Enero 2014. Aun
cuando no tenga eco.
Hoy domingo, en esta mañana de enero, es un día un poco gris,
frío, con el sonido de hojas secas raspando el suelo, con los árboles
semidesnudos, estremeciéndose sus ramas cada vez más despojadas de hojas, por la
brisa fría y constante, que me invita a recordar el sol cálido del verano, en un lugar
casi sin árboles, con el rumor
permanente de las olas del mar, que suavemente musitan una melodía eterna.
Y en ese lugar, contando sueños, coloreados de promesas y
esperanzas, escuchando divagaciones de una amiga que tiene las mismas esperanzas
que yo.
Porque, quienes escribimos, inventamos una realidad que no
existía, aunque que puede ser.
Creemos que todo se puede transmutar, y somos muy sinceras
cuando lo decimos.
Sólo que a veces no tenemos la maestría necesaria para
concretar lo que sabemos, se puede hacer.
Y esta evocación es con olor y calor del estío, con rumores alegres,
con la sensación de tranquilidad en el aire, con sueños hermosos, con anhelos
inmensos.
Y se hace visible
porque es real, porque tiene todas las adiciones que podamos relatar, porque
existió, de alguna manera aún existe, y seguirá existiendo.
Y este día de enero, que siento tan nostálgico, me invita a añorar.
Me aparece el recuerdo del mar, observado durante mi
infancia, y mágicamente mi sentido del olfato lo percibe claramente como un
milagro, con el sabor a sal, con el rumor de las olas.
La quietud se intensifica, lo maravilloso del momento
emociona, hay una sensación de quietud, todo indica el reposo, el cielo se
pinta de tonos azules.
Ahora los ojos brillan más, húmedos de emoción
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde decido
seguir escribiendo, aun cuando no tenga eco.
Andrea
Guadalupe.
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