jueves, junio 25

Mi papá se fue en el humo.

Tijuana BC Jun/009.             Mi papá se fue en el humo.

 

 

No puedo dejar de pensar que mi papá estaría hoy vivo si no hubiera fumado tanto.

Estoy convencida de que el fumar lo mató.

Cada año que fumó le quitó uno de vida.

Ahora me tengo que conformar con recordarlo en fotografías y en olores.

El recuerdo más claro que tengo de mi padre es el de sus bigotes picándome la cara cuando se acercaba a darme un beso, y luego, cuando me abrazaba, ese olor inconfundible a humo de cigarrillo y colonia.

Qué terrible que aquello que lo mató, el humo, sea también lo que más rápidamente lo trae a mi mente.

Hay veces que voy caminando por algún lugar público y, de pronto, la mezcla del humo del cigarrillo y el perfume de colonia de otras personas me obligan a detenerme buscando a quien, yo sé, ya no está aquí.

Ese olor lo hace reaparecer en mi mente y, por un breve instante, vuelvo a estar con él.

Mi papá sólo conoció de pequeño a mi hijo José Ángel, y se perdió de verlo crecer en el amor a la maquinaria pesada, se perdió el verlo transitar en la vida hasta ahora que es un joven mecánico.

Todo por fumar y, tengo que reconocerlo, también por una dieta de carne, huevos, pan, mantequilla y tocino que, sumada a una total falta de ejercicio, le reventó tres veces el corazón.

Cuando mi padre empezó a fumar no había tanta conciencia sobre los peligros del cigarrillo.

 Y menos aún en México.

Fumaba frente a mí y mis hermanos y jamás se le ocurrió a nadie que ese humo nos ennegrecía también los pulmones, fumar era "padre".

Tanto que en la infancia nos llevaban a una dulcería donde nos compraban cigarrillos de chocolate.

Y mientras nos los comíamos a mordidas, simulábamos fumar, echando aire, al igual que la mayoría de los adultos que nos rodeaban.

El recuerdo es un poco borroso, una vez mi padre me dejó darle una inhalada a uno de sus cigarrillos sin filtro.

El sabor me pareció asqueroso y tosí por un buen rato, ahora lo odio por haberme quitado los mejores años con mi papá.

Hace ya 45 años que el Asesor Nacional de Salud de Estados Unidos advirtió que fumar causaba cáncer de pulmón.

Yo creo que nunca le avisaron de eso a mi papá en México y a millones de fumadores en toda América Latina.

Los pulmones latinoamericanos siempre han sido subestimados por la industria tabacalera.

Ellos venden donde los dejan.

Y como nuestros gobiernos han recibido a cambio millones en impuestos, las empresas cigarreras han podido arruinar con protección a cuanto fumador quede enganchado por la nicotina.

Si mi padre hubiera sabido a tiempo del veneno que se estaba metiendo de joven ¿hubiera dejado de fumar? No lo sé.

En los últimos años de su vida sí dejó de fumar sólo que ya era demasiado tarde; sus venas y arterías eran de cartón.

Lo extraño horrores.

Siento que me hace más falta ahora, y lo entiendo mejor.

Quizá porque me acerco peligrosamente a la edad en que el tabaco lo ahorcó.

Siempre he tenido la impresión que la verdadera vocación de mi padre fue la magia, combinada con la mecánica.

Su cara se iluminaba cuando encontraba las fallas de los equipos y las reparaba.

Nos parecía increíble que un hombre dominara maquinas tan grandes, para verlas rugir y trabajar entre espirales de humo.  

Y su dolorosa despedida tuvo, sin duda, algo de magia.

Al final, mi papá se fue en el humo.

Andrea Guadalupe.

 

 

 

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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