domingo, agosto 28

ANGELES REBELDES

El amor que ama extensamente sabe bien llenar, colocar millones de
escaleras en el cielo, evitando que la lluvia pueda romper las alas de
los ángeles rebeldes...

Para mis hermanas


La vida debe vivirse en permanente relación con un muy reducido y
selecto colectivo, formado por seres que tengan afinidades
contigo. Sin embargo uno debe evitar a toda costa caer en esa alucinación
por buscar compañías o "amistades" en los callejones oscuros y rancios
de las calles, plazas y avenidas de las ciudades, de las ruidosas poblaciones
actuales que parecen ser el centro de todas las almas...

No hay nada peor para lograr nuestro crecimiento y calma interior que
pretender creer que existen tesoros escondidos en los ojos huecos de
esas multitudes, de esas muchedumbres barnizadas con el tedio de las
frases oficiales...

Tiene cualquier esquina, jardín  o tejado mucho más sabor y fuego
que muchas de esas miradas que se arrastran y se cansan al despertarse
diariamente, siempre vestidas con las puertas cerradas del
conformismo.

Un verdadero ser que vive lejos de los cuchillos y las propagandas sabe
bien, que lo exquisito y esencial no se enseña nunca
ni se convierte en bandera o lema para nadie.

Huye siempre de todo aquello que huele a multitud, a muchedumbres
sedientas de aplausos, a seres que reclaman el reconocimiento o
solicitan agradecimiento permanente. Nada que pueda ser considerado
lujuriosamente cierto, ligeramente eterno puede ser objeto de gratitud o
alabanza pública.

El amor y la vida fluyen e inundan todo, para así someter los
aburrimientos perfectos. El amor que ama extensamente sabe
bien llenar, coloca millones de escaleras en el cielo, evitando que la
lluvia pueda romper las alas de los ángeles rebeldes...

El amor y la alegría viven dentro de cualquiera que se atreva a
reconocer que su mano es el alimento primero de las piedras, por eso
nadie debe molestarse en hacer retratos o crónicas de nuestros peregrinajes,
de nuestro deambular presente...

Y debo siempre recordar que para evitar el ruido y la baratija -esa
nueva peste tan terrible y mortal que todo lo mancha-, uno debe saber
que es el último guerrero,  hacedor de nuevas palabras, forjador incansable de  sueños antiguos, portador de millones de alegrías imposibles... Somos los últimos hijos
del mar, tan llenos de nuevos resplandores que no hay boca ni ojos que
puedan vernos enteros, que puedan bañarse en nuestros llantos...

Ahora uno debe lenta y con voz susurrante decir:

La vida debe vivirse lejos de las manos que no pueden sentir el dolor de
una piedra mojada de noche... la vida debe ser igual que una montaña
cansada de ser una noche sin hijos...





                           Andrea Guadalupe.

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mx.

 



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