domingo, septiembre 8

De dónde sale el sol y de qué se esconde...

Sep. 2013.   De dónde sale el sol y de qué se esconde...
Existe quien camina bajo la lluvia, al igual que, caminantes que dan vueltas sin moverse de un punto.
Hay quien camina por la cuerda floja, así como aquell@s que caminan sobre sus sueños.
Nos encontramos con caminantes que llegan antes de partir, de la misma manera que, caminantes que no llegan a ninguna parte.
Y en los intrincados caminos, surge quien camina entre virtuos@ y caminantes virtuales, así como quienes se bifurcan en los caminos.
En este grupo, he conocido caminantes cualitativos y otr@s cuantitativos, aunque, recuerdo también, a aquell@s caminantes que nunca regresaron, porque tampoco partieron.
Ahora que lo menciono, también he conocido caminantes de un solo camino, y caminantes que siempre están pensando en regresar.
Yo fui caminante que camino toda la vida, aunque me he cuidado de no ser de aquell@s que se cierran todas las puertas, si de quienes hacen camino al andar.
Pensándolo bien, me considero de esas caminantes que algún día, morirá en el camino.
Y si me preguntaras, te diría que hay caminantes de la noche y del dolor, lo mismo que otr@s caminantes, que solo les interesa el camino, así como caminantes sedentarios y caminantes que siempre toman el camino contrario.
Igual he conocido caminantes que recorren caminos que no existen, son personas que llevan en sus pies el horizonte.
Hay caminantes obligad@s a caminar todas las veredas y caminantes que no caminan, así como caminantes desolados porque no hay caminos.
Surgen de entre mi memoria, caminantes perdid@s  y otr@s que se pierden, así como aquell@s caminantes del patio de sus celdas.

¿Cuánto falta para llegar al cementerio? 
Quiso saber el muerto.
¿Por qué preguntas? 
Respondió quien cargaba el ataúd.
El cansancio me está matando, exclamo el muerto.
¿Cansando de qué?
De la vida, pues no termino de irme.
¡Ay! , pues tendrías que estar fallecido, siete puñaladas no hay cuerpo que las aguante.
Pues ya ves, no termina de escapárseme la vida.
¡No!, pasa que eres ahora un alma en pena y confundes las cosas.
Dicen que la muerte es el descanso eterno y no siento más que tristeza y un enorme cansancio.
¡Ay! Muérete ya, por favor.
Está bien, no se hable más, me muero, sólo que antes de irme, dime una cosa: Siete puñaladas, son muchas puñaladas, ¿por qué me diste siete, si con una bastaba?

Pena y tristeza no son la misma cosa, se parecen, pueden parecerse, incluso puede llegar una después de la otra, aunque no, no son lo mismo.
Tener pena, no es igual que estar triste, cuando tienes una amiga con una  pena que la ahoga, puedes sentir esa expiación.
La pena duele, la tristeza no, preocupa, altera, inquieta, te mueve a intentar animar, aunque no duele.
Cuando alguien cercan@ está apenad@, de verdad no se puede hacer nada.
Le ves nadar contra la oleada de pena, intentar mantenerse a flote con un esfuerzo sobrehumano tanto físico como anímico, que literalmente le deja agotad@.
Bracea, patalea, intenta que las olas no le ahoguen…y se agota.
Cuando no puede más, se deja hundir, se rinde…y es en ese momento, el único en que se puede hacer algo, tirarte al agua o meter el brazo, agarrarle y hacer que salga a la superficie. Sostenerle a flote en lo que recupera fuerzas para seguir luchando contra su pena, en esa pena que le duele por dentro y le agarrota.
La tristeza viene después.
Tras mucho nadar contra la pena, tras luchar contra las olas, el rastro que deja esa batalla es la tristeza.
Ese alguien apenado consigue subirse a una balsa de madera que ha construido poco a poco y se tumba a descansar.
Ya no tiene que nadar contra la corriente, ya no hay olas que lo tumben y le ahoguen.
Está a salvo.
Ya no va a hundirse aunque no tiene ganas de remar.
Ahora es un mar pacífico y gris que se pierde en la distancia.
En esta etapa de la pena, puedes subirte a su barca, acompañar en la tristeza y por algunos momentos se olvidará de la tristeza.   
 Con la pena no pasa eso.
La pena no se distrae, no se olvida, aunque lo intentes.
Se irá cuando ella quiera y mientras tanto estará ahí.
Si la dejas, si no luchas o si te dejas, te invade, te llena por completo, te ahoga y crees que no puedes más, que vas a morirte.
Aunque entonces llega el llanto.
La pena verdadera duele tanto que no permite llorar.
Cuando aparece el llanto es el último recurso porque ya no puedes más, lloras hasta agotarte, lloras para vaciarte, lloras para que esa pena salga por algún sitio, para que esa angustia que no te deja casi ni respirar salga de ti.
Lloras desconsoladamente.
Y ahí, justo en ese momento...aunque no lo sabes... has dado un paso para dejarla atrás.
La tristeza tiene un horizonte, la pena no.
La tristeza puede llegar sin motivo...aletea y se va, la pena siempre tiene una causa.
De la tristeza se puede hablar, de la pena no.
Con la tristeza se hacen canciones…con la pena no.
Con la tristeza hay que hablar, con la pena hay que estar.
La tristeza puede ser dulce y cálida, la pena no.
La pena es amarga, la tristeza te hace sentir frio y querer un sofá y un cobertor para cobijarte, la pena da miedo y quieres un cobertor, sólo que para esconderte.
Para saber lo que está pasando alguien con una oleada de pena, hay que haberlo pasado antes. Hay que haberse ahogado en pena, braceado contra la corriente, sentirse morir y luego treparse a la balsa y dormir en la tristeza.
Sólo cuando has pasado todo eso, desarrollas la empatía suficiente para decir...Sé lo que estás sintiendo, sé lo que duele y que también, nada de lo que te diga va a servir…sólo que confía en mi…al final se atraviesa.

Busco las llaves, busco la tranquilidad, busco la cartera, busco mi teléfono, lo deje por aquí, busco una melodía que olvide.
Sigo buscando el amor, busco saber, busco a un amigo, lo he perdido, busco algo que no sé qué es, me busco  a mí misma, te busco, me estoy buscando la ruina, busco la felicidad intensamente.
Busco mi pick up, lo deje en algún parking, busco a mi padre todas las tardes, busco a mi perra chihuahua, no busco nada.
En ocasiones, busco música como vampira sedienta de sangre, también, busco una palabra que me calme, busco un verso que me impaciente, busco no condicionarme al decir algo, aunque, a veces, llego a decir disparates.  
Busco no sentir miedo, sentirme en paz y la maldita forma de conciliar el sueño.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde descubro que en el fondo de tus ojos hay un paisaje de barcos fantasmas que navegan en un mar de dudas.

Andrea Guadalupe. 

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