domingo, agosto 2

Será otra la que te desnudará.

Tijuana BC Agosto/009.       Será otra la que te desnudará.

Conocí a una mujer de grandes ojos cafés  y sonrisa de conejo, llena de encanto en una reunión de gente penetrante y convencida como ella, amantes del futuro que no llega.

Por esa mujer daría la existencia decidida e imaginada, subiría por unas peligrosas escaleras a un balcón vigilado, hablaría en lenguas desconocidas, haría de ella mi universo, mi piel sería arcilla humedecida en manos afiladas... En un deseo de entrega sin límites, de posesión vanidosa pues la mujer es demasiado de todo.

Es el cuerpo arqueado, meciéndose sobre manos y rodillas, es el cuerpo dejando caer su peso en el otro cuerpo, es exhibir el placer frente a sus ojos grandes cafés, es olvidar el futuro.

Sé que la encontrare en otras ocasiones, le sonreiré, ¡Hola! exclamare con tono alegre y luego seguiré antes de que la vida se ría.

 

Sin tristeza recuerdo que me pase horas como en una historia cuidadosamente editado cada caricia, beso, suspiro, mirada, gemido de una mujer perdida.

Realizada la veía por todas partes y sentía en el pecho un peso muerto que jamás concluía. Aunque estaba destruida, vivía humedecida y atenta, las manos no me bastaban, abstraída soñaba con el regreso de ella, e imaginaba escenas desbordantes de todo lo que perdió.

Sonrío pensando que no se merecía tanto y que la revestí de un traje que no estaba hecho a su medida.

Desde entonces decidí que nadie volvería a abandonarme.

Me tropecé con una veterana de mil guerras y deslumbrante de atractivo dorado y terrible como el de una leona, me convirtió en lava, me despertó, me volvió loca, me destruyó, me hizo avanzar en el lodo, me hizo olvidarme de quimeras, y entendí finalmente porque le gustaban tanto las mujeres.

En sus manos fui puta de a pie, puta de prostíbulo, puta de ricos, yegua y caballo, hombre y mujer, vulgar y refinada, una lady inglesa y un camionero, jamás volví a amar de ese modo aunque sí de otros.

Por primera y última vez mi universo  fue uno solo, sin mundos paralelos, sin deseos ocultos, el mundo uno y completamente real.

Cuando todo acabó tarde años en levantar cabeza y en comprender que la pasión también se aprende y se aplica

Releo una carta de despedida que recibí una vez de la mujer de bellos ojos cafés y sonrisa de conejo que hice el favor de dejar libre en contra de mi voluntad.

Será otra la que te desnudará.

La que te quitará la ropa con tiernos cuidados o con ansiosos gestos, la que se inclinará sobre ti, te apartará el cabello del rostro, te besará con sabiduría o con algo de rudeza, según el día, el tiempo o la respuesta que insinúes; te sujetará firme o fríamente por las muñecas y será bajo el peso de su cuerpo en movimiento que te agitarás o te quedarás dócil y tranquila esperando o hasta exigiendo con un toque de ira, simple impaciencia, o casi suplicando.

No siento celos o ira: imposible sentirlos; sufro simplemente una pérdida.

Y aunque ya no te interese, también tu sobrellevas una pérdida: mi entrega, la docilidad de una fiera con las heridas contenidas por tu cuerpo, mis gemidos, la pasión de mis días, el volver a tomarme por un brazo, el robarme un beso, el imponerme con dulzura tu voluntad o el disfrutar la sumisión de seguirme sin queja.

No sólo yo quedo vacía, mi amor te perseguirá.

Siento remordimientos porque la mujer de ojos cafés y sonrisa de conejo sufrió horrores por mi causa... Siento el rigor del amor que no volveré a tener, y la nostalgia de la piel que da sed, y la sensación de los ojos acariciados por aquella mujer  y el orgullo de una decisión sensata.

 

La he observado a lo largo del día mientras le sonrío, mientras sale desnuda y olorosa luego de bañarse.

Me canso de observar y decido invadir su cuerpo con los ojos, los labios, la lengua, las manos, la piel y el peso del cuerpo.

La miro con ojos brillantes de leve orgullo porque se abre levemente y su olor apaga las angustias del día y saboreo sus senos, me río ante las ondulaciones del cuerpo.

Cuando ya todo está a punto y quiero sentir latidos y humedades más hondas, la mujer de ojos cafés y sonrisa de conejo me toca con destreza: me desgajo en un gemido tan genuino y profundo que mi tranquila compañera me tapa la boca pues es discretísima.

En el conocimiento está la diferencia pienso adormilada.

Andrea Guadalupe.



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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