lunes, abril 7

LOCURAS EXISTENCIALES.

Tijuana BC  Abril 008.   Locuras existenciales.

 En verdad que los humanos son alienados.

Se empeñan en asegurar que el amor es el sentimiento más alto que pueden sentir.

 ¿Y cuál es la verdad?

 Que los descubrimientos científicos van confirmando que no es más que un estado de ánimo fisiológico, bioquímico que directamente se traduce en comportamiento de los individuos, por lo que lo único que hace su locura es confundir los deseos vanidosos de sus neuronas con el producto de sus hormonas que, como en todo macho y hembra, en todo animal, no buscan más que perpetuar sus genes.

 

 Este sermón de conceptos, en tono solemne, me los dirigió la lechuza, vieja inquilina del campanario de la iglesia y amiga mía, en plática que sostuve con ella.

 Por considerar que sus opiniones pueden ser por lo menos divertidas, es por lo que les ofrezco un resumen de la misma en esta carta.

Como rebatiera a sus anteriores conceptos con un: ¡Vieja amiga! Olvida un pequeño detalle, solo que definitivo: nosotros, los humanos, a diferencia de ustedes, los animales, hemos alcanzado el punto de poder separar el sexo de la reproducción, lo que nos ha permitido --y permite-- si no sublimarlo, al menos idealizar, espiritualizar el acto carnal".

Al ir escuchando mis palabras, a mi amiga se le fueron encrespando las plumas y abriendo más los ojos.

Con furia contenida me contestó lo siguiente:

¿Qué han espiritualizado el sexo? Yo más bien creo que lo han convertido en algo superficial.

Si, es verdad que para ustedes, los humanos, el sexo ya no es solamente inseminación, solo que………. ¿Estás seguro que eso lo ha espiritualizado?

A mi me parece que han hecho del mismo una diversión, más que otra cosa, en un placer que halaga y justifica el egoísmo de cada uno y todos los que ejercen  ese sexo liberado de la procreación; halaga y justifica la irresponsabilidad del enamorado veleta; la vanidad de coleccionista del mujeriego, la falta de delicadeza del depravado; las desviaciones de los viciosos y obsesionados.

Ese pretendido embellecimiento o espiritualización que habéis hecho de lo sexual, perdóname que te lo diga, no es más que una justificación ad hominen – aquí, como viera mi cara de sorpresa ante su saber de latines, aclaró solemnemente..; es decir, una justificación no objetiva, sino más bien adaptada al modo de pensar de ustedes, los hombres –guardó por unos instantes silencio y continuo luego irónica--; y ahora también de las mujeres, pues con eso de la igualdad y la libertad para todos que se gastan  hoy ya no únicamente tienen a  don Juan sino también doña Juana.

 

Locura es, digo, el que hombres y mujeres afirmen que el amor es para ustedes lo mejor, lo más alto y valioso de sus vidas y al mismo tiempo que en tanto lo valoran, lo conviertan en un sentimiento Light, en una diversión, en un pasatiempo, en un producto más de úsese y tírese de ese su mundo consumista en que respiran. ¡Ah!.

 Ante ésta su triste realidad más les valdría que dejaran los evasivas, los argumentos y medios que exponen para eludir su verdad sexual, que, en esencia, no es más que la verdad por la que se rige toda planta y todo animal de este planeta, y admitir de una buena vez y por todas que eso que llaman amor no es más que una función fisiológica, bioquímica que no tiene otro objeto que la reproducción de la especie.

Al respecto, tengan en cuenta que el ser cuyo instinto, como el de don Juan, está fijado en y por el sexo, está expuesto y bien puede traspasar la frontera de lo natural y caer en la perversión.

 Cuídense. ¡Ah!, razón tiene el dogma católico que afirma que el sexo no tiene otro sentido y otra función que el de la reproducción.

 

En este punto, un tanto irritada por su apasionada y equivocada discurso, la interrumpí diciéndole que tuviera en cuenta que el catolicismo oficial era de lo más patriarcal y antifeminista, y que no tenía en cuenta que los humanos somos, en muchos sentidos, muy diferentes al resto de los animales.

A medida que me oía, otra vez se le encresparon las plumas y abrió tamaños ojos.

Como vio que persistía con mis argumentos, quiso callarlos gritando una y otra vez:

 

--¡justificación ad hóminen! ¡Justificación ad hóminen! ¡Justificación ad hóminen!...

 

Vio que no lo conseguía y se enfureció.

Abrió las alas y dio dos o tres saltos tan violentos que a punto estuvo de perder el equilibrio y caer en la rama en que estaba posada; seguidamente emprendió el vuelo hacia su nido, el campanario de la iglesia, con lo que me dejó con la palabra en la boca.

¡Ah!, solo que la próxima vez la obligaré a escucharme para convencerla de que los humanos, en cuestiones de amor, no somos dementes. ¿Lo lograré? Los tendré al tanto.  Andrea Gpe.

 

 

 



                           Andrea Guadalupe.

                              
                         Tijuana Baja California Norte. Mexico

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mmx
 
 


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