martes, julio 21

Un amor surrealista.

Tijuana BC Jul/009.  Un amor surrealista.  

 

Aquel hombre le agradaba.

Algo misterioso resultaba de la pequeña cicatriz que tenía en su frente.

¿Sería casado?

Sus ojos oscuros rieron cuando lo negó, finalmente una noche aceptó su invitación y se sentó en el sofá de su casa dejándose abrazar y besar hasta el amanecer.

Lo notó diferente.

Sus manos acariciaron su cuello produciéndole inquietud, bajaron con suavidad hasta su blusa desprendiéndole los botones sin prisa, con delicadeza; apretándole con delicadeza los senos, mientras los chupaba con su lengua húmeda.

Te quiero, susurró.

Yo también, le respondió.

Y eso fue todo, y la dejó hecha un despojo, con la blusa desprendida y un seno afuera de la copa del sostén.

Más tarde, la invitó a ver sus pinturas almacenadas en una habitación pequeña que olía a aguarrás.

Varios cuadros a medio terminar se hallaban sobre caballetes.

La mayoría eran de colores brillantes.

Unos diez desnudos colgaban sobre la pared del fondo, todos parecían de la misma mujer; Algunos  rasgos se repetían, el pelo ondulado, el cutis trigueño, labios y ojos grandes, la nariz muy pequeña; de forma muy sensual.

Se sintió celosa y no pudo evitar preguntar quién era.

¿Ella?... No es de carne y hueso, le contestó, y atrayéndola hacia él la volvió a besar con dulzura.

Segundos más tarde, temblando de emoción, por primera vez se animó a decirlo:

Si aceptas a mi amor surrealista, estoy seguro que seremos felices.

¿Tú amor surrealista? ¿Quién es ella?

Más tarde tal vez te lo cuente, ahora no creo que estés lista para comprenderlo.

 

Conocerla fue lo mejor que le pudo ocurrir, era bella, inteligente, culta, independiente, sólo que sentía muy dentro de sí que no podía hablarle de su amor surrealista  y de sus siete largos años con ella.

¿Cómo decirle que la necesitaba para hacer el amor?

¿Aceptaría que estuviera siempre entre ellos?

Se culpaba por sus sentimientos, y por más que lo había intentado no había podido alejarla de su lado, su inocencia y su dejarse hacer una y otra vez sin queja alguna, lo colmaban de placer.

No podía destruirla.

Ella lo vencía siempre con su fría sonrisa y su lujuriosa actitud.

La luz indirecta y una vela encendida sobre la mesa le daban al ambiente un toque íntimo.

La música que había elegido se elevó perezosa por la vivienda.

Ella le besó en el cuello y el torso desnudo arrastrando sus dedos.

Me gusta con la habitación iluminada.

Espera un momento, le dijo; era su oportunidad y tardó menos de un minuto en traerla a  la cama.

Cuando encendió la luz, ambas mujeres se enfrentaron; Ella la miró sorprendida, quiso grita, no pudo, él, tapó su boca y la obligó a masturbarlo con ambas manos…

 

El día que fue padre, se convirtió en el hombre más feliz de la tierra.

Lo malo es que después de nacer el bebé, ella se volvió fría y alejada.

 Pensó en la existencia de otro hombre, meditando, llegó a la conclusión de que eso era un imposible, su mujer casi no salía de la casa.

Ella lo supo desde el primer momento en que la conoció, que algún día cedería a la tentación.

Y esa tarde fue la tarde perfecta; quizás porque afuera llovía y siempre la había excitado la lluvia.

Había vivido más de un año con el deseo reprimido de poseerla para sí misma, sola, de acariciarle los senos, su cintura perfecta; así que le puso su mejor lencería y la acostó sobre la cama y unos segundos después, cuando el aceite que tenía en su interior recorrió cada parte de su cuerpo, se volvió excitante, mucho más que ella.

Un amor surrealista, de cabello ondulado, suave y sensual que invitaba a tocarla y acariciarla, labios gruesos y carnosos, que se abrazaban a la boca y la succionaban con arrebato, piernas perfectas, senos erguidos y redondos, una obra de arte, la réplica de la más hermosa hembra de goma suave y perfumada, poseedora además del pene más viril y armónico que jamás haya probado…lo tocó y acarició, con el mismo ardor con que lo hacía él, con un sudor cóncavo corriéndole por la espalda.

Y desde esa tarde, cuando su marido se iba al trabajo, ella no esperaba que desapareciera su auto de la calle para sacarla del armario.

Un amor surrealista le daba el único placer que encendía su cuerpo y por eso, nunca más la hizo esperar…  Andrea Guadalupe.

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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