jueves, marzo 12

¿De que tienes miedo?

Marzo/009.                                         ¿De que tienes miedo?

 

Cuando Lety me preguntó de qué tenía miedo, por un momento me quedé sin saber qué decir, lo cual no es algo que me suela ocurrir.

 No sabía de qué tenía miedo, solo que sí que sabía que tenía toneladas de él encima.

Mirando atrás, me doy cuenta de que no podía ser de otra manera.

Arrastro un largo historial de mentiras y rechazos, y la sensación de que todos pensaban que era "raro" aunque yo no entendía muy bien por qué.

 Miento. Siempre he sabido, aunque fuese en una parte muy interna de mi mente, en el rincón que todos tenemos para apartar las cosas que no nos gustan, que nos duelen y que no queremos ver o que los demás vean, que lo que me hacía distinto de los demás era que yo quería ser de otra manera.

Yo quería ser una niña, una chica o una mujer, según los años iban pasando, y era consciente de que eso no era normal.

 Por supuesto, todo el mundo se encargó de hacérmelo saber, explicándome repetidamente lo que era un niño, lo que era una niña, impidiéndome hacer las cosas que quería o burlándose de mi si las hacía de todos modos (que gran colección de expresiones existen para censurar comportamientos))

No puedo evitar ahora recordar a todos las amistades que he tenido y que tuvieron que soportar junto a mi los rumores, doblemente ofensivos.

Algunos cedieron a la presión y pasaron de ser mis amigos a unirse al coro de reproches para no volver a hablarme nunca más.

Otros decidieron que les daba igual lo que dijeran los demás, y se quedaron a mi lado, incluso me defendieron.

 El caso es que, de esta manera aprendí que cosas me estaban permitidas y cuales no.

Y aprendí a tener miedo, de que, si la gente notaba que hacía o pensaba "cosas raras", me quedaría completamente sola.

Este miedo incluía a mis padres, y posteriormente se amplió hasta llegar a mis hermanos, escuela  y trabajo.

 Y en los días en que decidí que ya estaba bien de hacer teatro y que tenía que mostrarme ante los demás como realmente soy, todo ese miedo se me echó encima.

Sólo que es ya un miedo tan interiorizado, tan apropiado, que forma parte de mi personalidad, y por eso no sabía darle nombre.

 Ahora ya sé a qué tengo miedo.

Me da miedo quedarme sola, sobretodo porque ese plato ya lo he probado y es muy amargo.

 Por suerte, parece ser que he aprendido a escoger mis amistades con mucho mejor tino que antes.

También la lucha de los colectivos GLTB a lo largo de los últimos años ha ido calando poco a poco en la sociedad, y las cosas ya no son como antes.

También me he dado cuenta de que hay que luchar contra los miedos, porque muchas veces son sólo fantasmas que nuestra mente dibuja sólo para asustarnos.

 Por último, ahora tengo, ya por fin, la fuerza que me faltaba para afrontar mis miedos.

Aunque me quede sola, aunque tenga que dormir en la calle bajo una caja de cartón, no dejaría de hacer lo que estoy haciendo.

 Y es que, siempre he pensado que la libertad no consiste en hacer lo que una quiera, si no en marcharse de un lugar cuando ya no quieras estar en él.

 Por cierto, antes de despedirme de Lety aquel día en la Terminal del metro, en México, me miró a los ojos y me dijo: "te irá bien".

Me he guardado esas tres palabras en el corazón, y si tengo miedo, las repito como un mantra. Desde entonces he vuelto a dormir casi todas las noches, cosa que en aquel momento no hacía.

Hay dos preguntas que me han hecho y que no he podido responder satisfactoriamente hasta ahora.

Estas preguntas son las siguientes: ¿Por qué ahora? y ¿De qué tienes miedo?

 

"¿Por qué ahora?" es la pregunta que me hicieron cuando  conté lo que me pasaba.

Después de años viviendo de una forma, justo en el momento en que, por fin, parecía que todo iba bien… ¿echarlo todo por la borda? ¿Cortar con todo y empezar de nuevo? ¿Por qué? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué tuve que dejar que las cosas llegaran tan lejos?

 

El miedo y el amor han sido los motivos que hicieron desarrollar toda esa trayectoria dentro de un género que no me correspondía, durante un periodo de tiempo tan prolongado.

Las motivaciones del amor son obvias.

Ya lo he dicho antes: sabía que si mostraba a los demás cómo era, les causaría dolor y tristeza, por lo que decidí que prefería molestarme yo antes que inquietarles a ellos.

Y tenía miedo. Muchísimo miedo. Un miedo indefinido, no sabía muy bien a qué, solo que completamente real y muy abundante.

 De modo que, por amor y por miedo estuve durante años librando un combate diario dentro de mi misma, que consumía casi todas mis fuerzas.

A veces, cuando necesitaba de una aportación de energía extra, recurría a esa parte de mí que estaba siempre reprimida y extraía unas cuantas gotas.

 ¡Suficiente como para hacerme sentir que podía enfrentarme a cualquier cosa!

Solo que tenía que ser muy cuidadosa, porque sabía que, si me pasaba, no podría volver a guardarlo en mi interior.

Mi mente era, pues, como una presa de la que se va dejando salir el agua poco a poco, con mucho cuidado de que no se desborde, procurando constantemente mantenerla aprisionada para evitar una inundación.

Todas sabemos lo enormes que son las presiones a las que se ven sometidas las presas.

 Por eso, en un momento dado, necesité aumentar el caudal de agua que dejaba escapar de la presa.

Era eso o morir de sed. El momento clave llegó cuando, al enfrentar de manera personal los rechazos,  me encontré con que, de repente ya no quería seguir discutiendo conmigo misma. Necesitaba encontrar soluciones para mi futuro, y tenía que hacerlo empleándome al 100%. Llevaba demasiado tiempo condicionando mi futuro a el cariño que pudieran darme quienes consideraba importantes en mi vida  y eso tenía que terminar.

Necesitaba depender solamente de mí.

Tenía que convertirme de una vez en una persona adulta, y, según había visto, los conquistadores utilizan toda su energía para luchar, no sólo una pequeñísima fracción.

 

¿Y si haya aceptado los prejuicios y  obstáculos? ¿Consentiría seguir viviendo de la forma equivocada para el resto de mi vida?

Es imposible saberlo, solo que probablemente la respuesta es no.

Todo el mundo tiene problemas, y lo de aceptar o rechazar una barrera, sinceramente, tampoco es tan grave.

De hecho contaba con ello.

Lo más seguro es que, tarde o temprano, Andrea Guadalupe habría acabado por salir.

De lo contrario, habría llevado una vida bastante miserable.

 Así que la respuesta a la pregunta "¿Por qué ahora?" es "Porque ha sido ahora cuando lo he necesitado".

Hubo otro momento, en que estuve a punto de darme luz verde y me arrepentí al final.

Aun creía que en la vida se pueden encontrar soluciones cómodas para ser feliz sin arriesgarse.

Sonriente de estar aquí, existir y ser………….Andrea Guadalupe.

 

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




Personaliza, comparte y comunícate como nunca antes en Messenger

No hay comentarios.: