domingo, septiembre 20


Tijuana BC Sep/009.                  Atracción espontánea.

 

 

Siento un calor insoportable, tanto que las yemas de mis dedos se pegan a las piezas del teclado y me impiden escribir.

 No puedo aguantar más este tiempo, es una extraña presión que noto que necesito despedir y que veo que posiblemente jamás podré.

Tal vez no sea sólo calor.

Tengo  el día pensando en ti.

Recuerdo perfectamente la primera vez que te vi.

No puedo parar de recordar aquellos instantes.

Tenía tantas ganas de verte que ahora que no estoy a tu lado me imagino que actúas en el teatro de mi corazón de actriz; sí, de artista y ahí estoy: sola, sentada en la primera localidad de la primera fila, observándote sin apartar ni un instante la mirada, observando y sonriendo de alegría, de entusiasmo, de felicidad; reproduciendo cada escena de aquel día que pasó.

Recordando cada movimiento, cada sonrisa, cada mirada.

Cada surco de tu piel o cada hebra de tu cabello.

Encontrándome de nuevo con tu mirada y adivinando en tus ojos, descubriendo un nuevo mundo, una nueva vida, descubriéndote a ti. .

Ese día fue muy especial para mí, lo fue porque descubrí algo que jamás había desenmascarado.

Yo creo en la soledad, en mi ego, en mí.

Hasta que llegaste tú y la creencia se arrastro por el suelo y se perdió entre tanto calor.

Nunca pensé que llegaría ese día, yo era feliz conmigo misma y con mi soledad, sabía que no necesitaría más nada si estaba con ella, aunque no sabía cuanto tiempo duraría su compañía.

Ese día lo supe.

Mi soledad se fue, desapareció, se perdió… llámalo como quieras, solo sé que no he vuelto a saber nada más de ella desde ese día.

Aquí estoy, sola, completamente sola, y tú estás ahí, lejos, demasiado lejos.

Cerca., no tan cerca como desearía.

Eso es todo, me abandono, jamás había echo algo así, un buen día, aquel buen día, desapareció. Sé acabaron los largos paseos tomada de su mano, las preguntas que me hacía y los buenos recuerdos que las dos guardábamos.

Todo se esfumo, y se esfumo ese día, por ti.

Antes de irse, mi soledad me susurro unas palabras al oído, unas palabras que nunca olvidaré y que siempre permanecerán  junto a mi: "La soledad es y será siempre tu mejor acompañante, la soledad no es ausencia de compañía, si no abundancia, sólo que la soledad es incapaz de hacer sentir lo que nuestro amigo el amor te hará descubrir"

No dijo más, en voz baja y lentamente susurro a mi oído sus últimas palabras y se fue, voló tan alto que la perdí entre la inmensidad de las nubes.

Jamás pensé que me dejaría, aunque poco a poco voy descubriendo que la soledad no es eterna. Y aquí sigo, sola,  buscando una salida, buscando liberarme de esta cadena que me ata y que no me deja salir.

Tal vez mi soledad se fue porque sabía que ya jamás volvería a necesitarla.

Ese día encontré una nueva compañera, una nueva aliada, una nueva amiga, cualquier sobrenombre es valido.

Ese día te encontré a ti.

Vi en tus ojos lo que nunca he visto y lo que ahora no puedo parar de ver…Amor.

En cuanto te vi, supe que tenía que conócete.

Fue una tarde paseando por las calles de la ciudad, yo caminaba sin rumbo, intentando huir de mi soledad, cuando ella se cruzó en mi camino.

Caminaba despacio con la mirada perdida en el suelo.

No sabía quién era, no sabía cómo se llamaba, sólo que me atraía.

Es difícil explicarle a una desconocida que, te sientes atraída por ella.

Que desde que la has visto, no has podido apartarle la mirada, que cuando camina, desprende una fragancia que se apodera de cada parte de tu cuerpo y te vuelve frágil.

Que no es amor a primera vista, aunque tampoco a segunda, que simplemente, es una locura.

No me podía irme sin conocerla, si dejaba pasar esa oportunidad, jamás volvería a verla.

