miércoles, junio 24

Qué porquería.

Tijuana BC/Jun 009.   Qué porquería.

 

 

 

Al manejar, mi mayor temor consiste en escuchar un ruido extraño.

Me explico; porque aún cuando una sea precavida, y carga con la llanta de refacción para resolver las emergencias, los fusibles en la guantera, un cable de repuesto para cualquier cosa que llegara a ofrecerse, nunca falta una idiotez, y comienzan a saltar los detallitos, uno a uno, y en un instante, son un desfile de fallas.

Se inicia el chisporroteo, a liquear los frenos, que la pila se descargue por un corto, que la computadora se desprograme, que la suspensión ya no suspenda, que el abanico no ventile, que las bujías, que el chicote, que……….ups.

Y tener que dejar el vehiculo,  tomar taxi.

Con ganas de llamar al yonke, que se lleven el mueble.

Debo empujar entre quienes gruñen y reclaman porque retrazo el trafico, como si descompusiera el vehiculo a propósito.

Luego tengo que orillarlo a la banqueta, dejarlo bien cerrado, comenzar a buscar un mecánico que no contesta, porque es día festivo o se pusieron briagos desde temprano, o se les hincharon, y no llegaron a trabajar, sólo Dios, porque por más que llamo, nadie contesta el mugre teléfono.

Y estar del otro lado del boulevard, esperando un taxi, ¡Y nadie quiere parar para levantarme!

Todos vienen ocupados, hasta full, y pasan hechos un tiro.

¿Cuánto tiempo me tiene parada como entupida?

Por fin se detiene un taxi colectivo, la gente me mira, me deshace con su mirada de acido, se recorre de mala gana, parece que me hacen el favor, como si ellos fueran a pagarme el pasaje.

Una gorda que aprieta contra mí sus miserias carga sobre las piernas celulíticas un chiquillo que me patea una y otra vez, insistente y grosero, hasta que me cansa y le planto un pellizco.

Comienza la lloradera, los reclamos.

La música de banda a volumen casi cuadra fónico, y el chofer como si nada.

El en lo suyo, como si nada, como si nadie existiera

Como maldición del destino, truena la llanta trasera, él mugre taxista con una sonrisa entupida nos pide que bajemos, que esperemos otro taxi, porque, él no es de los que cargan su extra, o fusibles en la guantera.

Y ya no pasa nadie, nada, taxis libres o colectivos.

A la distancia, sólo se aprecian otras personas, grupos como puñados de arroz, montoncitos sembrados a la orilla del asfalto.

Las taxis descompuestas, el boulevard atascado de gente, los hombres embarrados de miserias.

Qué poca cosa, qué porquería. Andrea Guadalupe.

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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