lunes, octubre 28

Entre está frialdad que hoy cubre la ciudad.

Octubre 2013. Entre está frialdad que hoy cubre la ciudad.
La sinfonía de colores del otoño no tiene igual en ninguna otra estación, una belleza frágil y efímera, una belleza melancólica que anuncia la llegada de la oscuridad y el frío del invierno, mientras la naturaleza se sume lentamente en un letargo del que despertará en primavera.
Hoy, este día, entre la lluvia y el frio, el clima invita al recogimiento, a evadirse del ruido que rodea la vida, día que sabe a  melancolía.
Horas en los que me  dejo mecer  por una canción que te trae dulces recuerdos de un ayer que de pronto, no está tan lejos.
El otoño siempre ha sido tiempo de nostalgia, de días de niebla que enturbian el sol y oscurecen el alma, de ese estado de ánimo que parece robarme las fuerzas y hace languidecer el cuerpo. Miro por la ventana y veo las últimas hojas caer dejando desnudo aquel árbol que en verano cobijaba bajo su sombra, la lluvia golpeando el cristal y cada gota es como si quisiera golpearme el corazón y hace estremecer buscando un abrazo que ofrezca el calor que falta.
La melancolía, es una compañera absorbente, aunque, si bien es cierto que hay momentos en que el alma necesita un descanso y busca dentro de ella para sacar los momentos felices que a la vez son tristes, porque fueron y ya no son.
Es cuando siento el vértigo ante el paso del tiempo, y quisiera sujetarlo para que se detuviera, sólo que es testarudo y termina por escapárseme entre los dedos.
El tiempo fluye como las aguas de un río, sólo que los recuerdos me permiten conservar esos momentos como una fotografía en un álbum y aunque pueden traer tristeza, también me cuentan que una vez fui feliz y volveré a serlo.
En días como esté, cierro los ojos y permito que la melancolía se haga dueña de mi ánimo por un instante y la saludo como a una vieja amiga que viene a visitarme de vez en cuando.
No puedo tenerle miedo, la invito a pasar, a que hable un poco con mi corazón y, después, le acompaño amablemente a la salida porque debe regresar a su casa.
Y así abro de nuevo los ojos, preparada para seguir viviendo, para reír, para llorar, para soñar, para luchar y, sobre todo y por encima de todo, para amar cada día de este maravilloso milagro que es la vida.
Tal vez, la mejor forma de despedirme por hoy, sean las palabras de Federico García Lorca, un gran melancólico, que también supo vivir con alegría y pasión: Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde agradezco el cariño, sensibilidad y lugares a donde transportan con sus comentarios.

Un saludo cálido entre está frialdad que hoy cubre la ciudad.

Andrea Guadalupe.

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