sábado, octubre 31

Palabras vacías.


Tijuana BC Octubre/009.   Palabras vacías.

 

 

 

Hace ya una eternidad, cuando llego el momento de ocupar un lugar en la vida, la existencia le planteo a Andrea Guadalupe una situación, que era alternativa para todo su tiempo en la tierra.
Ha llegado tu tiempo de ser parte de la humanidad, y debes elegir entre ser mujer biológica o mujer de origen transexual.

Andrea Guadalupe decidió pensarlo, se tomó un minuto de su eternidad y luego convocó a la existencia para comentarle la disposición tomada.

La existencia advirtió a Andrea Guadalupe que luego de pronunciar la elección tomada, en eso se convertiría en ese mismo instante.

Sí, dijo Andrea Guadalupe, ¡Quiero ser mujer transexual!
La existencia con toda su fuerza se dirigió hasta ella diciéndole con un tono bastante agresivo:

 ¡Elegiste mal!... ¡inútil!... ¡Elegiste ser mujer transexual y perderte el privilegio de vivir como cualquier mujer!
 ¡Elegí bien Señora Existencia!... ¡Elegí bien! … De  haber elegido ser como cualquier mujer, sólo me quedaría ser una más; en cambio, siendo mujer trans me queda toda una vida para luchar y ser alguien

Me queda la gracia de levantarme todos los días con el compromiso de ser mejor, puedo hacer mi historia, sin que nadie me regale la novela.

La existencia dejó de resoplar impactada por la ¿sabiduría? de Andrea Guadalupe.

Se quedó callada tan sólo tres segundos de su eternidad y luego, se dirigió a ella diciéndole: he aprendido de tu sabiduría, por esto, como agradecimiento a ti, te concedo el don de ser tan cautivadora y misteriosa como femenina.

Andrea Guadalupe, miro a la existencia fijamente y respondió: ¡Siempre y cuando no pierda mi esencia humana!

Acariciamos el cuerpo con pomadas para cicatrizar las terribles grietas que deja en la piel la humedad constante.

Frotamos  sin piedad las uñas con estropajos y perfumamos el cuerpo con aromas  para enmascarar el tufo a pescado.

Tomamos cocimientos con miel para suavizar las destrozadas cuerdas vocales, sólo que el efecto es poco durable: ningún fomento nos libra del dolor de garganta, de las profundas estrías, del sabor submarino a algas que sobresale sobre cualquier perseverancia y, rendidas, volvemos disciplinadas a nuestra ocupación, como bestias atadas al yugo, como esas personas con las orejas clavadas al banco de trabajo en la fábrica, regresamos a nuestro puesto en esta isla rocosa sin discutir la cualidad de la tarea, doce horas con el agua hasta la cintura, concentradas entre las piedras plagadas de cangrejos, en compañía de los aves, de las azotes de espuma, de la rutinaria pesadilla de las tormentas, del gemido agónico de los ahogados, siempre  con la mirada atenta en cualquier barco que esquiva cerca o hace ondear las velas, y los banderines, llorando en silencio, soñando con subir a bordo y escapar lejos, surcar las aguas con bordados de blanco hacia no importa qué lugar, perderse tierra adentro en un bosque, en un desierto quemado por el sol salvaje, en una escandalosa ciudad, en las espesas laderas de una montaña.

Mientras tanto, la opaca marea baja nos absorbe la vitalidad y sentimos que la piel se va apagando como la de un lagarto que acaba de morir, y ya no es más que un manchón de plata, con largos cabellos apresados en salitre y esa pronunciación de escamas abajo.

Sin embargo, a pesar de todo, aún cantamos con exquisita dulzura, quizá lo hagamos al dictado de primitivos sometimientos, sólo que  cantamos sin parar, aún cautivamos, aún entonamos promesas que cautivarán fatalmente a incautos.

 

Imagina el más profundo de todos  los vacíos.

Un espacio en tu mente donde la nada absoluta sea la dueña de todo, sea la única realidad.

Ahora imagíname a mí, ahí, frente a ti.

Imagina que no estamos más que tú y yo, hemos abierto la caja de Pandora y estamos mirándonos, frente a frente, no intercambiamos palabras, sólo miradas, como los extraños de la noche de Sinatra, miradas cómplices.

 

No nos sentimos culpables, esto es lo que queríamos.

Desnudamos nuestras almas, usamos nuestros ojos curiosos para descubrir las más terribles faltas, tú en mí, yo en ti,  algo que nos sirva de pretexto para decir que no podemos ser una carne, sin embargo, sabemos que no lo hallaremos, fuimos a la misma escuela del engaño.

 

Imagina que descubres algo, un poco de ternura, pasión descansando, e incluso alegría en mis ojos.

Yo imaginaré que encuentro voluntad, fidelidad y ambición en los tuyos.

Tú pretendes lo que mis ojos tienen y yo, lo que hay en los tuyos.

Sólo que no nos engañamos, tú no puedes soportar lo mío ni yo lo tuyo.

Sabemos que nuestra condena es la eterna separación.

 

Imprime más velocidad, más movimiento a tu ensueño, imagina que nos acercamos cada vez más, nos licuamos en un cálido abrazo, formamos uno solo por un momento.

En ese preciso instante llenamos el vacío de amor, de color, de olor, de flores silvestres, mejoramos nuestro propio paraíso.

 

Por último, imagina que nos volvemos a separar, que se vuelve a instalar la nada entre tú y yo.

Vuelve a acelerar tu imaginación y observa cómo se repite este ciclo.

Recuerda las mareas que vimos a la luz de la luna mientras hacíamos el amor en otro sueño, sólo que cada vez hay más distancia entre nuestras almas.

 

Ahora despierta e imagina que todo fue un sueño y dime qué ves; unos ojos frente  a ti, ansiando conocerte, buscando la parte que me falta.

Dime qué sientes,  que te mueres por fundirte en estos ojos que te observan, que examinan tu ser…

 

Desperté con una dulce melodía y sentí que sabía quién era.

La mitad de algo que raras veces se complementa, que dura menos que un orgasmo y sabe parecido, sólo que está procesado a separarse siempre con la miel en los labios.

 

 Caminabas lentamente, sin prisas, yo te seguía en silencio, esperando a que dijeras algo que no era lo que pensabas.

 Me preguntaba que rondaba por tu cabeza, en que pensabas todo el tiempo.

 

Una tímida sonrisa se dibuja en mis labios al ver como mirabas con disimulo para ver si aún estaba ahí.

Te alejabas cada vez que me acercaba, el silencio nos hacía compañía, ni tu decías lo que yo quería oír, ni yo te decía lo que tú querías oír.

Tal vez era mejor así, palabras vacías se escuchaban en la nada.

 

No sé cuando cambió todo ni siquiera cuando empezó, ya no hay nada que decir, aunque la distancia haga acto de presencia sé que te seguiré, aunque no digas nada yo te escucharé, no me preguntes por qué.

Quizá no te llegue a entender sólo que cuando me encuentres, me mires a tu lado, me verás caminando a tu lado y algún día tal vez nos encontremos frente a frente.

 

¿Me quieres? , quise saber mientras me encogía sobre tu vientre.

Claro, respondiste casi de inmediato., Nadie podrá ocupar nunca tu lugar, e inmediatamente me dedicaste una amplia sonrisa, sólo que esta no fue devuelta.

 

¿Qué pasa?  Preguntaste, arrugando el gesto.

¿Cuál es mi lugar?  Pregunte, entonces: ¿En tu corazón, o entre tus piernas?

Andrea Guadalupe.

 


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




Windows 7: simplifica tus tareas cotidianas. Encuentra el equipo adecuado para ti.

No hay comentarios.: