sábado, julio 13

Ese último beso, oscuro y húmedo como mi ropa.

Jul. 2013.     Ese último beso, oscuro y húmedo como mi ropa.

Cuando el cielo reventó, me refugié en ese oportuno portal quebrado de oscuridad.
Me sobresaltaste con aquel: "¿aún llueve?", y pude vislumbrar tu figura húmeda, el pelo revuelto de agua, viento y noche.
Pudiste comprobar cómo el agua resbalaba por mi cara, y alargaste un pañuelo que, de tan mojado, me hizo reír.
Nos sentamos contentas a aguardar en compañía a que despejara; desgranaste entonces una conversación triste y apasionada.
Mientras hablabas de antiguas novias, de tu falta de trabajo y de los coqueteos con la droga, no evadí el contacto de tu mano con la mía; poco a poco nos fuimos entendiendo y no pude negar ese suave beso que hundió lentamente mi cabeza en la pared.
El amanecer se abrió paso por el quicio e iluminó tu sonrisa.
Te despediste pidiéndome el monedero y guardándolo en tu bolsillo.
El detalle de la navaja era innecesario: te di todo sin oponerme, incluido ese último beso, oscuro y húmedo como mi ropa.
El amor no paga alquiler y, en ocasiones, cuando estalla la tormenta, esconde sus remiendos en la húmeda tristeza de los atrios.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde oculto el oído en una caracola que presumida y orgullosa de su cuerpo calcificado se deja mecer por el oleaje del Pacifico, que, impregna de olor a brisa marina y retoza sin conciencia entre gruesos granos de arena su vestimenta coloreada.

Andrea Guadalupe. 

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