Agonía
Las estrellas sin luz caían en el bosque, oscuro y frío.
Los pájaros sin voz se escondían en los árboles, grises y desnudos.
El hombre sin rostro se hundía en el barro, negro, pegajoso.
Ya no le quedaba nada para alimentar a sus hijos, para aliviar la tristeza de esos ojos perdidos, el dolor de esos estómagos vacíos.
Lodo, barro, espanto, dolor, horror... no pudo reprimir el llanto que, desesperado, corría por los surcos de su cuello arrugado.
Seguiría siempre igual, ninguna puerta se abriría: el destino era una farsa y ellos las marionetas de una triste historia oscura y fría, el calor nunca alumbraría sus vidas.
Sólo la muerte le salvaría de la triste agonía del día a día.
Cogió la soga, entro en su casa y cerró la puerta.
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