jueves, julio 9

Mudanza del ánimo

Tijuana BC Jul/009.   Mudanza del ánimo

 

 

La imagen del amanecer ha sido abusada como punto de transformación, de comienzo.

Y el pensar en ello me provoca inquietudes por las situaciones comunes en donde se abusa; Amar hasta el amanecer, Amanecer juntas, etc.

Aunque creo, es diferente acompañar a la noche hasta que se descascare el día, como testigo o presunta implicada, que anticipar la salida del sol en el vértice de la oscuridad que se vuelve mañana.

Una tiene tientes de parranda y complicidad, la otra de anticipación, de pereza mística.

Y en ambas, hay ese placer de espiar la metamorfosis de estar ahí, del despertar del día, de la ciudad.

Hay mucho de espectáculo íntimo.

Como en los atardeceres que muchas miran y que han causado cuadros de paisajes y marinas, letras de melodías.

La luz naciente pinta el cielo a su antojo, lo viste del corazón de fuego del sol.

Si la caída de la tarde es escandalosa, naranja herida, la mañana es fina toronja.

El amanecer aplaca a la noche por la vía de la suavidad, la dulzura se impone al drama de lo oscuro, y en lento repique, se descorre lo negro que cambia al rosa pálido, al amarillo y despiadado blanco.

Esa mudanza del ánimo y los colores transitorios, me trasladan a dos amaneceres de los que he sido espectadora privilegiada.

En el Puerto de Veracruz, frente al Golfo de México, despidiendo el siglo XX, y recibiendo al siglo XXI, después de una noche de risas, bromas, bailes y juegos con i hermano Rafael, acudimos a la playa, cerca del malecón, y Mocambo, cuando el sol del nuevo día, año, siglo, hizo su entrada y el amanecer iba develando con lentitud el perfil del horizonte.

El Puerto de Veracruz, exhibía majestuoso su faro Venustiano Carranza, mientras los primeros rayos de luz, desgarraban los restos de la noche en melancólica pieza.

Recuerdos íntimos frente a una ciudad, donde late la alegría bullanguera de mi hermano.

El segundo fue en esta parte Noroeste del país, en forma sorprendente, atravesando zonas semidesérticas.

Por la ventanilla vi el amanecer recortarse contra el vació aparente de la nada.

Al frente sólo carretera extendiéndose hasta el infinito, y a mi costado derecho, el corazón se detenía ante el espectáculo de los cactus y flores en explosiones rojas y amarillas.  

Hay amaneceres más sencillos, de callada belleza, que llevan a rozar una dulce tristeza.

Andrea Guadalupe.

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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