Tijuana BC Jun/009. Una historia larga y torcida
A diario escribía, a diario regalaba renglones que mostraban sentimientos, leía para no repetirme en ideas, y así brindar nuevos conceptos, nuevas fuentes, nuevas palabras.
Aunque con un lenguaje que no era el más fluido, el más claro, procure terminar siempre siendo sincera, verdadera, desnuda.
En el papel, se podían encontrar correcciones, cuidándome por escribir lo mejor posible, con enmendaduras entre líneas, algunas descartadas.
En un papel que mostraba arrugas, papel de color amarillento, y aunque en ocasiones tuve la intención de dejarlo en cualquier lado, siempre volvía a él, siempre encontraba la manera de continuar escribiendo.
Hubo momentos en que me desesperaba por los fracasados intentos de dejar de garabatear, por dejar de querer, por ya no vivir una historia imposible.
En un tiempo aparentemente perdido.
Un día cualquiera, alguien que no conocía mi sentir, mi escribir, mi pensar, se enamoro de las letras, y ofreció nuevas hojas, nuevos libros, con enormes hojas en blanco en donde escribir nuevos renglones, con la diferencia de que esa persona, sabia escribir, quería escribir.
Sólo que no sabia dónde esconder los viejos papeles, no podía olvidar las anteriores palabras.
Debía existir en el mundo un solo lugar donde pudiera dejar las líneas sin que el pasado las encontrara, donde el futuro se pudiera deleitar con la narrativa.
El único lugar que el pasado no conoció, el único sitio que jamás examino, fue mi interior.
Y a pesar de mis miedos, de querer intensamente la palabra escrita, mis historias, decidí comerme una a una, devorar mi pasado.
Con feroces mordiscos, a grandes bocados.
Y en ese mismo instante, supe que era un nuevo día, una historia larga y torcida, que ahora ya no quería. Andrea Guadalupe.
Andrea Guadalupe.
Desde mi rincón existencial, donde el sol nace al poniente.
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