa película que recuerdas en sepia, soy quien reparte saludos, sólo que malvive huérfana de abrazos, esa ingenua que cree que el amor mueve el mundo desde que tiene uso de razón.
La que adquirió la cordura de golpe, tras casi perder la vida o ganarla, según se mire, cuando aceptaste tu género y decidiste luchar por ser tú.  
Soy aquella que perdió muchas cosas en este camino, aunque ganó más.
Conocí gente que creí que estaría conmigo toda la vida, que pronto desapareció y ahora se comporta como desconocida cuando nos cruzamos en la calle.
Tod@s se llevaron algo de mí y me dejaron algo suyo.
Me quedo con eso y con el recuerdo.
Soy esa que camina por la playa y habla con el mar desde los acantilados en los que se derrumba la ciudad en sombras.
La que acaricia a los perros abandonados y adopta a las almas sin dueño.
Soy la que se enamoró por primera vez a los diez años y que dio su primer beso a los dieciséis  y desde entonces no ha dejado de darlos, porque resulta perjudicial para la salud cardiaca, ya que besar es un vicio, pues una vez que empiezas no dejas de hacerlo nunca.
Porque tus labios ya no te pertenecen y no responden a un orden natural, sino a un impulso.
Soy la que rompió unos cuantos corazones equivocados, la que lloraba por amor o por algo que se le parecía mucho y, aunque dicen que de amor ya nadie muere… yo tengo mis dudas.
Soy la que conoció a otr@s pensando en que no me dejarían huella y siguen aquí, a mi lado.
Puedo decir que reí mucho y lloré más.
Lloré por dolor, por amor, por miedo, por alegría, por despedidas, por muertes, por nada…porque desahoga, porque humaniza, porque ennoblece, porque no pude evitarlo…
Soy la que suele hablar a destiempo y eso me costó alguna amistad.
Comprendí que a veces la verdad no siempre es el mejor camino, o al menos, no el más fácil.
A veces invento verdades a medias.
Porque, creo que la vida es un puñado de verdades a medias que te ayudan a sobrevivir hasta que descubres la realidad.
No suelo enfadarme y me quejo poco, ya que tengo muchas cosas, la mayoría son pequeñas e invisibles, son las que me hacen más feliz.
Soy la que escribió muchas cartas en papel, que fueron contestadas por otras tantas que aún conservo.
Son el testimonio de un pasado que recuerdo con nostalgia, aunque sin ganas de volver a vivirlo. No echo de menos a quien fui, porque a pesar del paso del tiempo, sigo reconociéndome en los espejos y eso me gusta.
Andrea, pase lo que pase, no olvides seguir siendo tú.
Sigamos adelante con nuestras vidas, cada una por su camino... Mientras tanto en un recoveco del día en el que tu sombra y yo solemos escondernos, voy a la deriva, a tu encuentro en el mar borroso de tu recuerdo...
Te quiere, tu imagen al otro lado del espejo.
Andrea Guadalupe.


