jueves, enero 2

Hoy 02 de enero…

Enero 2014.          Hoy 02 de enero…
En nuestra cultura, contamos la vida en años.
Se fue el 2013, uno más o uno menos, según como movamos la línea del tiempo.
Para mí, la vida es una ecuación donde, luego de sumar y restar, el final es siempre una igualdad de ceros.
Me fascina el cero: el número redondo, el círculo vacío, la posibilidad de todo.
En mi infancia, pensaba que la palabra anuario se refería a guardar literalmente los años, aunque  no entendía muy bien cómo.
Ahora, sé que no estaba tan equivocada: los años se guardan en un armario de carne y hueso.
Y aunque la memoria lo olvide todo, el cuerpo no olvida, porque el cuerpo es el tiempo.
Creo que el significado tiempo, dándole un orden de inicio-fin: enero-diciembre nos obliga a reflexionar, sentir, expresar o comunicar algo en determinada fecha.
Por ejemplo, el fechar nuestro nacimiento nos fuerza a tratar de estar felices en día de nuestro cumpleaños.
Aunque resulta que la felicidad es multifactorial, pues muchas veces a la felicidad no se le da la gana manifestarse en mi cumpleaños.
 De forma similar, en fechas como la Navidad o año nuevo, la mercadotecnia nos solicita de la manera menos atenta que estemos alegres, sin importar las situaciones o circunstancias que vivamos; tenemos que estar alegres porque así lo marca el calendario.
Sólo que, coincide que una persona alegre/feliz, seguramente consume más que una que no lo está.
También, las dietas tienen que iniciarse en enero, como si las enfermedades nos perdonaran o nos dieran puntos a favor por iniciarlas en enero.
Imagino a la diabetes diciendo: ya te identifiqué, tienes niveles de glucosa por arriba de lo normal, aunque, como iniciaste tu dieta el primero de enero, pues te doy otra oportunidad y regreso a desgraciarte la vida hasta el 30 de Junio sin falta… ahí nos vemos.
También tenemos la clásica frase: empiezo a hacer ejercicio el lunes próximo.
¿Y por qué no el miércoles o jueves?, ¿será que si inicio el ejercicio a principio de semana quemaré más grasa?
Pues porque somos humanos, entrañables, tontos, entusiastas y testarud@s.
Me detengo y miro, no tiene nada de especial mi año y sin embargo sí: la impresión de que mi ordinaria existencia me pertenece muy poco.
La bendita certeza de que todo termina y no puedo hacer nada para impedirlo porque, gracias al Universo, no depende de mí.
Qué alivio saber que la vida no es para siempre; entender delante del cabello blanquizco que señala el espejo, del rostro en transformación constante y de las arrugas que se van profundizando, que sí, que somos temporales.
Entenderlo de verdad, con las células del cuerpo y no con las ideas.
Entonces me digo: si el tránsito de la vida es escandalosamente breve, esos propósitos de Año Nuevo son un verdadero disparate; bien mirados no son más que otra manifestación posmoderna del negocio de la bondad.
Permanecen por la idea millonaria de que todo lo que hacemos, comemos, aprendemos y vivimos nos induce a ser buenos o estar buen@s; vaya ironía.
¿De dónde vendrá el deseo apasionado de abrazar a la obligación temporal de bondad o de persona correcta?
Esas listas de inicio de año donde nos prometemos ser más flac@s, más atlétic@s, fumar menos, visitar más a la familia y ser mejores personas; las encuentro infantiles y mutiladoras.
Porque son listas para limitar, para no ser o para ser como la fórmula correcta dicta.
Vuelvo a detenerme y miro los doce meses de mi año 2013 y es una auténtica pasarela de la infamia porque desfilan delante de mí como entrañables monstruos: chuec@s, rot@s, gord@s, torcid@s, vicios@s, diferentes, fe@s.
Hermosamente tenues, libres incluso del peso de mi propia existencia, comprometid@s con la vida y nada más.
Porque ni enero ni diciembre dependen de mí y si muriera ahora mismo, ahí seguirían.
Y de nuevo me pregunto: ¿qué tiene que ver la vida con esas listas de propósitos pegadas en la puerta del refrigerador o en el block de notas digital?
Y la respuesta es nada, creo en pocas cosas, y entre ellas, en los finales de ciclo, pues comprendí que para cerrarlos, es necesario aprender a perdonar a aquellos que nos han hecho daño de una u otra manera, también de pedir perdón a quienes hemos dañado con nuestras actuaciones.
Así como agradecer de corazón lo que la vida y sus coprotagonistas nos han dado.
Perdonar y agradecer para poder decir adiós, sólo así es posible transitar, evolucionar, cambiar.
Creo en celebrar nuestra duración, nuestra existencia limitada y por lo mismo tremendamente maravillosa, y sobre todo, en volver a intentarlo.
Y para volver hay que irse, y siempre será admirable quien se atreve a hacerlo porque invariablemente, de allá a donde nos fuimos, regresamos siendo otr@s.
Por eso es que yo, me reconozco como progenitora responsable de mis finales, aunque también sé que los principios se irán modificando para vivir la vida con la dosis mínima posible de amargura y para no dejar que me coman las neurosis disfrazadas de falsas lealtades.
Hoy 02 de enero, hay un año nuevo de mirada húmeda, un año tierno, recién nacido: dejemos que sea.
Les deseo que este año los encuentre, no sólo con palabras de amor hinchándoles el pecho, que los hechos, hablen por nosotr@s.
Que nuestro anuario en el cuerpo baile, aunque a veces duela tener delante la certidumbre de los finales, total, si ya volvimos, volvamos a intentarlo, porque esto no tendría sentido sin estos intercambios que desbordan vitalidad.
Un abrazo. Feliz inicio de año.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde les deseo que cada quién, viva sus experiencias indecibles, imprescindibles, esas que nutren el espíritu, a las que hay que abandonarse con intensidad y delicadeza.

Andrea Guadalupe. 

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