jueves, agosto 25

NADA ES LO QUE PARECE

Las cosas no son lo que parecen. Cuando la noche se cierra y experimentamos el inicio de un sueño reparador, nada nos importa, nada puede restar la energía del cansancio que nos invade acudiendo en nuestra ayuda; porque el cansancio es una especie de alarma para recordarnos nuestra condición de humanos y consigue que el mundo se detenga por unos instantes liberándonos de tener que soportar la locura de nuestro embrollo de ideas y uniéndonos, entonces, a una dimensión diferente, más espiritual, como es aquella de los sueños... Si no fuese así, el universo haría derramarse pronto sus archivos y lograría hacer estallar la gran bolsa que lo contiene, llenándola de agujeros por los que se escaparían, en desorden absoluto, las piezas que componen la gran maquinaria de su reloj llamado tiempo, y en consecuencia, enterrándonos a tod@s en un breve y sutil movimiento de pala bajo sus escombros. Las cosas no son lo que parecen.

 

Las personas que se van de nuestro lado, lo hacen porque el mundo les ordena que se alejen para abrir otros caminos, diferentes, no mejores ni peores, y cumplir con el programa de la representación. No, no somos organizador@s de nada, ni de nuestras vidas; sólo intérpretes de ella al poner nuestro voluntad en que todo salga a la perfección, en que nuestro programa de existencia sea lo máximo aprovechable ¿ para nosotr@s? ¿para los demás? ¿Para la evolución del plantea?.. Solo que eso roba, no un minuto, sino una vida entera de nuestro tiempo - la nuestra- dedicándonos a ser aquello que nos ha tocado representar en el reparto de papeles: obrero, mendigo, escritor, médico, genio, mediocre, hombre, mujer, loco, cuerdo. Nadie elige nada. Las cosas no son lo que parecen...

 

En la gran ciudad, la felicidad termina cada día en la agonía de lo individual tragando al ciudadano en una espiral de compañía generalizada... Se acude en banda a trabajar, a divertirse, a comer, a descansar... Da miedo contemplar la danza de sus pasajes llenos de masa humana: cada cual con su alegría, cada cual con su problema, cada cual con su gesto indiferente o superficial por fuera, llenos de esperanza por dentro; mientras el autobús los reúne aprisionados como mercancía barata exhibiéndolos por la calle en escaparate de cristal. ¡Dios mío qué soledad...! ¡Dios mío que soledad....!.¡ Las cosas no son lo que parecen!

 

 




                           Andrea Guadalupe.

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mmx

http://andreaguadalupe.blogspot.com

www.disforiadegenero.org

 



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