Octubre
2013. Robert García.
¿Cómo puede el
ruido reclamar su derecho, si ha vivido temeroso escapando del ruido?
Este triste silencio al que no cura la caricia, nace en los colores grises
de aquella que con indiferencia sobre el lienzo colorido en negro escribe,
manan hilos rojos sanguíneos como sangre, tiñendo de verde los amarillos,
tornando de sepia los colores vivos.
Ojos que ven y la razón por ver comprende: ¡Nada de lo que ven es como
creen!
¿Por qué no te encuentro? ¿Por qué me haces esto?
Me resistí a mi
propia tristeza durante años y con ello gané una crisis de ansiedad brutal.
Porque la ansiedad es la cara horrible de la tristeza.
Llorar es
liberador, romperse es liberador, decir estoy triste, es hacerle un lugar al
alma para que hable con nosotras.
A los años
también se van sumando las pérdidas, hay días en que se amotinan, se sublevan,
se presentan todas juntas a golpe de recuerdos malogrados, como: Perder esos
ojos en los que nos mirábamos, en los que nos reconocíamos, perder ese cuerpo y
su abrazo en aquella cama, para luego perderlo todo, todo en la nebulosa espesa
de la memoria, esa gran mentirosa.
Que lo que no te
mata te hace más fuerte, dicen, no quiero esa fortaleza.
Digo yo: Lo que
no te mata es porque no te dejaste matar.
Reclamo a la
tristeza, le quito el estigma de enfermedad, de pecado, de derrotismo, de
políticamente incorrecta.
La tristeza en
prosa o en poesía o hasta en silencio, es buena, no es una enfermedad, es un
estado del alma que nos habita cada tanto.
Un réquiem por
todo lo que perdí, por ese rostro que ya no miro.
Hoy estoy triste,
aunque tengo la lluvia, hoy estoy triste por todo lo que ya no tengo, sólo
que tengo estas palabras.
Y también un nuevo
rostro.
Gracias por tu
comentario Robert García, hermosísimo, acariciador de principio a fin.
Un abrazo
largo. Andrea Guadalupe.
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