domingo, junio 29

Origenes.

Tijuana BC Jun 008.   Origenes………………….

 

 

 

Me sorprenden mucho quienes dicen: «Escribo, manejo el lenguaje, intento escribir cosas distintas, sacar las palabras de la vieja usanza y mostrar el dolor humano y salir en entrevistas y que se diga de mi que soy el nuevo valor de la literatura.

Me sorprende su decisión y que anden por el mundo con el estigma del creador.

Bien por ellos. A mi me aterra.

Me sorprende que mis brazos terminen en manos.

Me sorprende que mis rodillas terminen en pies.

Nadie se pone a pensar en las uñas de sus dedos o en la cutícula de los pulgares.

Piensan en el corazón, las deudas que tienen, piensan en el auto que no debieron de comprarse, solo que………………….. Habría qué ver con más calma nuestros dedos, mover un poco más los dedos de los pies, observar la maravilla de las uñas.

Dedos, cutículas, huellas dactilares son sorprendentes y pensar en ellos puede cambiar el rumbo de nuestra historia.

O al menos, matar un poco el tiempo.

Me da ternura ver a quienes andan de oferta en oferta de calzones rojos para que al fin, al momento de dar las doce campanadas, asegurar un año de buena suerte, un año de hombres en la cama, de amor en los brazos, un año de desesperada y casi siempre, alejada felicidad.

Las veo y me pregunto si la felicidad y la esperanza son de color rojo.

No me sé contestar. ¿Es que acaso son de algún color?

A veces me pregunto dónde está el mal ¿Dónde reside? ¿En qué parte de la nuca del hombre se aloja?

 No un mal de caricatura o de película donde el hombre malvado es casi siempre una parodia que tiene como fin conquistar el mundo, solucionar con más destrucción la destrucción que otros hacen en su espíritu.

¿De qué parte o hacia donde se mueve el deseo que nos hace ejercer la maldad, entendida como una alteración al orden de la naturaleza?

¿De qué parte o en qué ritmo una se va haciendo a la idea de tomar lo que no le corresponde, de insultar a otra, de levantar su mano contra otra mano, de dar indiferencia cuando otras te dan confianza o afecto?

Estamos aquí con él amontonándose en las venas, mediocres en tomarlo o no tomarlo: como mediocres al decidir no hacer el bien.

Siendo malas de juguete cuando no hablamos, cuando decimos por encima del hombro que zutana o mengana es una indejo, una oportunista, siendo malas de poca visión cuando engañamos, cuando nos dejamos seducir.

Somos muchas y malamente malas, primitivas acaso.

En el fondo, somos principiantes nada más: principiantes que después se quedan asombradas ante la verdadera maldad del mundo; principiantes que ocultan los ojos, cierran los oídos ante noticias como los asesinatos seriales, el abuso de menores, la trata de blancas; principiantes que dicen que "sí" en su minúscula maldad.

Que decimos que "sí" y borramos correos masivos donde se nos pide que si sabemos datos de una niña que fue robada en el estacionamiento de……………………, demos aviso tal y tales teléfonos.

O como dijo alguien muy cercano cuando ocurrió el secuestro de una persona aquí en Tijuana, "A ese lo van a matar".

Y dijo a ese lo van a matar con toda la tranquilidad del mundo mientras se comía un pan y apuraba un trago a su chocolate.

Y entonces yo dije: "si..." lentamente y al momento me impactó mi pequeña y mediocre maldad gozándose con la afirmación y tuve que detenerme y decir: "No, claro que no.  Lo van a recuperar vivo".

Y ella agregó, dándole otra mordida a su pan:"Ya verás que sí lo matan".

Y es entonces cuando me pregunto dónde habita ese mal que todos podemos ejercer, entendido el mal como un desorden al orden natural de las cosas.

Un orden que dice que solo la vida decide cuando deja de ser, que solo el deseo debe de durar lo que dure, un orden que dice que sólo la risa debe de ser como una catarsis, un orden que diga que sólo somos uno, principio y fin como decía Kafka.

Y no lo sé. ¿En dónde reside?

Bajo qué brazos se acurruca, quién le ha enseñado a mostrarse en todos los grados y en todas las partes donde se llevan chismes de un lado a otro que detiene propósitos.

Y desde toda mi capacidad de hacer daño lo escribo.

Desde todo el deseo que alguna vez he sostenido y abanderado de golpear, escupir, maldecir, llenarme de ira, sacudirme a gritos y más escribo.

Al final somos también seres con revestimientos de espinas.

Y cuando nos juntamos herimos.

Porque esa es nuestra tradición. Nos han enseñando a defendernos, a ver también la maldad que nos quiere chingar, la maldad o el deseo del otro de sacar ventaja (naturalmente) pienso ¿de dónde viene?
Y repaso entonces otra vez en la idea de nuestra maldad mediocre que se asusta cuando los que abrazan sin prejuicios sus actos "no-naturales" salen a las calles y destrozan cabezas con sus escopetas, o lanzan su veneno a diestra y siniestra y mienten, hurtan, secuestran, violan, asesinan.
Es necesario entonces ver de dónde sale.

En el corazón mismo crece, en las conexiones de nuestro cerebro ¿qué glándula se altera al momento que decimos: me gustaría matar lentamente a esta persona?.

O "quisiera que ese se de un buen jodazo".

O "ojala descubran que anda con tres". ¿Y qué glándula se altera cuando hacemos el bien?

¿Qué neuronas y células despiertan ambas fuerzas creadoras que desaparecen con la muerte? Y aunque me pregunto y me pregunto no por ello no dejo de sentir una paz extraña, íntima, cuando me uno al coro de los que apuntan, escupen y golpean, siéndole honesta también a mi maldad.

Hoy pensé otra vez en mi muerte.

Así, sin proponérmelo, me llegó de golpe la imagen de mi cuerpo inactivo, vacías las venas, reunido el silencio en mis huesos si es que acaso la sangre y los tendones hablan entre sí al moverse.

Vi mis párpados que ya no serán míos, mi vientre hundido en la nada de vísceras desaparecidas. Van a hacer conmigo lo que quieran.

Si digo, no quiero féretro abierto, seguro estoy alguien dirá: "quiero verla por última vez" y ante la exclamación de angustia subirán mi tapa y ahí estaré yo placidamente no siendo, placidamente sin ser nunca.

Hoy pensé entonces en esas manos que me moverán de una plancha a la otra, sin cuidado, como un cuerpo más y me dije que si soy tocada por última vez por manos queridas, por ojos que me miren con amor y no sólo como un objeto seré muy bendecida..

Tengo que hacerme amiga de un taxidermista cuanto antes.

Andrea Guadalupe Luna Santana.

Desde Tijuana: La que abraza siempre al regreso, la que cobija entre latidos sumergidos en una búsqueda natural.

 



                           Andrea Guadalupe.

                              
                         Tijuana Baja California Norte. Mexico

                   DESDE MI RINCON EXISTENCIAL,

hesa540828@hotmail.com           agluna200@àyahoo.com.mmx
 
 


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