domingo, octubre 6

Yo me baño a diario.

Octubre 2013.  Yo me baño a diario.
Cuando el agua no fluía en el desagüe del baño, no me quedó más remedio que llamar al plomero.
Vino y sondeo, en la hora que duró, fue sacando todo lo que tapaba la tubería.
Lo primero fue un manojo de inseguridades, que le hizo mirarme con extrañeza, y a mí, bajar la vista de pena.
Después, sacó un rosario de preguntas y tristeza, desechos de indiferencia y hasta un enredo hecho de la vergüenza y arrepentimiento al no participar en aquella marcha del colectivo.  
Encontró una arandela de miedo, que me vino como anillo al dedo, un amasijo de llanto silencioso, de orgullo herido, de pena desbordada.
Saco mucha rabia revuelta y mezclada con todo.
Trozos de ilusiones desgastadas, ya transparentes, como vidrio hecho fragmentos.
En ese momento pensé que podía tratarse del mismo desagüe por el que se iban los sueños, y sobre el que había leído en algún sitio.
El fontanero sólo habló lo necesario.
Sobre todo suspiraba de tanto en tanto, mientras fue extrayendo cuanto veía.
Acabado el trabajo, se negó a cobrarme.
Recogió su caja de herramientas, me miró con infinita tristeza y me palmeó el hombro antes de salir.
Y aunque no dije nada, las cosas no parecen mejorar y yo me baño a diario.

            Una vida de mierda.
Nací un día por la mañana, no podía nacer más tarde, ni más temprano.
De quien me desecho, nunca más supe, allí me abandonó y, si te he olido, no me acuerdo.
Desde ese día mi vida ha transcurrido en la calle, por eso, he visto de todo: robos, atropellos, peleas, besos con lengua, bomberos… Hasta una manifestación que, para suerte mía, no fue muy numerosa y no tuvo que utilizar la acera.
Yo, que no soy estúpida, siempre he notado cómo la gente me mira, cómo me evita.
Siento sus desprecios, porque una tampoco es insensible, ni de piedra, ya quisiera yo, porque sé que a más de una la lucen en no sé qué museo prehistórico con cámaras de vigilancia, y hasta les ponen un guarda de seguridad y  sólo porque se han hecho fósil, dicen; a saber.
Yo, la verdad, siempre muy ingenua, muy alegre; toda de Dios.
Aunque, desde lo del pisotón, todo son males.
Hasta entonces tuve varios intentos, que quedaron en eso, sustos tremendos que te van degradando, porque tu integridad física se ve en peligro.
Y claro, quieras que no, algo te tocan, con ese pisotón se fue una parte de mí.
Me dejó consecuencias, o más bien, se las llevó.
Con el accidente mi carácter cambió y mi diámetro también; se vio agrandado y ahí sigo.
Y no fue mayor porque el despistado era joven y supo mantener el equilibrio, sino igual ya no estaría aquí, o al menos no tanta.
Lo mismo me tendría aun embadurnada en el pantalón, metida en una bolsa de plástico, a la espera de que alguien nos llevara a la lavamatica.
 Ay, sin duda, desde que me pisaron no soy la misma, ni física, ni emocionalmente, en serio.
Ahora sólo me queda esperar que, en el final de mis días, un buen barrendero me lleve, o una tormenta, de esas que arrasan con todo, me arrastre y me desparrame sin tener que dar cuentas, ni ella ni yo.
Porque no creo, la verdad, que un mayate, con lo que escasean por estos lugares, pase un día por aquí, me haga objeto de sus deseos y  me lleve rodando a ver el  mundo.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde, como ven, la mía, es una vida de mierda, despreciable y fugaz.

Andrea Guadalupe. 

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