domingo, agosto 4

Yo no sé escribir.

Verano 2013.           Yo no sé escribir.
Hace un tiempo, años, me imaginaba sentándome delante de unas hojas en blanco y escribiendo una historia, intentaba visualizarme en ese acto creativo y no lo conseguía, sabía que no sería capaz de redactar nada decente.
Después empecé a garrapatear como loca desesperada, y en cierta manera, si lo estaba.  
Fue una época  en que no quería hablar con nadie, me recuerdo leyendo y pasando muchísimo tiempo sola sin hablar con nadie, no es que no tuviera nada que decir...es que tenía tanto que no era capaz de expresarlo, y además me daba vergüenza.
Era una olla de presión andante...todo el día con la cabeza hirviendo de ideas y de pensamientos laterales, aquello empezaba a ser complicado de delimitar así que me puse a escribir, era una necesidad física y lo hacía sin ningún tipo de control…sólo lo que me salía…todo, sin filtros, sin vergüenza, páginas y páginas de letra pequeña apretujada.
Un día, mi cabeza dejó de hervir y esa necesidad se acabó, dejé de escribir tan abruptamente como había empezado.
Ahora, sigo intentando mantener buena letra y no precipitarme, aunque, por supuesto no he conseguido ninguna de las dos cosas.
A veces tengo tantas cosas que decir que empiezo a escribir y mi mente va mucho más de prisa que mi mano, soy más apasionada, más expresiva, las manos y los ojos me sirven para transmitir más entusiasmo de lo que soy capaz de escribir.
Escribo párrafos y más párrafos…sin pensar, hasta que me he vaciado.
¿A qué viene toda esto?
Pues porque a pesar de todo, yo no sé escribir.
No es que no me guste ni que me arrepienta de lo que escribo…sencillamente pienso que si eso mismo lo dijera otra persona, lo diría mejor.
La parte buena es que no me frustro.
¿Podría hacerlo mejor? No creo, esto es lo mejor que puedo hacerlo.
No tengo vergüenza... en lo que yo escribo sé perfectamente qué es lo que está mal…sólo que no sé hacerlo mejor.
Eso sí…lo que escribo me sirve para encontrarme, aunque a veces no lo consigo, unas veces lo logro y otras no, unas veces doy con algo que no buscaba y me sorprendo, otras busco, busco y busco y no lo encuentro: está ahí, lo veo y no se deja atrapar.
He descubierto con el tiempo, que escribir me conecta, extiende hilos que parten de mí hacia el exterior, unas veces hacia l@s demás, otras hacia alguien en concreto, otras solo hacia mi espacio virtual, no es algo absoluto igual que leer no me desconecta de todo, escribir no me hace accesible para tod@s, aunque me saca de mí, saca lo que pienso, lo ordena y lo coloca haciéndolo más interesante o convirtiéndolo en una completa tela de araña.
Al escribir, libero espacio de la memoria, deshago nudos mentales y equilibro mis pensamientos, además, me distrae, me exige un esfuerzo de concentración, porque mi mente tiende a querer hacer otra cosa, a buscar excusas, a escapar, a bombardearme con más ideas de las que soy capaz de escribir.
Y me frustra porque por un lado quiero atrapar todas esas ideas y esos hilos que mi mente ha hecho revolotear por mi cabeza y por otro lado quiero distraerme, quiero levantarme y no escribir, dejar atrás ese impulso.
Aunque, también, ahora sé que el placer de la escritura es al terminar, rara vez es durante y casi nunca antes.
El temor a perder la idea, a no ser capaz de aprehenderla, de fijarla con palabras para que suene como me parece que tiene que sonar me provoca más ansiedad que placer.
Terminar de escribir es el mejor momento, pues si he conseguido escribir lo que quería me siento contenta y satisfecha y si no lo he conseguido, me queda la mísera satisfacción de haberlo intentando, lo cual, no es mucho, aunque consigo que el gusano de: Te tienes que sentar a escribir, se calma por unas horas, tengo un tiempo de tregua hasta que empieza  a carcomer diciendo: vuelve a intentarlo, enfócalo de otra manera…
En algunas ocasiones leer y escribir convergen, leo algo que he escrito, y mágicamente deja de ser algo que yo he escrito y pasa a ser algo que leo, las palabras que escribí, se transforman en lectura.
Lo releo, me gusta, me acaricia el alma, me protege, me sorprende.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde pienso: No hay nada que me guste más que esto, escribir.

Andrea Guadalupe. 

No hay comentarios.: