miércoles, abril 22

Era una rosa color salmón.

Tijuana BC ABRIL/009               Era una rosa color salmón.   

 

Recuerdo la primera vez, igual que si se tratara de un beso, hay algo que no cambia.

Son recuerdos que el tiempo ha querido conservar, y es que el tiempo, hijo e su madre, atesora cada cosa que olvídate de tu padre.  

A lo que voy, Ricardo, el inolvidable amigo en mi vida, que forjo en mí un culto al cariño,  de recuerdos que se quedaron después de su muerte, en alguna noche en que andaba yo rebotando en un pozo delirante, apareció él, que estaba siempre cerca.

Llego con una rosa color salmón en botón y hecha taco en papel celofán.

De esas que tan exitosamente se venden en las esquinas.

No creo que te vaya a durar mucho, si acaso lo mismo que tu malestar, comento con desenfado.

Con mi mas secreta voz, dije yo; Bienvenida rosa en esta mi hora de confusión emocional, tu saldrás a vivir por mi y te desplegaras mas majestuosa que la noche.

Al día siguiente desperté con dos milagros, mi estado de animo brillaba en todo su esplendor, y mi rosa, no tan solo seguía viva, sino que se advertía sana, poderosa y dispuesta a atrapar el mundo en las redes de sus fragancias.  

Era una rosa color salmón.

La recuerdo guapísima y que aprendió a vivir y explorar desde la breve llanura de mi mesa de trabajo.

Al verla tan elegante, primorosa, agradable, sentí en su momento la tentación de quedarme a vivir con ella, solo que mis llanuras son otras.

Ahora tan solo nos encontramos en la alta noche cuando en mi ensayo de muerte que es el sueño, llega con un leve aroma a flores.

En mis sueños, la miro y entiendo que ha cumplido; ha vivido, sonreído, enfurecido, se ha desplegado en la angustia, en el desconsuelo, en la agonía de la amargura, y en la alegría, la felicidad, el consuelo que son constantes visitantes del corazón del hombre.

En plena madurez, fue una rosa muy hermosa y muy señora que ya esta de regreso de todos sus viajes, y que ahora, después de haber vivido erguida, siempre se encorva ligeramente y con ello, refrendo que, en efecto, es un carácter de la arquitectura humana, un ejemplo de la vana gentileza, un ser en el que unió la naturaleza, la cuna alegre y triste sepultura.

Esto es una gran verdad, solo que hay una verdad más grande; mientras llega la triste sepultura, nosotros de mil formas florecemos, y nos desarrollamos en la vida, la más confiable rosa de los vientos.

Y todo esto por una mugre rosa de banqueta y de dudoso pasado.

Solo que hay que hacer notar que era una rosa color salmón, que me acompaño y perpetuo en su exuberancia hasta que me vio totalmente recuperada.

Ella murió como moriremos todos, solo que ella cumplió su tarea de perfumar y su vocación de intrascendencia.

Mi buen deseo es que así nos encuentre la muerte, como si fuéramos una rosa que se quebranta por su propio peso.   Andrea Guadalupe.  

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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