Tu imagen al otro lado del espejo…
Hoy, cuando apenas me levantaba y lavaba la cara por la
mañana, me hablo la imagen al otro lado del espejo: Hola Andrea, ¿Me conoces?
Soy la que ves cuando te miras en los espejos.
Hasta ahora siempre he permanecido callada, repitiendo tus
movimientos al milímetro.
Tengo muy dominada la técnica y cada vez me resulta más
fácil, excepto cuando cierras los ojos, claro que, entonces no me ves y me
permito tomarme ciertas libertades.
Conociéndote sé que entras en una especie de viaje astral,
en el que intentas aislarte de todo aquello que no te gusta del mundo en el que
vives, que es justo el inverso al mío.
Porque, yo, soy la que ves cuando te miras al espejo, ya
sabes, esa sombra que la gente ve algunas noches de luna llena dando vueltas
por la ciudad.
Te gusta imaginar que tu vida se compone de una secuencia de
breves momentos, mientras que yo, soy tu otro yo, la de la mirada perdida en
otros mundos y la media sonrisa, que se vuelve mueca o mohín, según los
atardeceres que acuden a tu ventana.
Soy la actriz de esa película que recuerdas en sepia, soy quien
reparte saludos, sólo que malvive huérfana de abrazos, esa ingenua que cree que
el amor mueve el mundo desde que tiene uso de razón.
La que adquirió la cordura de golpe, tras casi perder la
vida o ganarla, según se mire, cuando aceptaste tu género y decidiste luchar
por ser tú.
Soy aquella que perdió muchas cosas en este camino, aunque
ganó más.
Conocí gente que creí que estaría conmigo toda la vida, que
pronto desapareció y ahora se comporta como desconocida cuando nos cruzamos en
la calle.
Tod@s se llevaron algo de mí y me dejaron algo suyo.
Me quedo con eso y con el recuerdo.
Soy esa que camina por la playa y habla con el mar desde los
acantilados en los que se derrumba la ciudad en sombras.
La que acaricia a los perros abandonados y adopta a las
almas sin dueño.
Soy la que se enamoró por primera vez a los diez años y que
dio su primer beso a los dieciséis y
desde entonces no ha dejado de darlos, porque resulta perjudicial para la salud
cardiaca, ya que besar es un vicio, pues una vez que empiezas no dejas de
hacerlo nunca.
Porque tus labios ya no te pertenecen y no responden a un
orden natural, sino a un impulso.
Soy la que rompió unos cuantos corazones equivocados, la que
lloraba por amor o por algo que se le parecía mucho y, aunque dicen que de amor
ya nadie muere… yo tengo mis dudas.
Soy la que conoció a otr@s pensando en que no me dejarían
huella y siguen aquí, a mi lado.
Puedo decir que reí mucho y lloré más.
Lloré por dolor, por amor, por miedo, por alegría, por
despedidas, por muertes, por nada…porque desahoga, porque humaniza, porque
ennoblece, porque no pude evitarlo…
Soy la que suele hablar a destiempo y eso me costó alguna
amistad.
Comprendí que a veces la verdad no siempre es el mejor
camino, o al menos, no el más fácil.
A veces invento verdades a medias.
Porque, creo que la vida es un puñado de verdades a medias
que te ayudan a sobrevivir hasta que descubres la realidad.
No suelo enfadarme y me quejo poco, ya que tengo muchas
cosas, la mayoría son pequeñas e invisibles, son las que me hacen más feliz.
Soy la que escribió muchas cartas en papel, que fueron
contestadas por otras tantas que aún conservo.
Son el testimonio de un pasado que recuerdo con nostalgia,
aunque sin ganas de volver a vivirlo. No echo de menos a quien fui, porque a
pesar del paso del tiempo, sigo reconociéndome en los espejos y eso me gusta.
Andrea, pase lo que pase, no olvides seguir siendo tú.
Sigamos adelante con nuestras vidas, cada una por su
camino... Mientras tanto en un recoveco del día en el que tu sombra y yo
solemos escondernos, voy a la deriva, a tu encuentro en el mar borroso de tu
recuerdo...
Te quiere, tu imagen al otro lado del espejo.
Andrea Guadalupe.
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