Agosto 2013. Sabores
nocturnos que no tienen las otras estaciones.
EL verano, es un azul descolorido en el que las cosas, los
objetos, los árboles, se vuelven borrosos, todo se apaga, se deja para después,
es una estación sin ganas de hacer nada, sin motivación.
Lo ves todo a través de un velo, la vida está ahí fuera, sólo
que el calor y la monotonía le resta interés y emoción, nos volvemos borros@s,
estamos desenfocad@s, nos vemos con pocas ganas, con poco interés.
La luz en verano es brillante, dicen, como una luz de
quirófano.
Ilumina de manera excesiva, es una luz que tapa todo, que
borra todo, los límites, los colores, las distancias.
El verano huele a lo que provoca, a calor, a sudor, a somnolencia.
En ocasiones, una noche se levanta un viento de ventilador
de horno, un viento que te visualiza en
un microondas, es un viento que te quema.
En verano el viento se mueve
trayendo y llevando el calor, agitando las hojas de los árboles, las
ramas, es un viento que ya no entra por las ventanas, las cierra.
El cielo es un azul que dice: traigo sorpresas, no te confíes.
Es claro y con nubes un día y al día siguiente es profundo y
oscuro, en el que las cosas conquistan
más volumen.
Después, la luz del otoño enciende los colores y lo vuelve
todo más suave y más cristalino.
La luz también cambia, el luminiscente solar se apaga, se
vuelve más tenue y cada cosa tiene su propia luz…todo parece distinto, con
bordes y contornos.
Cada cosa tiene su luz y su sombra.
Abres la ventana y huele a mil cosas, ya no huele al calor
que amasaba todos los aromas en un solo olor.
Es un cambio sutil aunque definitivo, ese día el verano ha
terminado, hay que taparse por la noche...
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde este
verano, me lleva por senderos diferentes, se pone el traje de baño, y llega
primero a las playas con todo su señorío caluroso, con sabores nocturnos que no
tienen las otras estaciones.
Andrea Guadalupe.
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