martes, enero 12

¿Qué es darse a respetar?


 

Tijuana BC Enero/2010.          ¿Qué es darse a respetar?

 

 

 

Ana, tenía nueve años de edad, llegó en el 2007 a vivir a Tijuana BC, e ingresó al cuarto año de primaria cuando el ciclo escolar ya estaba iniciado.

A los cuatro días de haber llegado a su nueva escuela, dos niños de diez y once años le tocaron las nalgas.

Ella los denunció de inmediato con su familia y en la escuela, mientras la maestra les llamaba la atención, los culpables traían un rostro de profundo remordimiento y tristeza.

Ana, conmovida, preguntó a una de sus compañeras de salón, si había hecho bien o mal al declarar.

La respuesta fue: "Imagínate, tú los aguantaste cuatros días, nosotras llevábamos todo el año aguantándolos". 

Sin embargo, en la reunión mensual de madres de familia, cuando se tocó el tema, las voces de las madres de los varones justificaban: "Las niñas son unas llevadas, las niñas los provocan".

A Ana, no volvieron a tocarla, sí a murmurarle algunos insultos y apodos.

La violencia en el salón fue creciendo al grado de que ya tres o cuatro chiquillos rodeaban a una niña para aislarla y le tocaban el cuerpo.

Ninguna denunció.

Luego, vino una revista pornográfica, con la cual se acercaban varios niños hacia las niñas, para preguntarles si sabían masturbarse.

El tono de la pregunta era el mismo, que si fuera utilizado en un hombre adulto a una mujer, podría usarse para denunciar acoso sexual.

Las madres de estos chicos hablaron de una natural fase de curiosidad sexual, el ataque hacia las niñas era un trama muy circunstancial.

En el siguiente ciclo escolar hubo un cambio de maestra.

Se dijo que era necesaria una mano más firme para tener controlados a muchachos tan problemáticos.

La nueva maestra los llenó de trabajos y tareas, los mantenía ocupados todo el tiempo en la escuela y en la casa.

Hojas y hojas llenas de trabajos para entregar, sin embargo, los ataques a las niñas no se detuvieron.

La práctica se extendió: "Mamá, no puedo decirle a la maestra, Oscar es el más aplicado del salón, el consentido y además ni van a decirle nada".

La consigna continúo: La culpa es de la niñas, para qué se llevan, por qué no se dan a respetar.

¿Qué es darse a respetar?

Es una obligación que el discurso actual encaja sobre los hombros de las niñas en donde se espera que en su sociabilidad con los niños sean tranquilas, amables, que no empleen palabras inadecuadas, que no tengan juegos bruscos con ellos, que se sienten en forma adecuada, con la espalda levantada y con las piernas juntas; que vistan de determinada forma, no provocativa.

Que sean pasivas, que sobre ellas recaiga el peso de evitar cualquier confrontación con los otros.

Si una niña no es tranquila ni amable, dice groserías, si juega brusco, se sienta en forma inadecuada, viste de la manera en que su búsqueda de identidad se lo dicta o simplemente no es pasiva, o, por la razón que sea, no cumple con los parámetros marcados por este discurso, entonces se le culpa de cualquier contrariedad que pueda ocurrir.

Como si el hablar incorrectamente, sentarse o vestirse como le resulte más cómodo fuera justificación para ser violentada.

Lo curioso aquí es que también aquellas que siguen la norma de lo preescrito de todas formas son maltratadas y escuchan el mismo discurso de la provocación.

No hay modo de ganar para ellas.

Cuando, en realidad, nadie tendría que ganar nada, nadie tendría que esforzarse por obtener un trato decoroso.

El respeto es un principio fundamental de convivencia humana.

No se trata de "merecerlo", "conquistarlo".

 A ningún joven varón se le mide con el mismo parámetro.

Ningún niño es señalado por que usó una palabra inadecuada o viste ropa corta, nadie lo descalifica con el argumento de que no supo darse a respetar.

Ellas tendrían que poder esperar y exigir ser respetadas por el sólo hecho de ser humanas.

Ellas van asumiendo desde niñas el rol de víctimas, tienen que ser sumisas; mientras que los niños, ante un problema, responden: pego a quien sea.

 

Ana cambió de escuela este 2009 para su último ciclo escolar en la primaria.

Sin embargo, no cambió de realidad.

Como en todas las escuelas de hoy, está presente el bullyng, "un comportamiento prolongado de insulto verbal, rechazo social, provocación psicológica o agresión física de uno o unos niños hacia otro que se convierte en víctima"

Es un fenómeno que convive en un mismo tiempo y espacio con la falta de respeto hacia la diferencia, cualquiera que ésta sea, el color de piel, el peso, la talla, el usar lentes, aparatos ortopédicos o de ortodoncia, cualquier excusa pareciera válida.

Incluso, niñas que violentan a niñas, en un ambiente que constantemente las obliga a competir por el aspecto físico, por calificaciones en estudios, por la ropa que llevan, por quién resulta más agradable a los ojos de los otros, por quién opaca, por quién humilla, quién demuestra ser mejor que la otra.

No sólo está presente con diferentes matices en el alumnado, si no en el propio cuerpo docente.

Como el maestro de matemáticas aquel, que obligó al alumno a quitarse la pulsera que portaba porque "es de niñas" y amenazó a todo el grupo con cortarles con tijeras las pulseras a todo aquel niño que las portara, ignorando por completo las leyes en contra de la discriminación y el respeto a la integridad de los jóvenes.

Es decir, el maltrato, la intolerancia sembrada desde las primeras experiencias de socialización para los hombres y mujeres que construirán la realidad más próxima.

A todo esto, es necesario sumar el ambiente general que rodea a las alumnas, camino a la escuela, dentro de la escuela y en el camino de vuelta a sus casas: Palabras obscenas murmuradas o gritadas a voz en cuello al paso de las niñas, por sus compañeros o por hombres de diversas edades que las acosan en las calles, en el transporte público.

Palabras que insinúan su sexualidad, palabras que lastiman su autoestima, señalamientos sobre el aspecto de los cuerpos cambiantes de aquellas que apenas están aprendiendo a desenvolverse en la vida diaria.

Lo peor, en ocasiones las palabras se tornan en tocamientos indeseables.

 

Para Ana, aún en el nuevo plantel, la violencia escolar no termina: el niño que le pidió ser su novia y al cual ella rechazó, la señala, la persigue, le ha puesto apodos.

En dos ocasiones le ha hecho ofrecimientos: Dejará de llamarla con sobrenombres, si acepta ser su novia; dejará de hostigarla, si acepta ser su novia.

Situaciones muy parecidas viven otras compañeritas suyas.

Las niñas saben ya bien a estas alturas que no pueden recurrir a las autoridades escolares porque, perciben, que no tomarán ninguna acción significativa y que probablemente les repetirán el discurso de que deben darse a respetar.

Además, hay familias que todavía las culpan a ellas, las sancionan, las violentan si denuncian lo que les ocurre.

Entonces, toman las únicas acciones que están al alcance de niñas de diez, once y doce años: Ellas, les gritan insultos, todas la palabras fuertes con que se les ocurre rechazarlos.

Intentan patearlos o abofetearlos, cuando se les acercan demasiado, eligen el correr, escapar, cuando ven aproximarse a quienes les hostilizan.

Las salidas que estas niñas encuentran no son sencillas ni completamente efectivas.

Probablemente, el vivir en la constante renuncia no es un camino que siembre fortaleza.

 

¿Qué elementos de auto confianza, de supervivencia estamos facilitando?

Hay que preocuparse.

La respuesta física puede ser peligrosa, un ejemplo, Verónica, a quien en la multitud a la hora de la salida del salón de clases, un compañero suyo le tocó las nalgas y ella volteó para abofetearlo.

Él la tomó por el cuello y la apretó contra la pared hasta cortarle la respiración.

Sólo cuando se asustaron algunos compañeros y compañeras acudieron en su ayuda  para que fuera liberada.

Verónica quedó con las marcas de los dedos del delincuente por días.

Las niñas padecen la constante injusticia de quien las incomoda, y además no deben responder porque a partir de esto, frente a las autoridades, ahí sí, el varoncito será escuchado: "Ella también me insultó, ella me gritó tal cosa, ella me pateó, me arañó". ¿Ya ven, cómo son ellas las responsables?

Generalmente, las autoridades se lavan las manos diciéndoles que se respeten mutuamente.

No analizan el trasfondo de estos problemas, en donde una jerarquía cultural de géneros está presente en estas relaciones agresivas, en estas maneras de relacionarse.

Es forzoso tomar medidas, no para luego.

Ya durante demasiado tiempo, el que un chico empuje a otro, los apodos, el que una niña insulte a otra, las burlas, o que estudiantes excluyan a otro, han sido vistos como hechos normales y no hemos intervenido.

Igualmente, el que un niño tire del cabello a una niña, rompa o le arrebate un objeto, atentar desde la desigualdad entre hombres y mujeres, se ha sistematizado.

 

El que suceda habitualmente no lo justifica.

Es necesario detener la violencia antes de que alcance grados más altos.

Un ejemplo de las consecuencias posibles: La violencia en nuestro país, cuando llega al nivel de la escuela secundaria, puede alcanzar extremos  como  la violación y el asesinato.

 

No todo es responsabilidad del centro escolar, los niños, las niñas, los jóvenes al llegar a casa y encender la televisión muy probablemente se encontraran con la acción de un hombre que da malos tratos a una mujer y luego ambos se reconcilian porque se aman; al abrir una revista ven el anuncio comercial cuyas imágenes son una exaltación a la anorexia; prenderán el aparato de sonido y escucharan la música de moda, con sus consignas misóginas.

Más duro aún, quizá también estarán hundidos en familias que repiten y perpetúan modelos patriarcales, que violentan, que restringen.

Lo habitual está construido de violencia hacia las mujeres, sin embargo, sí podemos quebrantar en la parte que nos toca.

Este llamado es una invitación a preguntarnos sobre los abusos de poder cultural y social entre hombres y mujeres que se esta fomentando dentro del salón de clases en la educación básica y su relación con la existencia del hombre que nos acosó, que nos gritó insinuaciones sexuales por la calle en el camino para asistir a nuestros espacios laborales.

Para evitar situaciones violentas en los hombres, hay que empezar por educar a los niños y tratar de no referirnos a situaciones conflictivas alegando que son cosas de niños.

La violencia machista, desde luego, no lo es.

Vamos a preguntarnos sobre las agresiones hacia las mujeres que ocurren en las calles, en las manzanas alrededor del centro de enseñanza y lo permisible con  que se fomenta que estos jóvenes maltraten a las jovencitas.

Teniendo en cuenta que en un par de años quizá, estarán fuera del centro educativo, podemos visualizar que la violencia se repetirá afuera.

Hay un efecto dominó entre la impunidad y la violencia sistemática que resulta en los violadores, golpeadores y asesinos de mujeres y el discurso todavía vigente de "Ellas lo provocaron"…por usar falda, por usar pantalón, por dirigirles la palabra, por no dirigirles la palabra, por estar en la calle de día, por estar en la calle de noche, porque decidió salir a trabajar, porque decidió no salir a trabajar, porque la sopa estaba fría, porque la sopa estaba caliente…

Son ellas las que lo provocan; Oswaldo que asesinó a su novia con 25 puñaladas dice que ella lo provocó, ¿Quién provoca recibir 25 puñaladas?

El niño que tomó por sorpresa la hoja en donde Ana estaba anotando el teléfono de otro niño y la rompió en pedazos, dijo que estaba jugando, que así se llevan, aún cuando ella lo negó

El niño que besó a Verónica a la fuerza dijo que ella lo había provocado

¿Es tan alejado un camino de otro, o son consecutivos?

Hablar de la educación es recurrir sólo a un ejemplo, la educación en todos sus grados presenta distintas formas de maltrato hacia las niñas y mujeres.

Sin embargo, hay un común denominador: Se trata de uno de los espacios donde se asientan con más fuerza las raíces de la violencia hacia las mujeres.

Por supuesto, hace falta el generar conciencia social sobre la problemática, intervenir en la prevención, y freno de la violencia; enseñar a los y las alumnos a intervenir, a no permitir prácticas de abuso.

Es necesario exigirlo, buscarlo y trabajarlo para cambiar los hechos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

Maestras, profesoras: Por solidaridad de género, por conciencia de ser mujeres, porque padecemos el mismo techo de cristal en donde, habiendo tantas mujeres preparadas, los puestos de dirección y reconocimiento se dan en mayoría a los varones; porque en nuestra labor cotidiana podemos vivir acoso por ser mujeres que vivimos en este país injusto para con las mujeres.

 

Por un conocimiento elemental de justicia, no remachemos discursos abusivos contra las nuestras, ni permitamos que las propias alumnas los repitan.

Podemos comenzar a dialogar, a discutir a informarnos, a ensayar formas de construir conocimiento y vida no sexistas.

No sembremos más tiranía contra las niñas, contra las mujeres, contra nuestras compañeras de hoy y de mañana.

Andrea Guadalupe.

 

                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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2 comentarios:

sandyrock dijo...

Muy interesante tu artículo, la verdad, todos cerramos los ojos "con tal de no tener problemas" y que podemos hacer? es el dilema de siempre.
Animo! y apoyémonos entre nosotras, un saludo!

Darse a respetar dijo...

Me encantó tu entrada, precisamente hay que acabar con ese discurso de "darse a respetar", que culpa siempre a la mujer de la violencia de la que ella misma es víctima.

Darse a respetar