lunes, marzo 31

Cosas de mujeres.

Tijuana BC MRZO 008.  Cosas de mujeres.

 

 

Crecí en una familia en la que los aretes no eran cosa necesaria, e incluso se pensaba que sin ellos se podía ser elegante.  

Mas tarde, conforme me hice mayor y conocí el mundo, me di cuenta que en este país y esta época, una mujer puede salir a la calle en pantuflas y sin sostén, solo que jamás sin sus aretes.

Desde que yo misma fui a que me perforaran los lóbulos de las orejas, entre en ese túnel que a lo largo de los años se convierte en una dependencia.

Sin aretes, como mujer, me siento desnuda, son el principio de lo que llamo, arreglarme.

Idea que parte del hecho de que una amanece cada vez mas descompuesta, lo cual en parte es bastante cierto.

He llegado a sentir que sin la seguridad de su apretón, de su pellizco, sin la sensación de quedar enmarcada por dos adornos que cuelgan leves o se ciñen o se agitan, o cascabelean.

Una es como un idolito sin forma, apenas una piedra sin tallar.

Ya sean de oro, plata, de metal engañoso, o de cristales de color, los aretes nos sostienen como esas argollas donde se amarran los barcos.

Entre amigas, admiramos los aretes que trae puestos otra mujer, los tomamos con cuidado entre los dedos para verlos mejor, los adulamos, recordamos unos que tenemos parecidos.

Es un gesto más de mujeres, un halago minimalista, un asunto de cercanía.

Aunque a decir verdad, esto de los aretes puede convertirse en una dependencia peligrosa, sobre todo cuando el tamaño de los aretes no parece suficiente y se exagera.

Los míos tienden a escaparse, será por descuido o inconcientemente, solo que tarde o temprano, si me encariño con ellos y los uso continuamente, uno de los aretes desaparece.

Por eso los que de verdad adoro, mis tulipanes de plata, los uso en ocasiones especiales, y no dejo de vigilarlos, inclino el rostro para sentirlos como si fuera el rostro de la persona que me los regalo.

Tengo un alhajero con aretes huérfanos que todavía me miran preguntando por sus hermanos perdidos cunando lo abro.

Y cada uno de ellos me recuerda la época en que andaba yo abrazada por dos galanes.

En su momento los busque, mire con atención las rendijas, anduve una y otra vez sobre mis pasos, interrogando al piso, a las grietas de las banquetas, a los perros que ven pasar a la gente en medio de sus divagaciones al sol, a la alfombra del carro.

Tuve que aceptar que mis aretes quizá habían ido a parar a otra dimensión, a un mundo paralelo desconocido.

Lo que no termino por entender es por qué, de todas las cosas que vienen en pares, una termina por desvanecerse.

No, no lo sé, quizá en el más allá me esperan mis aretes, algunos broches para el cabello y quien quita que en una de esas, hasta me encuentre con los amores perdidos. Andrea Gpe.

 



                           Andrea Guadalupe.

                              
                         Tijuana Baja California Norte. Mexico

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mmx
 
 


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