Octubre 2013. Bendita
ceguera que no deja ver la realidad
cuando duele.
Saludo al nuevo día intentando olvidar las imágenes borrosas
y los señuelos lanzados por el adolorido silencio del tiempo.
Mientras despierto, despedazo la niebla con las pocas
fuerzas recopiladas en los sueños que aún no se han borrado del todo.
Los días soleados, vivo adherida a nubes y oscuridades
indestructibles, y por más que me afano, no despego los pies del suelo reseco.
Los días de lluvia, concibo saltos y danzas rituales que me
ayudan a evitar el gris y a exprimir el paisaje licuado.
Los días en que la niebla lo cubre todo, me empeño en
deshacer dudas y temores, en desmarañar laberintos.
Los días de tormenta, me aplaco, me calmo, hiberno en un
sueño manso y pacificador a la espera de tiempos mejores.
Sonrió tristemente cuando le comunicaron que habían
encontrado a su ex muerta, con los ojos muy abiertos, rodeada de tazas de café
y estimulantes de todo tipo.
Lógico, cuando me dejó, me dijo que no me quería ver ni en
sueños, fue su única expresión.
El anciano lloraba cuando descubrió en el televisor a su
hijo, subido en la carroza, con su capa carmesí y su corona siguiendo la
tradición familiar de una tradición secular.
La alcurnia del apellido, obligaba a encabezar la caravana
del santo patronal en la cabalgata.
Y ahí estaba su retoño, marchando, mientras su mujer lo
miraba amorosamente, agradeciendo a Dios por la bendita ceguera que no deja ver la realidad cuando duele, ya
que las cataratas, le impiden percatarse, que su hijo va ataviado de Reina en
el Día del Orgullo Gay.
No creas que no percibo tus burdas excusas y la fiel
incoherencia de tus pretensiones sobre mí.
Sé muy bien que sabes perfectamente, que distingo la
retorcida lógica que oculta tu ambigua sonrisa, el vacío lunar que inspira el ambiguo
brillo de tu mirada, y el rancio aire que agita tu simulada pasión.
Y sé que sabes que, al igual que la tuya, mi piel se
marchita, desesperada, cada minuto que transcurre sin interpretar nuestro
simulacro.
Se decidió por un cambio de look radical, que el bótox, que
unos implantes de silicona, que una liposucción, que un estiramiento, que la
nariz.
Y, como toque final, implantes capilares en unos claros que
siempre la habían mortificado.
Desde entonces, la oportunidad pasa desapercibida.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde rio
danzando entre memorias torcidas no del todo derrotadas, y el aroma sutil de tu
sonrisa embriaga el aire levemente viciado que flotaba entre nosotras.
Andrea Guadalupe.
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