sábado, diciembre 8

Ecos que nunca acaban.


Tijuana BC Dic 007.  Ecos que nunca acaban.

 

 

 

Hubo una persona en mi vida, que cierta mañana me dijo: Un día de estos, voy a esfumarme, me desapareceré.

No pasaron cuatro tardes grises cuando se había evaporado.

Solo me quedo la ansiedad que me crea una pregunta; ¿Cómo pudo desaparecer sin levantar polvo siquiera?

Por mi parte, son pocas las formas en que me siento desvanecer.

Una de ellas cuando duermo y el sueño somete mi cuerpo.

O cuando estoy en silencio y nadie me nota, o en ocasiones que se olvidan de mí, y me dejan esperando.

Y especialmente, cuando estoy en contacto con la palabra escrita.

Estos desórdenes tienen algo en común, sufren en esencia el abandono.

Ante tal facilidad para desvanecerme, la lectura me invita a descubrir el ritmo de las palabras.

A seguir el movimiento espiral de líneas escritas que envuelven.  

Deshojando el silencio que habita en una espera, se desnuda y abre las manos para liberar las frases que su ritmo pronuncia quien lee.

¿Quién habla cuando la palabra escrita susurra?

Su voz se pierde en nuestro interior, solo que igualmente nuestra anima se pierde entre las veredas donde la palabra transcurre.

Al leer, disfruto una voz escrita que no es la voz de quien escribe.

Quien escribe, también se abandona al soltar las figuras de letras que va cediendo al papel.

Quien escribe, da mudanza de su diseño verbal a la construcción ajena.

Da un segundo paso creando un camino hacia la lectura.

De tal modo que quien lea, se sumerja el los paisajes que va apreciando en cada línea.

Así, la palabra escrita es el centro y origen del movimiento, silencioso intermedio esperando tener vida.

Quien escribe y quien lee se encuentran con rumbo a una despedida constante.

Ahora entiendo claramente, aquella persona desapareció para dar paso a su escritura.

Aunque sospecho de su desaparición, me quedo debiendo ante todo su amistad.

Puede ser que la gente se aparte para que una de lectura a la distancia y más tarde buscar en las palabras abandonadas, la curación a la ausencia.

Así como en la hoja de papel donde se tejen palabras que se pronunciaron antes en los límites del oído.

Que en la ausencia, se convierten en ecos que nunca se apagan.   Andrea Gpe.

 


                           Andrea Guadalupe.

                              
                         Tijuana Baja California Norte. Mexico

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mmx
 
 


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