jueves, julio 18

El ocaso en un mar de ensueño.

Jul. 2013.          El ocaso en un mar de ensueño.

Gracias, gracias por leerme...Parezco una niña con vestido nuevo, sé que esta es una vía de escape para salir al mundo y aquí estoy, dando a luz algo que he escrito y que ahora, tomando una gran bocanada de aire, tus ojos le dan vida. 
Sueño, que mis palabras vean el mundo, la luz, que vivan antes de morir un día.
Mis manos y ojos, temblaban sobre el papel húmedo de sal.
La tinta besa la superficie limando asperezas con tiernas palabras, aunque, ninguna de ellas aplaca el amargo dolor.
Después de inútiles intentos, de giros y vueltas, de fuerza tan débil y furia tan fuerte, luchando y amando, perdiendo y ganando, la noche perdida y el sueño rondando; una noche en vela y una breve nota ocuparon la carta que tanto importaba: el amor real, es querer el bien de quién tanto amamos.
La separación puede ser tregua, puede ser condena o puede ser espera, a veces solo una, a veces todas ellas y tal vez ninguna si se desespera, aunque, siempre y por siempre, una cosa es cierta: la distancia es ausencia
El hilo se hacía más largo y más fino perdiéndose en la distancia.
Una extraña niebla diluía las formas y las anteriormente familiares facciones.
La necesidad que estimulaba a momentos, a momentos se dormía.
El vacío sobresalía a sus anchas y la sed se hacía intensa.
Beber las lágrimas no saciaba.
Conserve silencio y seguí la senda gris del monótono vivir.
Un día la vida me pidió rendir cuentas; el hilo estaba roto y la magia encerrada en una celda de indecisiones.
Admití la derrota y pensé que tal vez aquel no era el camino.
Mire a un cielo y al otro, y comprendí, el laberinto siempre lleva al mismo sitio, no hay mucha variación a pesar de la engañosa complicación de los días.
La nieve y el agua no son lo mismo.
Igual que el hambre o la ira transforman al hombre, el frío transforma al agua.
La nieve es el agua con rabia, es el agua con hambre, es más fría, más fuerte, más mala.
Cuando cae con delicadeza sobre los campos, parece frágil y amable, sólo que esconde en su blanca envoltura un peligroso secreto, que expone cuando menos lo esperamos.
La nieve con ser tan blanca tiene el alma negra.
Elegí aquel restaurante, la cena era perfecta, el ambiente, la iluminación, todo invitaba al romance, y ahora sin duda, ella me estaba mirando a mí: su posición erguida, su leve giro de cabeza, su velada sonrisa…
Traté de espantarla disimuladamente con la servilleta para que no estropeara el momento.
Sólo que…sin duda era de esas cucarachas que no atienden a razones.
La botella me miró fijamente y me preguntó: ¿De qué estoy rellena?
De un perfume, suave, floral, insinuante, le contesté.
Ya notaba yo cierto romanticismo en mi esencia… Respondió… y volvió a callar para siempre.
Noté un leve ruido a mis espaldas y no quise mirar, algo rozó mi hombro y apenas tuve valor para temblar.
Un toque en mi brazo y seguía sin poder moverme.
La oscuridad sugería no tomar la decisión mientras el miedo invitaba a huir.
Cerré los ojos y supliqué por que desapareciera y reuní el valor para mirar, no había nada.
En realidad nunca hay nada, aunque el hecho de que no seas paranoica, no significa que no andan tras de ti.
He traído durante todo el día, una idea en la cabeza, han sido vueltas y más vueltas tratando de darle forma, de encontrar como plasmarla, buscando un respiro en el que capturarla por siempre, sólo que no encuentro el momento adecuado.
Llego a casa y me recuesto en el sillón,  respiro hondo.
Ahora que quiero prestarle atención, es ella la que se ha cansado de esperar y se ha marchado a inspirar la mente inquieta de alguna otra con más tiempo que yo.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, tierra donde admiro el ocaso en un mar de ensueño.
Andrea Guadalupe. 

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