Tenía que conseguir que se fijara en mí y creyera que todo había sido de forma casual.

La seguí a unos tres o cuatros metros de distancia.

Únicamente le veía la espalda, y era tan hermosa…  como si el mundo a su alrededor no le perteneciera y viviera en un mundo imaginario donde sólo existía ella.

Minutos más tarde, se detuvo en una tienda de ropa, después de mirar el aparador, entró.

Había llegado a su destino.

Esperé un momento fuera, para no levantar sospechas, poco después entré en la tienda.

Cuando entras a una tienda de ropa para mujeres, eres consciente de haber dejado el mundo habitual y ocupar un espacio fantástico, que tú y nada más que tú, controlas.

Las tiendas de ropa interior femenina son semejantes a los cines porno.

La gente jamás levanta la vista para observar a los demás.

Las compradoras habituales no acudimos en grupos, sino individualmente, bajo ideologías y vestimentas que sólo nosotras entendemos.

Fue directa a uno de los anaqueles que estaban situados a la izquierda de la tienda, anduvo buscando entre las gavetas y al rato, con una sonrisa en los labios, sacó un fino ejemplar.

Parecía muy feliz, como si hubiese encontrado un tesoro, un diario secreto o un boleto ganador de lotería.

Soltó la lindura de camisón  durante un instante, mientras acudía a preguntar algo la dependiente.

Fue entonces cuando entré en escena y me convertí en protagonista de aquella historia, era mi oportunidad, mi única oportunidad.

Con paso ligero me acerqué al estante y como quien no quiere la cosa, tome cuidadosamente el modelito que la chica acababa de devolver a la estantería.

En cuanto las finas telas y encajes tocaron mi mano, la chica dejó de hablar con la dependiente y se acercó, algo triste, hacia mí.

Oye, oye, eso es mío, dijo con la mirada clavada en el camisón mientras se acercaba a mí.

¿El qué? Dije haciéndome la tonta.

Eso, gritó, señalando la ropa.

Lo siento, lo voy a comprar, le contesté

No, por favor, no… dijo con tono preocupado,… lo tenía yo…sólo he ido un momento a preguntarle la dependiente el precio.  

Observé el camisón, que por cierto era de estilo juvenil, fresco, lindo, y fingiendo contesté:

Bueno, mira, podemos hacer una cosa.

Tú lo compras, le dije mientras le entregaba la prenda y yo te invito a tomar un café, ¿te parece?

Ella Sonrió.

La acompañé hasta la caja y después de pagar, salimos de la tienda.

Por el camino me dijo que le había salido más caro de lo que pensaba.

Le contesté que a quien le había salido caro todo aquel asunto era a mí, que encima tenía que invitarla a tomar un café.

No dejaba de mirarme mientras hablaba, cuando nuestras miradas se encontraban, ella apartaba la suya rápido, como si sintiera vergüenza.

Nos sentamos en una cafetería.

Tenia unos ojos cafés de un brillo intenso; un pelo rizado marrón, recogido en un perfecto moño.

Sus labios parecían arcilla maleable a los que una artesana disfrutara dado forma.

Imaginé como las yemas de mis dedos formaban sus bordes.

¿Tengo algo en los labios?, pregunto limpiándoselos con una servilleta.

 No, no… respondí con algo de vergüenza, los estaba mirando, son preciosos.

Se sonrojó un poco.

Las dos reímos, me miró y me expuso una pregunta que le había estado rondando por la cabeza desde que nos conocimos.

Y tú,… ¿en qué crees?

¿En qué creo?, repetí sin entenderla muy bien

Sí, todo el mundo cree en algo: en Dios, en el dinero, en el amor, en el sexo, en el triunfo…

En algo tienes que creer.

Yo creo en la atracción espontánea, respondí.

¿Y eso qué es?

Me acerqué a darle un beso y nuestros ojos se cerraron mientras mis labios, desesperados y hambrientos, comenzaron a moldear los suyos apasionadamente…

 

Andrea Guadalupe.

 

 

 


                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




Estás a un clic para ganar premios con Windows Live

No hay comentarios.: