martes, febrero 10

Una mujer que no sabe mirar, que solo ve sueños.


Feb 009.     Una mujer que no sabe mirar, que solo ve sueños.

 

 

Soy una mujer, nacida un 28 de agosto en el Sureste de México, que llegue a esta frontera  como muchas otras tantas para sumarse a los millones que han formado una tradición de emigrantes.

Elegí, de manera voluntaria, quedarme de este lado, frente al mar.

Aprendiz de sirena, me desenvuelvo en el territorio del sueño, escribo lo que los peces sueñan, mientras lavo en esta habitación, las formas del silencio y la luz donde todavía es posible recoger conchas marinas y detenerse a escuchar los susurros del interior.

En esta frontera del país, las noticias hacen aparecer la criminalidad como algo de generación espontánea.

Vivimos sin identidad porque entre la marea de la mafia que anda haciendo ajustes de cuentas, la AFI, que persigue a los sicarios, y los asesinos persiguiendo a los policías y los servidores públicos que traicionaron a al narco, pandillas que aprovechan la incapacidad de los policías y el caos, drogadictos y exconvictos son parte de la problemática donde no se sabe quien es quien.

Lo único que nos salva es la palabra escrita, voz del subconsciente que dicta versos que se repiten con insistencia de susurros entre dientes, hasta que como escriba, las palabras me levantan a verterlas en papel.

El precio a pagar por el sueño, es despertar en la pesadilla de un mundo actual donde los niños ya no sueñan con ser astronautas o bomberos, si narcos.

Solo que consigo atrapar las palabras, capturarlas como a un pez en la red y hacerlas brillar entre mis manos morenas.

La narrativa brota de mí como una fuente obscura e inexplicable, me pregunto: ¿Quién soy yo?

Y se me ocurre decir, soy una sorpresa cosechando palabras y silencios.

Alguna vez, yo misma no lo entendía del todo, empezaba a escribir y se me ocurrió buscar a mis hermanos y hermanas para mostrar lo que había escrito.

Recuerdo sus rostros, se me quedaron mirando de manera dudosa, esa actitud determino que siguiera escribiendo con cierta timidez, avergonzada.  

No imaginaba entonces que empezaba a construirme un rincón existencial donde refugiarme.

Espacio que habito y se ha vuelto uno conmigo.

Mi escritura refleja esa tinta que corre por las calles, no lo puedo evitar, con la ciudad colapsada por la violencia, sale mi ser rebelde, inconforme por la situación de injusticia e impunidad.

Mi voz, no es una sola, es un coro de voces o madeja de sirenas que simbolizan la esencia de lo femenino lacerado hoy mas que nunca.

Al amanecer y al dictado entre sueños, sigo haciéndolo de manera oculta ante el miedo que me juzguen loca.

Mi intuición me devuelve la voz y surge la narrativa, ya no puedo de6tener el afluente de palabras que asoman como tumulto de sueño sosegado.

La vida parte del agua, la mujer es agua, y la narración es la mujer hecha palabras.  

La mujer viene del agua, y al agua vuelve, una y otra vez.

Irremediable destino.

Algún día voy a nacer pez en el agua por si acaso no me encuentras.  

El mar, inmenso sexo femenino.

La mar, hembra rabiosa de soledad y sangre que arras la sal del universo para sanar su herida original.

La mirada tiene por lecho  el quebranto del agua y como la mar, la respuesta a sus preguntas es el silencio. Ese silencio posterior al parto y no al de las balas.

La mejor manera de ya no callar, que no es igual a quebrantar el silencio, es romperse en olas.

Escribir, acto tan amoroso como violento, fruto del gozo, desencadenador del dolor, frontera entre Eros y Tanatos.

La escritura es la ruptura de la escriba con el mundo, manifestación rabiosa de no querer estar.

Ritual de grito y silencio.

Escribir es una apuesta de la que nadie sale sana.

Lo mió es más rebelión que arrebato místico o rendición.

En mi pecado, no llevo la penitencia, sino el desprendimiento de grilletes ancestrales.

La visión de la diaria sabana tendiéndose en el aire como un fantasma para caer sobre el lecho con precisión matemática, me produce reflexiones como esta: Estoy cansada de que se me crea seca para el mundo.  

Ni en la Biblia me hallo.

Situándonos en un nivel apenas superior a la nada.

En general, creo que quienes integramos la comunidad de la diversidad sexual y escribimos, hemos surgido, no como profetas, si como poetas del desierto, dentro de una realidad determinada por la geografía y como una metáfora determinada por la ironía de la vida, pues nos hemos hecho sol@s, lejos de las bondades sociales y políticas del centro _sur de México.  

Sumado a esto la problemática de género en la condición de mujeres trans, y la división de grupos ultra conservadores de derecha.

Ante esto, no sé que ha sido mas fuerte, si la indiferencia, la orfandad o la negación.

Andrea Gpe.

 

 

 

 

 

 


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




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