sábado, mayo 2

Caminando encontré………………

Tijuana BC May 009.    Caminando encontré………………

 

 

Aquella linda pequeña, niña de pocos años, caminaba al lado de su madre llevando un globo en su mano, cuando en un descuido, su globo voló.

Entre su angustia y desesperación, corrió tras él entre las miradas indiferentes y risas de los caminantes.

Una estatua humana perdió el equilibrio en su base –pedestal, sin embargo, fiel a su consigna, no se movió mientras la pequeña corría.  

Las marchas de militantes que reclamaban, exigían, ondeaban pancartas entre gritos y alta voces, reclamaban acciones de beneficio social en las puertas de su partido.

Al ver la niña corriendo, bañada en llanto tras su globo, insensibles, no se inmutaron.

Los vagabundos desheredados, mendigos indolentes que permanecen como gárgolas en la plaza, solo reaccionan al sentir la moneda que cae en sus manos, mientras la niña implora su globo.

Un juvenil coro de idealistas sonrientes, sale de un templo, al verla cruzar la avenida, si bien los autos no le hicieron daño, aunque estuvieron cerca, solo alcanzaron a exclamar plegarias y santiguarse.

Al final, el globo cayo en manos de otro niño, agradable, sonriente, un chiquillo como ella.

Este le sonrió cuando se dispuso a entregarlo.

Justo cuando ella estiraba las manos, el niño mirándola fijamente,………..lo reventó.   

Ahora aquella pequeña comprende el verdadero significado de la frase….."Salir de casa".

 

 

 

Aun no alcanzo a comprender como y por qué, a pesar de encontrarme alterada por las noticias familiares que accidentalmente había recibido, puse atención a la figura delgada de ese hombre que todos los días se acercaba hasta nuestra área de trabajo para pedir que le dieran un cigarro.  

De unos cuarenta y tantos años de edad, más o menos, mal llevados, de ropas limpias, aunque desgastadas, sin rasurar y con los ojos húmedos, era el personaje de las burlas constantes.

¿Qué onda local? ¿Qué números son los buenos hoy?

La pregunta, ya sabía yo, accionaba los resortes de las burlas y la contestación ya conocida; Dos noventa y dos, ochenta y cuatro, cero seis.

¿Qué onda locatel? Lo mismo dices todos los días.

Dos noventa y dos, ochenta y cuatro, cero seis.

¿Me dan un cigarro? Repetía una y otra vez.

Y broma tras broma, siempre igual, las burlas no paraban hasta que algún alma misericordiosa ponía en sus manos el ansiado cigarro.

Ese día, siguiendo un impulso inexplicable, sin pensar, en el comedor compre una cajetilla completa.

¡Quiero que te quedes con ellos!, Son para ti le dije mientras le entregaba los cigarrillos.

Me miro y como respuesta recibí el gastado; Dos noventa y dos, ochenta y cuatro, cero seis.

Solo que antes de alejarse, algo pareció iluminarse en sus ojos y señalando hacia mí, dijo; Ella no contesta.

Y se alejo sin añadir nada más.

Durante un largo rato, estuve meditando en las palabras que había agregado ese día aquel hombre.

De pronto, todo se había despejado en mi mente.

Fue como si un velo se desgarrara dejando ver la verdad sobre él.

Dos noventa y dos, ochenta y cuatro, cero seis, debía ser el número de teléfono al que había llamado con infinita insistencia sin obtener respuesta.

Aquel pobre hombre había enloquecido por no ser perdonado, o por no saber perdonar.

Llevándose el amor perdido su razón.  

No podía dejar de pensar en esto, y una inquietud comenzaba a adueñarse de mí, tomé el teléfono y comencé a insistir en una llamada.

El tono de la llamada no tomada se quedaba sonando en mis oídos, solo que no obtenía respuesta.

Me quedaba con el teléfono en la mano y con una inquietud que me dominaba, ya que yo también debía perdonar y ser perdonada.  

Casi sin darme cuenta me había contagiado.

Y mis labios, obedeciendo al corazón y no a la razón, comenzaron a balbucir entre susurros ……………………..tu numero de teléfono.

 

 

 

Tratando de alejar de mi mente los recuerdos que frecuentemente me acosan, muevo la cabeza.

Y otra vez, inmóvil en la cama, cedo a la sensación fría que recorre mi espalda.

Ya comenzaba a experimentarla a diario, a estar conciente de que no pudiera conciliar el sueño.

Lentamente me levanto de la cama y busco entre las penumbras de la noche, el cobertor que dejo a mis pies para echármelo encima, aunque sé que eso no será la solución.

Una vez más y sin  desearlo, mis pensamientos me llevan hacia ti, recordé que antes de perderte ………………….ese frío no existía.  

Antes,………cuando no necesitaba mas abrigo que el que me dabas con tu cuerpo, tu tibio cuerpo apretado al mío.

Quise retenerte entre mis manos, solo que ese deseo fue vano, inútil, como es inútil tratar de contener el agua en ellas, escapa poco a poco, como escapaste tú.

El agua dejo mis manos húmedas, y tú, este extraño frío.

Tomo el cobertor que encontré en la penumbra de mi habitación, al costado de mi cama.

Me arropo casi, como al descuido, acurrucándome como lo hacia antes contigo, solo que otra vez el frío cala, me hace temblar.  

Así, poco a poco, voy cerrando los ojos, descubriendo que desde que te fuiste, penetró a mi vida esa fría sensación llamada soledad.

 

Andrea Guadalupe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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