Amiga, te escribo una historia…


Amiga, te escribo una historia…
 Amiga: Todo lo tangible descansa sobre lo abstracto, igual que el ruido ensordecedor tiene sus cimientos en un profundo silencio... todo lo que existe ahora, antes ha sido un: No es posible…
Es así como se cumplen los ciclos vitales, es así como las amistades nunca se secan, ni terminan, porque viejas amistades, dan paso a amigas nuevas.
¡Yo! ¿Qué te puedo contar de mí?
Tal vez muchas cosas, aunque estoy segura que te aburriría; tal vez otras pocas, sólo que no me entenderías.  
¿Sabes? Mi mundo es complejo y contradictorio, y por eso, en lugar de enseñarte mi caja de Pandora, prefiero abrirte las puertas y ventanas de mi casa, para que tu brisa fresca invada mi vida.
Aquí puedes relatar lo que quieras sin ser juzgada, y por lo tanto sin ser perdonada de nada, es como escribir, sin el: ¿cómo?  y nada más.
Te ofrezco mis oídos y cuando te quedes sin palabras te regalaré las mías, las que me vayan saliendo sobre la marcha.
Te regalo estas tres para empezar: Jardín, mar, imaginación… hay todo un universo diminuto guardado en la palabra jardín, un océano de sentimientos en la palabra mar, la imaginación me ha regalado el don de crear historias y dar vida a personajes, con los que puedo llegar a confundirme; este mimetismo me permite entrar y salir de ellos sin que nadie lo note.
Soy una adicta a las palabras y a los libros, esos baúles de papel donde se guardan a puñados.
Puedo formar parte del inmenso carnaval donde tod@s llevamos una máscara, para ocultar el dolor y la tristeza detrás de bonitas frases, evitar al contacto íntimo y labrar falsos ídolos de barro.
Te presto mis disfraces y te regalo mis cuentos de hadas.
¿Y qué voy a pedirte a cambio?
Que compartas conmigo tus ideas y sentimientos, todo eso... que no es poco.
Ahora, para darte la bienvenida a mi mundo, te regalo un cuento.
Podría haber sido una caminata a ninguna parte, un café tamaño jumbo, amargo, con crema liquida y sin azúcar en tu plaza favorita o un truco de magia sin ensayar.
Aunque no, quería que fuera un cuento para que puedas hacerlo tuyo, para que lo compartas.
Para que elijas la banda sonora que te gustaría que suene de fondo mientras lo lees, yo sueño, mientras escribo, con la voz de Serrat.
Te regalo un cuento para que puedas llevarlo contigo, dobladito en el bolso, o entre las páginas de un libro de Benedetti.
Para que puedas estrujarlo y hacer con él una pelota de papel, arrojarlo por la ventana y mirar complacida cómo lo atropella un autobús.
Para que lo copies mil veces y lo envíes en un correo a quien más te agrade.  
Para que envuelvas con él una manzana o para colgarlo en tu pared.
Para que le claves alfileres los días en los que me matarías, y es que me he dado cuenta de que en cada una de mis palabras dejo una parte de mí, al igual que con cada una de las tuyas sé que entregas un fragmento de  tu alma.
Aún a riesgo de poder ser acusada de alevosía y aunque puedan encontrarse muchos más agravantes, te ofrezco mi sonrisa sin conservadores ni colorantes.
Te regalo una idea, el concepto más hermoso de complicidad, un escenario vacío en el que buscar la manera de encontrarse.
Te regalo un cuento que habla de amistad y de sueños, de noches de verano pegajosas, de mí misma, un relato sin pies ni cabeza, sin trama ni desenlace final, sin argumentos y sin actores de reparto, sin moraleja, y si la tiene, que sólo tú la conozcas.
Y es que me gusta pararme a mirar como juegan nuestras letras, cómo se cruzan nuestras risas, me gusta seguir tus pasos, oír su eco y seguirte con la mirada buscando entre tantas líneas aquellas que me dedicas.
Te imagino caminando, en medio de la gente, y yo mirándote… a lo lejos… De pronto te das la vuelta, me miras, me sonrojo al verme descubierta, me sonríes por ello y es entonces cuando me doy cuenta de que la gente se diluye, el paisaje cambia, el aire empieza a quemar… Y ahora estás tan cerca… que te rozo con una de mis vocales…
Te regalo el deseo de llenarte de unas ganas locas de reír, envuelto en un cuento para llevarte de viaje, y para leerle a las calles y a los parques.
Un cuento sin papel de colores ni un espero que te guste, sin aplicar impuestos, como tampoco, descuento por pronto pago.

Desde Tijuana BC, mi rincón  existencial, donde a ti, amiga, te escribo una historia que pueda leerse cualquier día del año, a cualquier hora, sea cual sea tu estado de ánimo o tu sabor favorito de helado.