Tijuana BC May/ 2010. Si me preguntas que nombre tiene mi tristeza, en que consiste, donde la guardo, probablemente me perderé entre difusas palabras, entre borrosas pausas, mientras recorro un laberinto de pequeñas cosas, y me sentiré ridícula mientras te digo, que mi tristeza nace de la mirada de un limosnero de amor, de la imagen de un noticiero, de tu ausencia, de la presencia de otros, de mi locura, de tu cordura, de mis errores, de tu perfección, de la ignorancia que recorre mis palabras cuando más las necesito, de la sabiduría que destilan las tuyas, de mi ingenuidad idealista, de tu realismo.
Y seguramente no me entenderás porque no conozco todos los idiomas, y pensarás que algunas cosas de las que he dicho son buenas y seguramente te diré que lo son en su justa medida.
Si me preguntas por la felicidad, ¿que es?, ¿como encontrarla?, una razón para ser feliz. Seguramente no podré darte ninguna respuesta coherente, sólo que me mirarás a los ojos, beberás de mi sonrisa, y ya no necesitarás de mis palabras, por que la alegría como el corazón no entiende de razones, sólo de pequeños detalles, una flor, una caricia, una mirada, una mano, un beso, un abrazo, una palabra, un silencio, una llamada, un mail, un encuentro.
Y aunque parezca que la lista de la felicidad sea más corta, no lo es porque en verdad la felicidad no está fuera.
Y si le sumo a la tristeza, mi alegría, el resultado será un momento invalidado.
Invalidado porque la ausencia es lo que está más cerca de la nada.
Desaparición porque la nada roza el infinito.
Vacio absoluto porque esas son las palabras que me guardo después de escribirte.
Y sobre todo nada porque esos son los latidos que me quedan por contar.
Y pensarás que me estoy equivocando al sumar, y te diré que seguramente es porque mí alma debe ser de letras.
Y me dirás que sí.
Y te dejaré mi silencio para que me ayudes a llevarlo y me preguntaré si estás con ánimo de prestarme tu ayuda.
¿Me ayudarás?
Andrea Guadalupe.
Desde mi rincón existencial, donde el sol nace al poniente.
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