sábado, abril 1

CUENTO#1


CUENTO #1

por Andrea Guadalupe Luna

Aquella mañana cuando me despediste, yo a la escuela, y tu a el trabajo, yo te pedí como siempre, que me trajeras algo, mis pedidos eran una forma de exigirte que te acordaras de mí mientras estabas fuera.

Yo no sabía que tu beso y tu risa, y la caricia de tu mano serian tu despedida.

Porque a mi regreso solo avisaron que un accidente te quito la vida. ¿Acaso la muerte no era el final de un largo camino recorrido? ¿No era acaso el descanso al que los seres llegaban con arrugas y cabellos blancos?

Pensé que me engañaban, que en cualquier momento abrirías la puerta para entrar en casa, me tomarías entre tus brazos y apretándome fuerte me dirías, ¿te asustaste mi nena?

Y yo lloraría, reiría, te pediría que me contaras un cuento, que me compraras una muñeca, una cartera roja, una estrella plateada.

Solo que la puerta se abría para otros brazos, otros ojos, te esperaba, corría a cualquier llamado, me quedaba despierta de noche hasta muy tarde, aguardando tus pasos, ¿donde podía encontrarte?

Por la calle miraba las mujeres, desde lejos todas se parecían, y al acercarme no eras tú con tu amor y alegría.

Una mañana de domingo me llevaron al cementerio con un ramo de flores, y al colocarlos sobre tu tumba, supe de pronto que te había perdido, que era inútil mi esperanza.

Y con un adiós sin palabras, sin explicaciones te arrancaba de mi lado para siempre, sin quererlo, sin proponértelo, me habías dejado sola.

Con un montón de preguntas sin respuestas, con un montón de besos que quería darte, que quería que me dieras, con flores y en silencio, te dije adiós, y nació la tristeza en mi alma de niña, una tristeza que vaciaba mis lagrimas cuando en la escuela preparaban los regalos para el día de las madres, cuando otras madres besaban a sus hijas.

Alguien me dijo que desde una estrella me mirabas. ¿Desde cual? Por la ventana abierta me asomaba al cielo, en ninguna estrella encontraba calor, estaban muy altas, lejos, y mi voz era muy leve para llegar a ellas. ¿Dónde buscarte mamá?, ¿Dónde encontrar tu canto?

Ese que me arrullaba cuando pequeña ¿Dónde encontrar tu risa?

¿Dónde encontrar tus brazos abiertos para recibirme, guiarme y protegerme?

Sin saber donde hablarte, fui creciendo, deshojé almanaques, me enfrenté con el mundo, conocí el desencanto, el fracaso, el dolor, el amor, sin encontrarte madre.

Seguía preguntándome: ¿Dónde será la cita? Tuve una hija, nació y su primer grito prendió todas las luces del universo, entonces no sabia aún donde sería la cita, ahora que ella trepa por mi rodilla, me despeina, se pone mis zapatos llenando de ruido la casa, garabatea papeles, me frota la nariz con las mejillas, me aprieta la mano cuando vamos por la calle, ahora que la llamo por tu nombre, que sus pocos años me renuevan el mundo, acabo de encontrarte mamá, la cita es en los cantos que le canto, en los brazos que abro para recibirla y estrecharla contra mi pecho.

La cita es en este inmenso amor de madre que le brindo, en este corazón que le celebra, aquí te encuentro madre, aquí estas, queriéndola conmigo, reviviendo esta maternidad que me ha acercado a ti, que nos ha unido para siempre.

 



                           Andrea Guadalupe.

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