sábado, febrero 16

Crónicas.

Febrero 2013.  Crónicas.  

En este 14 de febrero, no he recibido ninguna llamada diciéndome cuánto me quieren ni un patético regalo de enamorados... sólo que yo me quiero.

Es más: voy a declararme: me gusto cuando río y también cuando lloro, me gusto cuando sueño despierta, cuando me levanto los domingos y leo el periódico, cuando me pinto los labios y me pongo tacones, cuando hago bien mi trabajo y cuando se me iluminan los ojos contemplando los pequeños detalles que hacen especiales cada uno de mis días: un sol radiante, una luna triste... Sí: me quiero.

Soy lo mejor que me ha pasado, tal vez  por eso, mañana mismo empiezo a ser escritora.

Hoy he cerrado una etapa de mi vida, y con este portazo me he alcanzado los dedos.

Aún, sobre mi cama, giran como planetas y satélites algunos olores húmedos y sedientos.

Se ha formado una nube interestelar de dolor ambiguo, necesito tiempo para reorganizar este caos que flota sobre mí.

Estoy agotada, creí contemplar estrellas mientras hoy descubro que sólo fueron agujeros negros que me devoran por dentro, como un cáncer.

En mi evolución me convertí en púlsar, repleta de neutrones y vísceras, sigo girando mientras me mareo.

Tomo conciencia y abro los ojos, mi cuerpo  está desnudo,  vestido con olor a sexo por cada poro. En la cama cuelgan partes de congoja y deseo, pedazos que me llevan a un paraíso devastado. Descubro que ya no es sólo sexo lo que mi  llena yo interno, es la  necesidad de amar, que más que entrega se traduce en posesión.

Y hoy he despertado sola otra vez, preparo mi baño, necesito borrar  olores, dejar que todo el dolor se marche por el drenaje.

Ya quiero volver al cielo, flotar como lo hacen las ninfas.

Quedarme a tu lado hubiera significado perder mi conciencia y mi identidad.

Lo habría hecho sin pensarlo y con agradecimiento a cambio de que hayas habitado mis rincones todas las noches, hasta donde mi vida llegara.

Decírtelo fue perderte y los rincones dejaron de serlo para convertirse en imprecisos pliegues de mi existencia.

Una existencia que sólo cobró sentido en aquellos instantes, los que me han obligado a vivir sentada al borde de ti, aunque tú te hayas ido.

Si me decido a enviarte estas crónicas, es porque disfruto al escribirlas, como seguro tú al leerlas. Esta necesidad de encontrarte y horas después despedirte para continuar con este juego ambiguo, al que me confieso cada día más enganchada.

Escribir sobre esto, me lleva a disfrutar de nuevo de los sabores, olores y visiones que anoche tuve contigo, provocando la misma necesidad de un pellizco largo en el pezón.

 Nuestro pacto, encuentros casuales y los correos electrónicos que después nos brindamos, me mantiene en un estado de continua necesidad.

Como el paseo de tu lengua desde mi pie, deteniéndose en el tobillo, los muslos; me manejas e impides siquiera que me acaricie, cuando te pido más, me dejas al borde de un abismo, desde el que no quieres sacarme.

Hoy, mis pies se arrastran en las calles.

 Cerca de diez mil noches no borraron de mi memoria lo que sentí rozando  tu piel.

Los colores no entran solo por la vista, lo descubrí acostándome sobre tu pecho con mis ojos cerrados, y sentí  por el temblor de tus muslos que mis susurrantes palabras encendían la oscuridad de tu cuerpo.  

Fue tu soplido en mi cuello, ¿o eran los recuerdos?

O tal vez el sentir como me engañe a mi misma pensando que nuestras tardes de besos y caricias se perpetuarían, introduje mi mano dentro de mi blusa y acaricie mi pecho.

¿Cuantas veces fue tu mano la que suavemente lo frotó?

 ¿Cuantas veces?

 No, no puedo confundirme, quiero que vuelvas a tenerme. Junto a ti, girando, dando vueltas; nuestra vieja sábana pegándose a nuestros cuerpos.

Tus gritos, los míos, otra vez.

Tiemblo, recuerdo, caigo de rodillas.

Te perdí, aunque… gane un recuerdo.

Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde descubro que lo enigmático es la forma más erótica del deseo.

¿Qué hay más confuso que el deseo que despierta el erotismo?

¿No sucumbe el erotismo ante la vaguedad del deseo?

Andrea Guadalupe. 


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una búsqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 

No hay comentarios.: