Verano 2013. Es el
amanecer lo que araña las cortinas.
Es genial tener un sitio que puedes asociar a miles de
recuerdos.
Paseas por una calle y sabes que tu vida ha pasado
exactamente por ese punto.
Lo curioso de esos buenos recuerdos es que nunca sabes qué
van a ser en un futuro, un buen recuerdo.
Crees que… van a ser días que nunca olvidarás y que serán
para siempre recuerdos imborrables.
Y no es así, los días que crees que serán más importantes,
son en tu memoria una nebulosa en la que ciertos resplandores aparecen y
desaparecen, aunque nada más.
Sin embargo los hechos más insignificantes, pueden aparecer
en cualquier momento como recuerdos tan vívidos que incluso provocan una
sensación física.
Además cuando vives esa experiencia no eres consciente de lo
feliz que eras en ese momento y de que esa vivencia te acompañaría toda tu
vida.
Eran cosas que se realizaban por inercia y que sin embargo
cuando vienen a tu mente ahora te provocan una sensación maravillosa.
No lo sabías al vivirlas, sólo que estaban dejando una marca
en tu vida.
Los buenos recuerdos, como cosa curiosa, no se pueden
compartir, se puede intentar explicar el momento, la sensación, el sentimiento
que provocan.
Se puede incluso participar esa experiencia con otra
persona, aunque, lo que para unos constituye un recuerdo muy especial para
otros puede haber caído en el olvido más absoluto.
Los malos recuerdos tampoco se pueden compartir, eso es una
cuestión de supervivencia, igual que no puedes sufrir las desgracias de los
demás tampoco puedes compartir la experiencia de un mal recuerdo, si se pudiera
la vida sería un dolor continuo.
Los malos y los buenos recuerdos no provocan lo mismo.
Los malos momentos se pueden invocar sin estímulos exteriores.
Puedo pensar en el día que murió mi padre o en el día que
hice el ridículo o el día que alguien se rió de mí, traigo en mi mente,
nuevamente esos momentos a mi vida, y experimento las mismas sensaciones que
tuve: pena, humillación, vergüenza, ridículo, tristeza absoluta…con tan solo
pensar en las situaciones que lo provocaron, todo está ahí de nuevo, por
supuesto que no con la misma intensidad aunque, sí con bastante crudeza.
Los buenos recuerdos sin embargo no se pueden invocar así
como así.
Para que de verdad reconforten tienen que ser invocados
inconscientemente, voy por la calle y el olor a tierra mojada me trae a la
memoria el día que iba paseando completamente empapada y se me llenó el bolsillo
de agua, reí tanto en mitad de la calle que la gente me miraba pensando que
estaba loca.
En el momento que revivo ese recuerdo, experimento una
sensación agradable, aunque no la misma que tuve en ese instante, es como si me
viera a mí misma en una película pasada a doble velocidad.
Me veo rápidamente en un momento dichoso, aunque pasa tan deprisa que no me da tiempo a atraparlo,
a revivirlo.
Intento volver a pensar, aunque el recuerdo se ha esfumado,
la sensación que me ha provocado también y sólo me queda esperar a que vuelva.
Los buenos recuerdos me hacen revivir lo feliz, lo libre o
lo animada que me sentí en un determinado momento sin saber que ese determinado
momento perduraría en mi memoria.
Quizá dentro de un tiempo la visión del arco iris, del cual absorbo
sus colores, como la esponja absorbe el agua de la piel de los amantes, me
traiga a la memoria la arena de la playa que retiene las últimas gotas de cada
ola del mar que se acerca a humedecer los cuerpos cálidos y excitados, como un
buen recuerdo aunque por ahora solo tengo los colores del alma, de blanco y
negro con algún gris pálido perdido de la mente.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde las palabras
nacen como los pecados sólo que, no se
perdonan ni se olvidan, y ya no sé si soy yo, o
es el amanecer lo que araña las cortinas.
Andrea Guadalupe.
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