miércoles, junio 21

Los Cobardes Nunca Hacen Historia


Tijuana BC jun 006.

 Los Cobardes Nunca Hacen Historia.

 

Dio vuelta sobre sus talones de manera definitiva.  Aún temblaban sus rodillas que delataban miedo, emociones encontradas; lazos  de herencia cultural que  sujetan por encima de la ropa-, superaron en fuerza al más radical sentimiento que brotaba de su piel.

No se atrevió siquiera a admitir la agitación en su pecho. No se atrevió tampoco a……………………………….. Sin embargo, a pesar del esfuerzo para ejercer el control, sus hermosos ojos   delataban: las entrañas que se fundían en el recipiente de la pasión reprimida.

Demasiadas limitaciones para permitirse sentir. Demasiados perjuicios, advertencias de……………. Demasiados miedos infiltrados en su corazón durante todos sus años de infancia, adolescencia.

Tanto que cuidar: la reputación de su padre, el buen nombre de la familia de su madre, la boca de las amistades familiares que ante un error no se detendrían para cambiar la alabanza fingida por veneno puro que difundirían en todos los círculos sociales a los que pertenecía su familia, a los que debían -según repetía su madre- su prestigio.

Nunca lo debía permitir.

La noche anterior, durante la cena, toda su familia se lo repitió: requería una novia, que le acompañara a misa de diez los domingos. Una novia con futuro, principios armónicos a su familia.

Una novia que se adaptase, que nunca tuviese ideas diferentes; manejables que pudiera encajar adecuadamente en la trama familiar que había tejido su abuelo; que había mantenido su padre cuando eligió a su madre como mujer

Era domingo de comida familiar, un evento en que formalmente debía sentir cosas bonitas, reír de los bromas de papá y emocionarse con las insubstanciales historias que había protagonizado mamá, olvidar la escuela de monjas, nunca mencionar lo que le ilusionaban las clases de bordado y destrezas culinarias.

Era una mañana de domingo de misa, y a diferencia de lo que se suponía debía sentir,  la percibía fría, desértica, vacía. Sintió una soledad inmensa por dentro, y la impotencia -la furia-, de someter sus sentimientos a los límites familiares.

Sus ojos volvieron a fijarse en los del maniquí, sabía que no era necesario hablar para demostrar  que estaba loca y mágicamente enamorada de ese lindo vestido.

Lo soñaba estando despierta, le había visto decenas de veces, de camino a su casa, con sus libros de poesía y literatura irreverente bajo el brazo, observándole en su cortejo visual, retando su cobardía.

El  simple vistazo al aparador le sofocaba, le producía opresión del diafragma en los pulmones.

Hubiera podido correr y entregarse a su delirio, a su aliento, a la fuerza que le proyectaba, a su evidente decisión de vivir en plenitud, haciendo lo que le parecía enriquecedor para el alma -y para el cuerpo.

-¡maricón!-, pensó, y automáticamente se censuró e hizo una nota mental para explicarle a su confesor el pecado que había cometido. Por Dios, las palabras extrañas venían a su mente de igual manera que sus nuevas emociones.

Ese día era el peor -una semana antes-, había tomado ya la decisión, esa en la que le propuso huir hacia otros horizontes, en busca de dedicarse a sentir, querer, vivir y reír, a asumir la vida como un reto de pasión, valor y neuronas!.

Durante siete días  no durmió. Cómo se atrevía

El volcán ya hacía erupción por primera vez, de manera irreversible, y  se sorprendía de la capacidad de sus sueños para desatar sentimientos, sin abrir la boca, con una simple mirada, y una apariencia sencilla y pelo revuelto.

Ciertamente ese era el peor día de su existencia, porque su cultura familiar  estaba en crisis por una sensualidad insufrible, por una sensualidad -mezclada con vergüenza- que le obligaba a sentirse, a notar su cuerpo, sus formas, en la sencillez de dar unos pasos, en el ardor de su mirada

Mientras se alejaba dejando atrás la razón, cerró los ojos, hermosos, que desprendieron una lágrima salada.

Cerró también los puños y se resignó a desperdiciar, su sensualidad, en una novia aburrida y convencional que visitaría de seis a ocho, le regalaría claveles, tendría un puesto estable en alguna compañía, le entregaría cheque quincenal y vales de despensa, y le haría el amor una vez al mes -como lo hace las parejas decentes, como lo hacen quienes se entregan a la putrefacción de lo cotidiano-.

Contuvo un suspiro y comprendió que ya estaría inexorablemente al margen de la vida real, la que se siente en la piel, las sienes y el corazón; comprendió que usaría la salida falsa, comprendió, en fin, que se arrepentiría siempre, porque los cobardes se van, simples, a la mierda.

Y así, un domingo de misa, sacrificó el delirio, la pasión, la magia, los sueños, a cambio de la seguridad que brinda la hipocresía familiar; renunció esa mañana a convertirse en mujer de bandera, a cambio de la normalidad de la comida los domingos y una esposa bendecida por el canon social y la mitra, un cónyuge estándar, gris, insípida, roncando en su lecho.

Total, ese era el futuro que merecía, porque a fin de cuentas, las cobardes nunca hacen historia.  

 



                           Andrea Guadalupe.

                               TEL.. 01- 664-50-27-457.

                         Tijuana Baja California Norte. Mexico

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mmx

http://andreaguadalupe.blogspot.com

www.disforiadegenero.org

 

No hay comentarios.: