Octubre 2013. Son
letras, que se toman como se guste: con azúcar de caña o sal de mar.
A manera de comentario de un escrito: Despierta, soñé mi
muerte, mi hermano Alex, escribió: Cuando se acude con una frecuencia e
insistencia a velorios, entonces se pregunta al interior, ¿Parece que se están
yendo las demás personas?, o están ricos los tamales o realmente si se trataba
de alguien allegado sentimentalmente o emocionalmente o hasta para comprobar
morbosamente su más íntimo circulo de fans.
Aquí aparece el cuestionamiento personal: ¿Veo la muerte
como algo natural, o me estoy entrenando para entregar el equipo, o tal vez ya
siento los zopilotes a mí alrededor?
Como quiera que sea, referirse a las defunciones, sepelios o
las famosísimas Pompas Fúnebres, es una manera de hacer presencia antes de que
se note la ausencia, porque cuando ya no pasa lista el citado, pues se
reacomodan las Piezas en el Tablero de ajedrez.
Por otra parte eres tan insistente en el tema mortuorio que
preocupa tu postura tan desenfadada, un tanto burlona y hasta diría retadora,
al menos frente al teclado, así parece desde este lado del monitor.
En fin, cada quien se mofa de la parca según sus propios
enfoques y al final, de todas formas hay un acompañamiento o tal vez un enfrentamiento,
un poco depende- como lo veo- de cómo te hayan tratado tus últimos momentos
(minutos o meses) la vida terrenal y de cómo te encuentres satisfecho de tu
quehacer.
Son comentarios al
margen, pues me parece un tema reiterativo de tu parte, que lo abordas con
sutileza y retorna eventualmente
Así que ahí te lo dejo como una sugerencia de mi parte.
Te mando un abrazo y saludos.
Hola Alex, después de leerte, te he tenido en mente, y resumido
en mis reflexiones tus palabras en una frase: Hablas de la muerte sin saber lo
que estás diciendo, tú, nunca has
muerto.
¿Sabes? Hablo de la muerte, porque no sé qué decir, que no
se asemeje al vacío.
Cuando pienso en la muerte, te confieso que recuerdo a esos
amores no realizados, que me hicieron morir poquito, evoco panteones que
también son la propia memoria, llegan a mi
mente llantos, gritos, coronas de flores, susurros, el color negro, vacíos rezos
que parecían no tener fin, y pensando en la teatralidad de este ritual, tengo
deseos para el día de mi muerte, también un testamento que respalde mis deseos.
Quiero que diga más o menos así: No dejen entrar a l@s farsantes.
No dejen entrar a más de la mitad.
El ropaje negro úsenlo porque es hermoso, no porque
represente el fin de la vida.
O hagan lo que quieran, igual no sé si desde donde esté
podré verles para reírme de l@s hipócritas que se colaron.
Quisiera que no lloraran, aunque, asumo que será inevitable
en mis cercan@s.
Quisiera que bebieran mucho café, entre bromas y anécdotas,
para que así, surgieran nuevos temas para continuar escribiendo en el más allá.
Quisiera que no reinara el silencio y los susurros.
¿A qué se le guarda respeto con silencio, a una persona
difunta?
No quiero señoras que comiencen con el rosario o algún
protocolo parecido, por favor sáquenlas, no me interesa quienes sean.
Todos mis libros y herramientas, son para mi hijo, lo que no
me pertenezca, favor de entregarlos a su dueño.
Pongan por favor mi música: Los Fabulosos Cadillacs, Joan
Manuel Serrat, Scorpions, Janis Joplin, Doors.
Nada de quedarse toda la noche a lamentar mi pérdida, ni que
les sobrara el tiempo, a menos que surja una orgía.
Créanme, siempre sentí asco y miedo a los gusanos, y aunque
tengo pagada mi parcela en cementerio, prefiero que esparzan mis cenizas, ya
les enviare un telegrama indicando en que parte del Pacifico.
Donen cualquier órgano que aún sirva según mis condiciones
de muerte.
Que si mi hígado sirve, o mis apagados ojos, será el milagro
del mundo.
Entiendan que no se llora por mí sino por ustedes mismos;
realmente no se lamentara el fin de mi existencia, sino que no tendrán, por lo
menos a mediano plazo, con quien suplantar mi humor agrio, asociado a mi sublime
y fingida insolencia.
Pónganme una libreta y bastantes puntillas para mi porta
minas, tal vez hacia donde camino, sea lo único que necesite, porque el corazón
lo dejé salpicado en cada persona que amé.
Si piensan en mí no me invoquen, porque siempre llego a
donde me invitan, aunque nunca fui muy puntual, regresaría tal vez, tan solo
para derramar una lágrima de gratitud por el cariño que me dieron.
Debajo de mi almohada hay una hoja colmada de palabras suaves,
esa carta es para que sepan que siempre la guardé cerca de mis sueños y de mí.
Es para la última persona de mi vida que admiré desde que nos
sonreímos por primera vez sin saber que ya escribíamos la historia para mi
eterno retorno.
Como verán, no tengo mucho qué decir, porque no he callado
mucho en vida, siempre he escupido lo que me viene a la mente, incluso cuando
sé que puedo perder a quien amo.
La muerte, ese otro trámite carísimo y burocrático, ese otro
negocio, ese duelo que diversas personas, no saben cómo librar, eso que no sé
si entiendo, esa nostalgia al recuerdo, a veces dura lo que una vida.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde mis
palabras son letras, que se toman como se guste: con azúcar de caña o sal de
mar.
Andrea Guadalupe.
1 comentario:
Yo quiero Andrea, si asi lo deseas (en su momento lo decidirás) que si el fin me llegara antes que a ti... vayas y me leas uno de tus escritos, como tu fiel fan sería un regalo maravilloso de esos que no se compran, pues ya no podría aunque quisiera pagartelo.
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