domingo, agosto 11

Cada atardecer atestiguo la muerte de la luz.

Verano 2013.   Cada atardecer atestiguo la muerte de la luz.

He llegado a casa después de días de andar caminando por diversos rumbos, estuve frente a la grandeza del Océano Pacifico, en estas tardes del verano, donde el cielo ha estado surcado de nudos que cascabelean entre las alas y las piedras lavadas por el mar.
La superficie del agua estaba quieta, como en trance.
Entre mis paseos al atardecer en la hermosura de la playa  y con los reflejos de aquello que lo produjo, nacieron estas reflexiones: El camino tiene luz, esperanza, y vale la pena, es humano, es divino; es largo, contiene belleza; es muchas veces adverso, aunque, cada tramo tiene sentido en sí mismo e invita a detenernos.
La carretera se diferencia del camino no sólo porque por ella se va en vehículo, sino porque no es más que una línea que une un punto a otro.
La carretera no tiene sentido en sí misma; el sentido sólo lo tienen los puntos que une.
Camino es una palabra amigable, sugiere algo agradable, calma, un destino elegido, un sitio al que hay algo a lo que quiero llegar, aunque también, es el trayecto hasta ese destino, es una experiencia, que se disfruta.  
En el camino hay algo que ver, algo que mirar, algo que disfrutar, y la carretera es una palabra hostil, es velocidad, es llegar, sin importar los márgenes, pues lo que se desea es pasar de prisa, pues se va por obligación.  
Tomo la carretera para ir al trabajo, y voy de camino a casa al terminar
Detenerse es, disfrutar del camino, quedarse en la carretera, es interrumpir un traslado.  
Estar a medio camino, es estar más cerca del lugar al que quiero llegar.
Estar en medio de la carretera es estar tirada.
La carretera es la manera más corta de llegar, siempre es igual, en el camino cambias como el paisaje.
Si voy a verles, a encontrarme con ustedes, estoy en camino,  cuando vuelvo, al separarnos, voy por la carretera.
En mi camino, mi día es más largo que la noche, esto es lo que ha ayudado a que permanezca en pie.
Los años no pasan en vano, y el camino es una escuela que da sus frutos y el mejor de ellos es que continuo aprendiendo.
A veces creo merecer un descanso, sólo que la vida es exigente y pide más para vivirla, para moverme, para poner límites y alcances.
Ya habrá tiempo para descansar en la tumba.
Quienes estamos aquí, todavía con vida, hemos conocido también la muerte de cerca, la muerte de lejos; la muerte que amenaza, la muerte que huele, la muerte que fastidia, la muerte que engaña.
Vivir y soltar, estar lista siempre para la siguiente escena y al llegar la noche, no somos ni ganadores ni vencidos...sólo somos seres humanos capaces de experimentar el todo y la parte, el arrebato y la desilusión.
Se nos ha ido el tiempo viviendo, trabajando, amando, de vez en cuando hemos llorado, aunque, el corazón está en paz, la mirada en paz, los recuerdos en paz.
Y seguimos aquí caminando los caminos ciertos y los inciertos, el sí, el no y la duda: todo cabe en el corazón humano.
No hay camino derecho: todos los caminos son torcidos, a veces creemos que si el camino está torcido, no vale la pena andarlo.
El camino se tuerce, nos lo tuercen, lo torcemos... y hay que andarlo, el camino nos refleja y lo reflejamos.
Cuando les saludo, lo hago como un ser vivo  con muertes a cuestas, cuando les saludo, la muerte se hace a un lado y el corazón sonríe entre la cárcel de los huesos.
Cada atardecer atestiguo la muerte de la luz, y cada amanecer asisto a la resurrección de ella.
Y así, con tumbos y aciertos, voy haciendo mi camino de sigilo y expresión, derrota y gloria.
Un beso y un abrazo intenso y largo para ustedes, que me han querido en mí ayer, en mi hoy y en mí mañana.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar en que deseo, que al igual que el océano a las  esponjas, el tiempo nos atraviese y deje en nuestros corazones instantes de una eternidad profunda y flexible.

Andrea Guadalupe. 

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