domingo, septiembre 6

Es preferible soñar.

Tijuana BC Sep/009.   Es preferible soñar.

 

No sé hace cuanto tiempo tengo que dormir abrazando una almohada en mi cama.

Cuando apago la luz y me acomodo para dormir, siento como alguien se acuesta a mi lado y me pregunta: ¿Por qué?

Su voz es la misma que a veces me grita cuando descubro algún recuerdo olvidado en mi memoria, o le oigo llorar cuando encuentro alguna foto entre las páginas de un libro que alguna vez significo mucho en mi vida.  

Sólo una vez logré ver quien era.

Era la misma criatura que en ocasiones veo  reflejada en el espejo  o se asoma en alguna vitrina.

Una vez fui esa criatura, sólo que acabó consumiéndose, ahogándose en sus metas  y en su esperanza en las revoluciones lentas de conciencias.

Y ahora regresa con ánimos de no  dejarme dormir tranquila.

Quizá cuando me pregunta ese porqué, quiera saber que fue lo que hizo que la dejara morir. Aunque yo  me callaré y la dejaré dormir esa noche conmigo.

Tal vez desde su odio me quiera, y cuando me quiera me perdonará.

 

Confieso que estoy  preocupada.

Nunca se me ha roto el corazón, no he tenido el corazón en un puño, tampoco se me ha subido el corazón a la garganta, o me ha danzado el corazón en el pecho.

De ningún modo me ha dado un giro el corazón.

No he tenido jamás corazonadas, así como no he abierto mi corazón a nadie; no he asegurado nada con el corazón en la mano, o con la mano en el corazón.

No he hecho nunca de tripas corazón, no tengo un corazón de oro o de piedra.

Jamás he amado de todo corazón... Lo que sí noto es que mi corazón late, reparte la sangre por el cuerpo y hace mucho ruido.

¿Es suficiente?

 

Aprovechaba cualquier oportunidad para embobarme con su foto durante unos segundos.

Mirar esas facciones que, al principio, me habían parecido abundantes.

 Dos ojos, una nariz, una boca, todo con estilo, eso sí.

Más tarde, según me iba enamorando, resultó ser la perfección en cuanto a fisonomías se refiere, presencia que se transformó otra vez en una más, justo después de que me dejara.

Quienes la conocieron, dicen que siempre ha tenido las mismas facciones, sólo que yo no he tenido los mismos ojos. ¿Será eso?

Y su foto se quedó escondida entre mis documentos en mi bolso.

Saltó un día por casualidad de su escondite y  en vez de tirarla, o lo que se haga con las fotos de quienes has querido pero ya no puedes, la guardé otra vez.

Y me sorprendí a mí misma observándola para después insultarme y decirme que tenía que acordarme de olvidarla.

Me pareció absurdo andar corriendo delante de mi sombra para que no me descubriera mirando la foto.

Así que decidí enfrentar la situación.

Y me propuse soñar con ella otra vez y preguntarle qué debía hacer  para no estar como estaba.

Y esa noche en mis sueños apareció, guapa como la recordaba y poco más.

En cuanto me vio, me tumbó sobre la cama y me ordenó que no dijera una palabra.

Se inclinó sobre mí y empezó a recorrerme con sus manos; desde el cuello fue bajando por mi pecho, desabotonando la blusa, soltando la falda, entonces se paró repentinamente, me miró y sonrió como ella sólo sabía.

Y sin más sacó de mi bolso la foto y se fue.

Siempre tuvo mucho carácter.

 

Desde ese día me dejó arrullar por unos ojos negros y brillantes o, tal vez, claros y profundos.

Me dejó llevar de la mano de las miradas hiriente como el hielo a veces, otras, dolorosas como una rosa de funeral y unas más, ficticias, como un primero de enero.

Y así esos ojos sin fin se volvieron retiros, se tornaron oasis, se mudaron en playa para mis naufragios y en sueños para una insomne.

Así, hipnotizada de utopías comprendí porqué la humanidad tiene miedo a la muerte.

Y cerré los ojos para despertar más tarde en el mismo lugar, sólo que con aires de pesadilla, porque esos ojos sin fin ya no estaban.

Se fueron mientras dormía y me dejaron como antes, en medio de un escandaloso silencio y una soledad espantosa.

Y un día alguien encendió la luz que aquellos ojos habían apagado, me reescribió la memoria y me quitó de los hombros el cargo de conciencia.

Me abrió la puerta de la calle y empujó para volviera a buscar otra mentira con ojos sin fin, otra ilusión que me acunara y que quizás también me robaría un trozo de su alma.

Aunque asimilé que el alma es infinita, que se parece a una rara piedra preciosa, que hay quienes saben valorarla y quienes no, que siempre la vida da oportunidades para cerrar heridas y que entre soñar y el dolor del despertar, es preferible el soñar.

Andrea Guadalupe.

 

 

 

 



                                              Andrea Guadalupe.

                Tijuana BC. México. Tierra que abraza siempre al regreso, que cobija entre latidos  
                                            sumergidos en una busqueda natural.

                   Desde mi rincón existencial, donde el  sol nace al poniente.      

 
 




Únete a la celebración de Messenger y sigue siendo parte de esta historia

No hay comentarios.: