domingo, diciembre 7

¿Quien tiene derecho a casarse?


       

¿Debe ser modificada la Constitución de California para eliminar el derecho de las parejas del mismo sexo a casarse, estableciendo que sólo el matrimonio entre un hombre y una mujer es válido o reconocido en California?

 Éste es el texto en español de la Proposición 8, una de las iniciativas que aparecieron en la boleta electoral de los votantes de California el pasado 4 de noviembre, y que fue aprobada por un 52% de quienes sufragaron, alterando los esfuerzos de años por parte de las organizaciones de defensa de los derechos civiles.

 

Hay desde luego algo de ironía en esta aprobación.

De antemano, se encuentra en el texto de la propia proposición: ¿Eliminar el derecho?

Es una frase que, a estas alturas del partido, no debería aparecer por escrito en ningún lugar, mucho menos en una iniciativa electoral, menos en uno de los estados más progresistas de Estados Unidos, como se honra de serlo California.

 

Después: la manera en la que se desglosa el voto. De acuerdo con los resultados de la votación, fueron dos minorías étnicas las que mayoritariamente votaron por el sí a la iniciativa: 70% de los votantes afro americanos y 53% de los hispanos estuvieron de acuerdo con la eliminación del derecho; esta cifra se redujo al 49% de los blancos y 49% de los asiáticos.

 

Se dio el caso de algunos compatriotas que viven en este lado de la frontera, con derecho a votar en Estados Unidos, lo hicieron por Obama solo que también votaron contra los matrimonios de homosexuales

 

¿Quién tiene derecho a casarse?

Ha sido una batalla larga, con muchas implicaciones, que seguramente no terminará aquí, porque tiene derivaciones que ciertamente van más allá de esta modificación legal, desde la concepción de matrimonio, de derechos humanos, hasta la de igualdad, la de no discriminación y la de democracia.

 

Lo incomprensible es que la iniciativa fue votada justo el mismo día en que los votantes californianos mayoritariamente eligieron a un candidato proveniente de una minoría étnica como presidente de su país: 76% de los californianos votaron por Barack Obama, contra un 19% que votó por John McCain.

El mismo día en que se dio un paso adelante en el reconocimiento de los derechos de una minoría racial, se dio un paso atrás en lo referente a los derechos de una minoría sexual.

 

Solo que no sólo la gente común y corriente ha manifestado su rechazo a la aprobación.

A la oposición se han sumado concejales, legisladores y políticos de la altura de los alcaldes de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa; de San Francisco, Gavin Newsoom, y sorprendentemente el propio gobernador Arnold Schwarzenegger, así como varias organizaciones de peso, como la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) y el Fondo México americano para la Defensa Legal y la Educación (MALDEF).

Todos, excepto el gobernador, han presentado acciones legales que buscan anular la aplicación de la iniciativa aprobada bajo el argumento de violación a los derechos civiles.

 

Hay quien niega, por ejemplo, que los homosexuales sean normales.

Obviamente, este discurso está influido por las lecturas conservadoras de origen religioso, que consideran la homosexualidad como un estado antinatural o como una enfermedad que hay que curar.

Bajo esa figura, no es extraño que se les nieguen los mismos derechos que a los heterosexuales.

Me parece que esa visión termina violando los derechos humanos de las personas que tienen preferencias sexuales distintas a las de la mayoría.

 

El gran tema de discusión es si las mayorías tienen derecho a imponer su visión sin respetar los derechos de las minorías, sean sexuales, religiosas, étnicas o de otro tipo.

Me parece aquí también que las mayorías tienen derecho a decidir el rumbo general de la nación, solo que esto nunca puede significar pasar por encima de los derechos de las minorías. Ni el voto de la población ni el de los legisladores puede estar por encima de los derechos humanos.   Andrea Gpe.

 

 

                                                                                                  

                                       Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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