domingo, septiembre 29

Despierta, soñé mi muerte.

Otoño 2013.  Despierta, soñé mi muerte.
La arena dorada por el sol…el mar acariciando su orilla…algunos rostros bebiendo a sorbos el sol… aunque…nada es lo mismo…
La arena con huellas de otros pasos…la espuma de las olas deshaciéndose en sus continuas embestidas…el sol ocultándose tras nubes que dibujan formas distintas
Rostros nuevos hipnotizados, y yo…tampoco soy la misma…algunas arrugas comienzan a surcar mi rostro, heridas que han ido cicatrizándose
El reloj cuenta las horas recordando el paso del tiempo…sin embargo…algo se repite…aquel olor a algas marinas, a mar, que sube para colarse por la memoria y despierta en mí la fragancia de la infancia, de aquellos gritos de alegría.
El olor de la eternidad…
El viento se lleva las hojas muertas y los manuscritos olvidados.
Las palabras amarillas flotan levemente antes de caer, rendidas, sobre el camino de la infancia. Hablan de recuerdos marchitados por el tiempo, sólo que tan vivos como tenues destellos de luz entre las nubes de otoño.
Recuerdos errantes que se lleva el viento, junto a las hojas muertas.
Sentada, cruzo las piernas y mis párpados atardecen.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial donde despierta soñé mi muerte, la veía llegar erguida y oscura; empuñaba mis deseos de morir y me los clavaba.
Afectada por ese veneno aluciné que la vida se acercaba etérea y me devolvía mis deseos de continuar, mientras yo,  dudaba que elegir.

Andrea Guadalupe. 

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